Perfil (Domingo)

¿Quién determina qué es la buena y mala literatura?

-

En el corto plazo, la bandera de la buena literatura es levantada por la crítica. La historia es otra clase de juez, creo que más justo en el fondo. El mundo editorial suele apostar a lo que ya viene refrendado de antes como buena literatura y no se juega, salvo raras excepcione­s, por autores que puedan ser buenos a juicio de algún editor, pero sin certeza de ventas. Es lo lógico en un mercado que no construye autores y que no apuesta a futuro. Durante siglos, quien decidía cuál era la buena literatura y cuál la mala era Dios a través de los doctores de la Iglesia. Si la literatura era buena, los libros eran declarados sacrosanto­s, y si eran malos, iban al temible Index Librorum Proibitoru­m, en cuyo caso los autores podían ser condenados a la hoguera, como f ue el caso de Giordano Bruno (quien pudo haber lanzado la súplica “no me quemen, soy Giordano”). En este sentido, el canon religioso no se apartaba de la opinión del mercado: el best se- ller más grande de la historia continúa siendo la Biblia. Durante los últimos tiempos, la crítica ha venido a ocupar el lugar de la Santa Inquisició­n. Con igual arbitrarie­dad, son los críticos quienes deciden cuáles son los buenos y los malos libros. Ahora bien, el término “mercado” suele ser útil en otras latitudes. Hay que aclarar que en la Argentina y otros países pobres, hace mucho tiempo que no existe nada parecido a un mercado. Con unos pocos miles de ejemplares alcanza para entrar en la lista de los libros más vendidos. Tradiciona­lmente, la crítica académica establece distincion­es entre “alta” y “baja literatura” y consagra los libros destinados a integrar los currículos escolares y universita­rios como futuros “clásicos” nacionales. Pero estas valoracion­es se suelen ir modificand­o con el tiempo. Por ejemplo, Manuel Puig, desdeñado antes por su recuperaci­ón del kitsch y de la cultura de masas, hoy es un autor canónico. Lo mismo pasó con el Quijote y con Martín Fierro. En un sentido banal, el ranking de ventas determina qué es buena o mala literatura. Se sigue un axio- ma simple: si vende, es malo. Esto tiene dos problemas: no siempre es cierto, y nunca implica que si algo no vende es bueno. Y aparte es un axioma reaccionar­io, porque supone que la mayoría de los lectores son malos lectores. La crítica, y también la Universida­d, establecen no tanto lo que es bueno como lo que es valioso. A veces para un determinad­o campo de estudios, o para una época. Todo el problema, claro, es que establecer la buena y mala literatura es a la vez difícil e inevitable. Cada época termina consagrand­o autores que a veces superan el marco de su tiempo y a veces, el de varios siglos. Pienso que el elemento más fiable para valorar la importanci­a de un libro es el paso del tiempo. Algo hay en ciertos títulos que cien o doscientos años después de publicados siguen hablando a los lectores. Una cosa es quién la determina en la realidad del aquí y ahora; otra, quién la determina finalmente. Entre nosotros existe un canon que se rige por una línea definida por Lamborghin­i, Copi, Fogwill y Aira. Los que vienen después adscriben a ese canon y se consideran antihegemó­nicos, antiacadém­icos, de izquierda, políticos y antimercad­o. Es una literatura urbana y porteña, un poco nostálgica de la noción de vanguardia, que todavía vive en un mundo sin fisuras, en un presente atemporal de armonías preestable­cidas, como el Cándido de Voltaire.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina