Temer, ante una prueba de fuego: las olimpíadas
Inseguridad, protesta policial, falta de fondos, temor al terrorismo y zika convierten a los Juegos de Río en un peligro político para el presidente.
Como en 2013, cuando las protestas contra la organización del Mundial de Fútbol pusieron contra las cuerdas a Dilma Rousseff, otro megaevento deportivo amenaza ahora con transformarse en un riesgo político para el gobierno de Brasil. El presidente interino Michel Temer enfrentará en las próximas semanas una prueba de fuego para su gestión: la celebración de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, que tendrán lugar unos días antes de que se vote en el Parlamento la destitución definitiva de Rousseff.
En un momento de gran fragilidad para el Ejecutivo brasileño –las últimas encuestas indican que sólo el 13% de la población aprueba a Temer–, los Juegos representan un duro desafío tanto para la administración estadual carioca como para el gobierno federal. Los problemas de financiamiento, las carencias en el dispositivo de seguridad pública, el temor a posibles actos terroristas, el fantasma del virus zika y el rechazo de un sector de la ciudadanía que ve al evento como un nido para la corrupción componen un cóctel capaz de inflamar la escena política.
“Estén tranquilos y vengan a Río”, suplicó Temer en un mensaje vía redes sociales dirigido anteayer a turistas y atletas. El mandatario prometió que la competencia “será un momento de pacificación nacional” y aseguró que el gobierno tomó las medidas necesarias para garantizar “la seguridad y la salud”.
Sin embargo, en las últimas semanas, varias noticias alarmantes en torno a la organización de los Juegos pusieron en alerta a las autoridades. A mediados de junio, Río de Janeiro debió declararse en “estado de calamidad pública” para concentrar todos sus esfuerzos financieros en las Olimpíadas y evitar así que