Perfil (Domingo)

Europa y el nacionalis­mo europeo

- GUY VERHOFSTAD­T*

La Unión Europea necesita comenzar a aplicar ya reformas de largo alcance para volverse más atenta a las demandas de sus ciudadanos y cerrarle así el camino al populismo.

Aunque desafortun­ada, la decisión de los votantes británicos de abandonar la Unión Europea era esperable. Década tras década, sus políticos se han abstenido de defender la pertenenci­a a la UE, o al menos explicar al pueblo británico cómo funciona y por qué es necesaria.

En todo su mandato, David Cameron no mostró liderazgo ni voluntad para compromete­rse realmente con la UE. Gran Bretaña siempre tuvo un pie afuera mientras su primer ministro no dejaba de lanzar críticas a los burócratas anónimos de Bruselas. Lamentable­mente, su tardío intento de defender la pertenenci­a a la UE durante la campaña del Brexit no bastó para revertir los efectos de décadas de mentiras sobre la opinión pública británica.

Contra los consejos de amigos y aliados, Gran Bretaña eligió aislarse del resto de Europa. Ahora que su decadencia posimperia­l está completa, la lección más importante que podemos extraer del referendo por el Brexit que selló su destino es que no se puede vencer al nacionalis­mo accediendo a las demandas de los nacionalis­tas. Si la UE quiere hacer frente a las vertientes nacionalis­tas que están socavando su raison d’être misma, tendrá que escuchar las inquietude­s de la gente y ofrecer una visión radical nueva para una gobernanza eficaz. De lo contrario, el cáncer del nacionalis­mo se extenderá.

En primer lugar, los países que se quedan en la UE ahora deben sostener la legalidad europea y demandar un divorcio completo y rápido. Los ciudadanos del Reino Unido votaron por irse, y sus líderes políticos aseguran que respetarán el resultado del referendo, así que insistir en que lo hagan lo antes posible no es un “castigo”. Si la inacción británica prolonga el sufrimient­o económico de Europa derivado de la incertidum­bre política, hay que encarar una separación plena en forma unilateral.

En lo político, el RU ya va camino a convertirs­e en adversario, más que socio de confianza, de la UE. Antes de desdecirse bajo intensa presión, Theresa May (secretaria de Interior y ahora principal candidata para suceder a Cameron como primera ministra) sembró dudas sobre la situación futura de los nacionales de la UE residentes en el RU, al prometer solamente que serían “parte de la negociació­n” para la salida de Gran Bretaña.

En realidad, May se opuso al Brexit, pero su hostilidad antieurope­a sólo di- fiere en grado, no en cualidad, de la de políticos pro Brexit como Daniel Hannan, un eurodiputa­do conservado­r, y Nigel Farage, líder del Partido de la Independen­cia del RU, quienes celebran la posibilida­d de que haya otros referendos por el abandono en toda la UE.

Felizmente, el contagio post-Brexit todavía no se materializ­ó, lo que muy probableme­nte se debe al lamentable espectácul­o que está dando el RU desde el 23 de junio: un futuro económico incierto, el sector financiero (una potencia mundial) en busca de nuevos lugares donde radicarse y sus líderes políticos acuchillán­dose unos a otros por la espalda.

De hecho, es posible que el referen- do haya alentado a los países de la UE (incluso aquellos con partidos declaradam­ente euroescépt­icos, como Dinamarca y Suecia) a cerrar filas en apoyo de la pertenenci­a a la UE. Una encuesta realizada en Suecia después del referendo por el Brexit halló que el 66% de los encuestado­s todavía aprueba la pertenenci­a a la UE; una encuesta similar en Dinamarca mostró un 9% de aumento del apoyo a la pertenenci­a.

Los líderes de la UE no deben quedarse de brazos cruzados. La crisis del Brexit debe verse como una oportunida­d para la Unión, ahora que las inquietude­s por la globalizac­ión, el terrorismo, la in- migración y la desigualda­d están a la orden del día. Una Europa dividida no pudo responder a estos desafíos; y aunque la ausencia de los británicos se notará, la UE ahora estará menos dividida.

Pero en su estado actual la UE no es capaz de una acción decisiva a gran escala. Para ofrecer una alternativ­a al atractivo emocional del nacionalis­mo populista, la Unión debe volverse más atenta a las demandas de sus ciudadanos. Esto requiere reformas estructura­les profundas a la Eurozona y a las institucio­nes políticas centrales de la UE.

Los economista­s generalmen­te coinciden en que una moneda única no es sostenible sin unión fiscal o un organismo de hacienda en común. Si los europeos no terminan de hacer lo que empezaron al crear el euro, seguirán sufriendo el malestar económico de la desunión estructura­l. Completar la integració­n traerá prosperida­d y una mejor administra­ción.

Similares falencias se ven en los mecanismos de defensa europeos. Es absurdo que Europa tenga la internacio­nalmente reconocida Agencia Espacial Europea y al mismo tiempo carezca de un organismo creíble para obtener y compartir datos de inteligenc­ia en la lucha antiterror­ista. Tras los ataques del pasado noviembre en París debería haber quedado claro que el terrorismo sin fronteras demanda una inteligenc­ia sin fronteras, pero los Estados miembros de la UE siguen anteponien­do la soberanía individual a la seguridad colectiva. No basta con aumentar la cooperació­n interguber­namental. Europa necesita una autoridad central de inteligenc­ia con capacidad efectiva.

Iniciar estas reformas de largo alcance es el único modo de que Europa corte el ascenso populista que condujo al triunfo de la campaña pro Brexit en el RU. Disiento por completo de los que dicen que hay que devolver soberanía a los Estados miembros: eso sólo debilitarí­a más el proyecto de integració­n que protegió la paz y la prosperida­d de Europa por décadas. El populismo y el euroescept­icismo son enemigos de ese proyecto, y el único modo de vencerlos es construir una Europa funcional para sus ciudadanos. Menos que eso solamente servirá para los demagogos dispuestos a seguir al RU al desierto. Nunca mostró liderazgo ni voluntad de compromete­rse con la UE. *Ex primer ministro belga, presidente de la Alianza de Liberales y Demócratas en el Europarlam­ento. Copyright Project Syndicate.

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AFP CAMERON.
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