Perfil (Domingo)

Tarifazo que castiga a quien no debe

- HECTOR ZAJAC*

Mark Twain decía que “el whisky es para beberse, pero el agua para pelearse”. Las facturas del mes confirman esta verdad “de a puños”. Mientras que en el tarifazo de gas y de luz –cuya repentizac­ión enfrió una economía ya en estanflaci­ón– lo único a rescatar es el desaliento a un derroche surrealist­a, en el del agua, lo estimula.

La difusa frontera entre lo privado y lo público es un cisma entre Argentina y el desarrollo. El ciudadano hace lo que cree que debe hacer un Estado ausente, o usa la ausencia en beneficio propio: desde el desperdici­o de lavar una vereda o el auto, a no declarar la pileta que tiene al fondo. El “festival de torres” se hizo vía rezonifica­ciones, muchas ilegales, que disminuyer­on la presión de agua en red sin ningún tipo de compensaci­ón a vecinos que instalan bombas para aumentarla individual­mente, obligando al contiguo a hacer lo propio. Esto impulsa una diferencia­ción social según el uso al interior de barrios de clase media. Con este cuadro asumir correlació­n entre superficie/ zona, y consumo es un horror de gestión. La propuesta de colocar medidores es sólo imperativa para usos no residencia­les, institucio­nes de bien público como clubes, centros de jubilados, o pymes de bajo input tecnológic­o, tan intensivas en el consumo energético como en el de mano de obra, y cuyo rol social amerita considerac­ión. Como si la transferen­cia de ingresos del tarifazo no bastara –no es lo mismo un aumento del 370% sobre el 5% del salario destinado a servicios que sobre 25%–, el modo de tarifar expresa el abismo de representa­ción simbólica entre el “ensayo y error de Aranguren” para los poderosos, y la violencia para los pobres, como el aplanamien­to del factor E del polinomio, que computaba antigüedad y calidad de la edificació­n oscilando entre 1 y 4 –para igual cantidad de metros una vivienda precaria pagaba la cuarta parte de una nueva– ahora pasó a valer uno para todos los casos. O el factor “zona” que iba de 1 a 3,5; por lo que una casa en Laferrrere pagaba casi la cuarta parte que otra de igual metraje en Belgrano R, hoy el intervalo va de 1,10 a 1,30. Además, el agua del Plata no muy lejos de la costa, donde se confina la polución, arroja valores similares a las de los ríos más limpios de Europa, su bajo costo de producción, debido al filtrado natural que ocurre en humedales en toda la cuenca, no condice con precios que empardan los de países con costos entre cinco y diez veces mayores.

Argentina tiene buen abastecimi­ento natural, pero problemas en la distribuci­ón espacial y temporal de la misma: los faltantes en las estaciones secas de zonas semiáridas alcanzan niveles críticos. En zonas de abundancia el acceso es selectivo: la rapidez del proceso de urbanizaci­ón genera una tensión entre una creciente población y una limitada infraestru­ctura de agua de red. Los habitantes de asentamien­tos y villas lo padecen recurriend­o a acuíferos someros en las cuencas del Reconquist­a o Riachuelo que transmiten su polución por escurrimie­nto freático con la lluvia. Los pozos profundos, más seguros, son un lujo que los pobres no afrontan. El modo nada sutil con el que las enfermedad­es del agua compromete­n el futuro de millones de niños, afectando la economía de la Nación, nos devuelve al Pleistocen­o del desarrollo social. El carácter informal de la urbanizaci­ón es central para entender la ausencia de servicio: su provisión, confiere bases para un eventual reclamo de propiedad de la tierra, objeto de ninguneo institucio­nal: áreas ocupadas, devenidas barrios de miles de habitantes y con historia e identidad propias, figuran en catastro con uso rural. El problema de acceso al agua y a la vivienda van de la mano. La integració­n de villas y las redes de agua y cloacales son aristas de una misma política de Estado. El macrismo manifiesta un nivel proverbial de improvisac­ión, y una pésima política comunicaci­onal que tanto criticó en sus antecesore­s. Sólo se sabe que lo recaudado irá a incremento de redes, pero del: cómo, dónde y cuándo, nada. Sin un cambio inminente será difícil corregir la profética humorada de Twain, y que el agua, como el whisky, sean para beberse y compartir. *Geógrafo UBA, Magister Urban Affaires UNY.

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CEDOC PERFIL VITAL. Tenemos buen abastecimi­ento natural, pero problemas en la distribuci­ón.

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