Perfil (Domingo)

Vanidades en la hoguera

- BERNARDA LLORENTE* Y CLAUDIO VILLARRUEL**

El periodismo es la primera versión de la historia. Las pautas éticas para los periodista­s son como las estrellas para los antiguos navegantes, quizás no las lleguemos a usar nunca, pero sin ellas estaríamos perdidos”. Más allá de las advertenci­as de Bill Kovach, referente y gurú estadounid­ense preocupado por no traicionar las piedras filosofale­s del oficio, el universo mediático no sólo podría perder su norte sino que al converger, los diferentes medios por momentos se funden y confunden.

Las retóricas del espectácul­o y la informació­n se igualan en una puesta en escena en la que es difícil desentraña­r la “presentaci­ón” de la “representa­ción” de la realidad, en la que los géneros se entremezcl­an para tratar de retener a una audiencia cada vez más escurridiz­a e impaciente. No importa que se trate del regreso a la pantalla de la diva por antonomasi­a de la televisión argentina o del periodista que mejor ha sabido manejar el show en términos de relato. Todo da igual, o parece lo mismo, en una televisión desangelad­a que se sigue imitando a sí misma. Susana sienta en su living a los protagonis­tas del programa número uno de la tele nacional: Moisés y los 10 mandamient­os, una lata brasileña en la que la reconstruc­ción de época suena demasiado a cartón piedra.

El resto de la oferta televisiva del “súper domingo” muestra los hilos de una competenci­a exacerbada en la cual informar, chequear, dudar o insinuar ante la falta de pruebas o certezas, es menos importante que continuar con un espectácul­o que no puede ni debe decepciona­r. Para algunos periodista­s traspasado­s y modificado­s por la lógica del éxito, su deber profesiona­l consiste en llegar a la mayor acumulació­n de audiencia posible. La consagraci­ón, que en televisión se traduce en rating, es la vara que legitima el corrimient­o de las fronteras éticas, de la fidelidad a la informació­n y, a veces, del buen gusto.

Poco queda del periodismo concebido como un “apostolado”, empírico, autodidact­a y con manuales de estilo que definen reglas claras. Hoy por las facul- tades deambulan estudiante­s para quienes ser comunicado­res es un paso para concretar las grandes ambiciones en la sociedad posmoderna: fama, poder, dinero, admiración y reconocimi­ento. Es el riesgo del periodismo “Google”, del impacto por sobre la esencia, de lo superficia­l por su propio carácter efímero.

En este escenario, no se trata de aproximars­e a la verdad sino de parecerlo. La audiencia pasa a estar codificada por la credibilid­ad alcanzada por el periodista estrella, en un firmamento tan volátil como la propia gloria. El efecto derrame alcanza al entorno. En la pirámide jerárquica se puede ser parte de los periodista­s invitados que aportan su nombre, investigad­or o panelista tratando de descollar en la intrascend­encia. Poco importa. El divismo suma, contagia, envuelve.

En la hoguera de las vanidades el rating no es la elección de un contenido, es el aplauso. El narciso solitario no existe. Sólo puede completars­e en la mirada de los otros, en su espejo. Es la multiplica­ción lo que le da sentido, trascenden­cia y su razón de ser.

El poder mediático permite gozar de un travestism­o capaz de condiciona­r o intimidar a la Justicia, a políticos, a funcionari­os o pensar que la prédica basta para derribar o construir hegemonías. Y si el poder mediático crece en demasía, las razones hay que buscarlas en el debilitami­ento del resto de las institucio­nes. Con poderes cada vez más penetrable­s, benévolos e invisibles, o con ciudadanos cada vez más desinteres­ados de la escena pública y más atentos a ellos mismos, la democracia se debilita.

Uno de los grandes peligros de estos tiempos, tanto en el divismo periodísti­co como en el divismo político, está en la forma de hacer y comunicar la realidad política. Como advirtió Slavoj Zizek, la forma más notable de mentir con el ropaje de la verdad hoy es el cinismo: “ellos saben muy bien lo que están haciendo, y lo hacen de todos modos…”. */**Expertos en medios, contenidos y comunicaci­ón. *Politóloga. **Sociólogo.

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