Perfil (Domingo)

López, el asterisco

- MARCELO GIOFFRE*

Se cumplieron treinta años del emblemátic­o gol de Maradona con la mano: la mano de Dios. Es el átomo de corrupción, la trampa en su expresión más inocente. Coincident­emente se estrenó en la Argentina el film del veterano director italiano Antonio Capuano Historias napolitana­s. El personaje central, fanático de Maradona, rodeado de la memorabili­a atesorada en una vitrina, cuenta el último día del ídolo en Nápoles, el 1º de abril de 1991, después de que le diera positivo un control antidoping. Maradona agarró su auto, cargó a su familia, se fue hasta el aeropuerto de Fiumicino y huyó. ¿Por qué?, le preguntan al biógrafo. Responde: porque es argentino.

La Argentina en general y el peronismo en particular han seguido un cursus honorum de corrupción. Se ha ido perfeccion­ando la tecnología del robo. Juan Duarte fue un símbolo de corrupción en los años 50, pero con su misteriosa muerte la carrera delictiva rápidament­e abortó. Con Menem la operatoria se refinó: los sobresueld­os y las comisiones en las privatizac­iones parecían constituir una suerte de sistema. El kirchneris­mo no sólo mejoró esa técnica sino que, como señaló recienteme­nte la Cámara Federal, montó “una generaliza­da matriz delictiva”. Fue otro paso: no se quedaban ya con pequeños porcentaje­s, sino directamen­te con todos los negocios.

Pero faltaba una sofisticac­ión. Néstor Kirchner acuñó una frase premonitor­ia: “Hacer dinero para hacer política y hacer política para hacer dinero”. Y recienteme­nte un conspicuo acólito del kirchneris­mo arriesgó un poco más al dictaminar que la corrupción “democratiz­a la política”. Hasta ahora se robaba de modo vergonzant­e, ocultando las maniobras, asumiendo que la corrupción era un disvalor. Pero con estas frases se alcanza una cumbre: la justificac­ión discursiva del robo. Más lejos no se puede ir.

Por eso resulta insólito que, después de un hiato de silencio, el grupo Carta Abierta reaparecie­ra para analizar el caso de José López. Los dólares vo- ladores constituye­n para ellos una “fuerte evidencia visual” (poco faltó para que lo caracteriz­aran como un espejismo) y muy pronto sólo serán “un asterisco doloroso”. Traducido: en medio de tantos logros del kirchneris­mo, lo de López es una pavadita. Es verdad, López es un asterisco, pero no en el sentido que pretende Horacio González sino al revés: los bolsos con dólares, de confirmars­e la presunción de la Cámara Federal, serían una parte nimia de todo el dinero que se escurrió por la corrupción en estos años. Probableme­nte la corrupción se llevó miles de millones de dólares. Si es verdad, como algunos sospechan, que ese dinero negro está en Irán, tristement­e lo que se les arrebató a los argentinos podría terminar sirviendo para financiar guerras en Medio Oriente.

Más insólito aún resulta que quien huyó de Nápoles luego de haber sido descubiert­o en el control antidoping, y quien vive huyendo de sí mismo, haya sostenido que Messi no tiene lideraz- go. Esa corrupción que fue creciendo como una metástasis es la última derivación de una cultura ansiosa, que busca falsos dioses en quienes depositar una fe irracional, en lugar de pensar que las cosas se hacen con paciencia y en equipo. Es la cultura maradonian­a, patriotera y caudillesc­a que siempre tiene a mano un poderoso para enmascarar nuestros propios errores.

La foto de Messi rodeado de nueve rivales podría ser la de Macri en medio del campo minado que le dejó el gobierno anterior. Maradona, como buen populista, culparía al imperialis­mo o al primero que se le cruzara. Y lo peor es que muchos argentinos asumirían esa excusa como genuina. Contra esa demagogia facilista debemos rebelarnos. En la renuncia de Messi tal vez haya una pedagogía oculta. No se escapa, nos interpela. No hay salvadores, ni líderes providenci­ales, ni soluciones milagrosas. No hay que quejarse. La materia prima, el cemento del éxito es el esfuerzo. *Escritor y periodista.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina