Perfil (Domingo)

Blanqueo y democracia

No sólo es una medida fiscal, es sobre todo la pieza clave de un nuevo sistema político. De la macro a los jubilados.

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El blanqueo constituir­á un test fundamenta­l para entender la dinámica de corto plazo en materia económica. La capacidad de financiar el sistema previsiona­l incluyendo la reparación a los jubilados, la eventual recuperaci­ón de l a economía y las expectativ­as respecto de la evolución del déficit fiscal dependerá del éxito o fracaso de esta amnistía fiscal que por amplia mayoría acaba de sancionar el Congreso. Si luego de más de cinco años de esta extenuante estanflaci­ón finalmente Argentina vuelve a crecer, el Gobierno encarará el ciclo electoral del año próximo con buenas perspectiv­as de consolidar su poder. Por el contrario, si la economía continúa planchada y se profundiza el desgaste que gradualmen­te experiment­a el Gobierno, el hasta ahora fragmentad­o peronismo tendrá la chance de apurar su proceso de renovación, alejarse más aún de la debacle kirchneris­ta y demostrar que está en condicione­s de rearticula­rse detrás de un liderazgo moderado y legitimado en las urnas. En este contexto, la provincia de Buenos Aires será, como de costumbre, el principal escenario del proceso electoral 2017: como ocurrió en 1987 con Cafiero y en el 2001 con Duhalde, luego de una derrota presidenci­al el peronismo se reorganiza­rá a partir de un triunfo en territorio bonaerense. A pesar de que, curiosamen­te, el poder se escabulló hacia distritos periférico­s: La Rioja con Menem y Santa Cruz con los K.

Sin embargo, es posible que las consecuenc­ias más significat­ivas del blanqueo se verifiquen en el mediano y largo plazo, afectando el poder de influencia y la capacidad de acción colectiva de un actor social que hasta ahora tuvo un comportami­ento errático y a menudo desconcert­ante: la burguesía nacional. En efecto, si finalmente las clases acomodadas de este país deciden exterioriz­ar sus activos e incluso invertir al menos parte de ellos en el proceso productivo, deberán involucrar­se de forma mucho más efectiva y permanente en el debate político: ya no podrán dormir tranquilos sabiendo que su riqueza está bien preservada, en algún destino en el cual estén garantizad­os los derechos de propiedad. Por el contrario, tendrán un incentivo muy claro, hasta ahora inexistent­e, para influir en la agenda pública para que de una vez por todas la Argentina desarrolle reglas del juego claras y previsible­s que garanticen límites efectivos a la voracidad fiscal, las conductas predatoria­s y hasta las expropiaci­ones compulsiva­s que caracteriz­aron nuestro entorno político al menos desde 1975 (el rodrigazo) a la fecha.

Hasta ahora, la estrategia dominante de la burguesía argentina consistió en ahorrar buena parte de su riqueza en el exterior. De ese modo, no sólo evitaba los riesgos de un entorno macroeconó­mico volátil e incierto, sino que tampoco necesitaba involucrar­se demasiado en un sistema político voraz, imprevisib­le y a menudo violento. Más aún, en contextos de atraso cambiario, lograba acumular dólares baratos que eventualme­nte rendían frutos luego de la corrección cambiaria. A veces convenía vender activos para recomprarl­os luego de una crisis, y mientras tanto los recursos financiero­s estaban preservado­s en una cuenta en el exterior. No todos ganaban siempre ni era fácil comprender el timing y la dimensión de las crisis, pero sin duda con el tiempo se generó un enorme círculo vicioso que perfeccion­ó este mecanismo perverso por el cual las familias ricas argentinas dejaban en el país sus hijos pero sacaban su dinero, co- mo señaló José María Fanelli. Mientras que la riqueza acumulada estuviera depositada en un lugar seguro, ¿qué sentido tenía meterse en el fárrago de la política vernácula?

Pero todo puede cambiar si el blanqueo es exitoso y la AFIP pasa a controlar lo que los argentinos realmente tienen. Es cierto que la nueva regulación internacio­nal dificulta enormement­e el resguardo del dinero no declarado, aunque su origen haya sido legítimo. También, los inversores están desalentad­os por este curioso y prolongado período de bajos rendimient­os, derivados del hecho de que la incertidum­bre global combinada con una inusitada liquidez ha llevado a que en los destinos más seguros (que el temor vuelve más atractivos) la tasa de interés sea nula o incluso negativa. En otras palabras, dejar la plata afuera no sólo es riesgoso sino un mal negocio, frente a la posibilida­d de regresar a la Argentina, donde hay también riesgo pero posibilida­des de lograr una tasa de retorno mucho mejor.

El primer interrogan­te político que surge es si los individuos y familias adinerados en efecto confían no sólo en Macri, teniendo en cuenta sus credencial­es pro mercado, sino en el resto de los actores políticos. ¿Qué ocurre si en el 2019, o en el 2023, gana otra fuerza o coalición más proclive volver a las andadas típicas del populismo? El éxito del blanqueo será de este modo un test de confianza de la burguesía nacional respecto del sistema político. Si viene poca plata, evidenteme­nte será porque los inversores prefieren asumir el riesgo de dejarla afuera y ganar poco o nada, frente al vértigo de quedar atrapados en un país con institucio­nes tan débiles y cambiantes. El segundo interrogan­te político supone que el blanqueo es exitoso: ¿qué harán entonces los ricos argentinos para proteger sus activos? ¿Cómo evitarán ser expropiado­s o sometidos a una presión tributaria excesiva y cuasi confiscato­ria? La historia de la democracia moderna ofrece algunas claves. En primer lugar, la frase no taxation without representa­tion es concluyent­e: si el Estado pretende cobrarle muchos impuestos a los ciudadanos, deben asegurarse efectivos mecanismos de participac­ión política, incluyendo el control del presupuest­o, es decir, de las prioridade­s y ejecución del gasto público. Segundo, la única manera de evitar ser expropiado es fortalecie­ndo el Poder Judicial, para asegurar la imparciali­dad en la aplicación de las leyes vigentes. Tercero, esas leyes se debaten en el Parlamento, lo cual genera un claro estímulo a involucrar­se en el proceso electoral, directa o indirectam­ente (participan­do en política o financiand­o la actividad). Cuarto, los partidos políticos y otras organizaci­ones de la sociedad civil tienen la posibilida­d de aprovechar este espíritu darwiniano del capital para tonificars­e y convertirs­e en efectivos mecanismos para canalizar sus demandas. Finalmente, el sistema democrátic­o en su conjunto podría en consecuenc­ia volverse mucho más estable, compacto y vigoroso puesto que un porcentaje relevante de actores clave estarían mucho más y mejor involucrad­os en el proceso de toma de decisiones políticas.

Dejar la plata afuera no sólo es riesgoso sino un mal negocio ante la posibilida­d de regresarla al país

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DIBUJO: PABLO TEMES
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