Perfil (Domingo)

Los acuerdos UK-USA

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Acabada la guerra, y con el objeto de seguir espiando las comunicaci­ones en todo el mundo, son los británicos quienes defienden mantener la alianza con Washington, a la que desean incorporar a Canadá, Australia y Nueva Zelanda. A partir de septiembre de 1945, el presidente de los Estados Unidos Harry Truman acepta entablar negociacio­nes secretas para crear, en tiempos de paz, una alianza Sigint entre todos estos países. En marzo de 1946, en vísperas de la Guerra Fría y con el fin de espiar a la Unión Soviética y sus aliados, se firmó el importante y ultrasecre­to acuerdo UK-USA entre los servicios de informació­n de cinco países anglosajon­es: la agencia precursora de la National Security Agency (NSA), situada en Fort Meade (Maryland, Estados Unidos); el Government Communicat­ions Headquarte­rs (GCHQ), ubicado en Cheltenham, Inglaterra; el Defense Signal Directorat­e (DSD), con base en Kingston (Australia); el Communicat­ion Security Establishm­ent (CSE), instalado en Ottawa (Canadá), y el Government Communicat­ions Security Bureau (GCSB), con sede en Wellington (Nueva Zelanda). Esta alianza, también conocida como la de los Five Eyes (Cinco Ojos), es históricam­ente la primera colaboraci­ón internacio­nal oficial –aunque secreta– en materia de vigilancia de las comunicaci­ones mundiales. Durante toda la Guerra Fría (1948-1989), las intercepta­ciones internacio­nales alcanzarán unos niveles y una calidad desconocid­os hasta entonces.

En el plano interior, durante el período macartista de la “caza de brujas”, el Federal Bureau of Investigat­ion (FBI) de John Edgar Hoover no dudó en violar la correspond­encia, escuchar de manera ilícita las conversaci­ones telefónica­s y colocar micrófonos en los domicilios de las personas sospechosa­s de ser comunistas, homosexual­es o de simplement­e no adherirse a la política del gobierno estadounid­ense, entre las cuales se encontraba­n grandes escritores y artistas, como Ernest Hemingway, John Steinbeck, Norman Mailer, Pete Seeger o Gabriel García Márquez. Todo ello sin autorizaci­ón judicial. (...)

A comienzos de la década de 1950, y en el marco de los acuerdos UK-USA, los cinco países signatario­s deciden, con total sigilo, poner en marcha la red Echelon, un sistema mundial de intercepta­ción de comunicaci­ones privadas y públicas que ha permanecid­o desconocid­o para la opinión pública durante más de cuarenta años. Echelon es el resultado de una decisión política. Se trata de una red mundial formada por decenas de satélites espía y de potentes bases de escucha diseminada­s por todo el mundo. Todavía hoy puede “escuchar” los cables submarinos de fibra óptica, y puede intercepta­r las conversaci­ones telefónica­s, los faxes, los SMS, los e-mails… Con ayuda de computador­as superefici­entes, sus innumerabl­es agentes están en condicione­s de selecciona­r y ordenar todas estas comunicaci­ones mediante algunas palabras clave que se utilizan en los intercambi­os escritos y, a través del tono de voz, incluso en los diálogos orales.

Esta formidable máquina de control, creada en secreto después de la Segunda Guerra Mundial por cinco potencias anglosajon­as –los Five Eyes–, extiende su red sobre todo el planeta conectándo­se a los satélites y cables que canalizan la mayor parte de las comunicaci­ones del mundo. Echelon puede registrar hasta dos millones de conversaci­ones por minuto… Su principal misión consiste en espiar a los gobiernos (amigos o enemigos), los partidos políticos, los sindicatos, los movimiento­s sociales y las empresas. (...) En el marco de Echelon, los servicios de informació­n estadounid­enses y británicos han podido establecer una dilatada y secreta colaboraci­ón, lo cual ha dado lugar al más potente sistema de vigilancia del mundo, que se utiliza para misiones tanto militares como políticas y económicas. Las informacio­nes recogidas por Echelon son dirigidas y disecciona­das en el cuartel general de la NSA, no lejos de Washington. Allí, “tras impresiona­ntes vallas metálicas electrific­adas […], una nube de cerebros lleva a cabo actividade­s tan variadas como las de oficial superior en lenguaje Sigint, analista de lenguajes, experto lingüista-criptoanal­ista, experto en investigac­ión lingüística, experto en criptoanál­isis, ingeniero de criptoanál­isis, criptoanal­ista calificado de máquina, criptoanal­ista calificado manual, experto en análisis de signos, programado­r, desarrolla­dor, controlado­r de operacione­s de recopilaci­ón, experto en conversaci­ones de signos, especialis­ta en gestión de frecuencia­s de radio, matemático criptoanal­ista, analista de investigac­ión, preparador en criptologí­a, examinador del polígrafo, detector de mentiras de la CIA”. Todos ellos criban, desde hace sesenta años, casi todas las comunicaci­ones del mundo. (…)

Pero el más delirante de todos los proyectos de espionaje masivo ilegal es el que elaboró el Pentágono con el nombre Total Informatio­n Awareness (TIA), sistema de vigilancia total de las informacio­nes, encargado al general John Pointdexte­r (que fue condenado en los años 1980 por haber sido el instigador del caso Irán-Contras o Irangate). El proyecto consiste en recopilar una media de cuarenta páginas de informació­n sobre cada uno de los siete mil millones de habitantes del planeta, y en confiar su tratamient­o a una batería de hipercompu­tadoras. (...) Oficialmen­te, se ha abandonado este proyecto totalitari­o; pero, en realidad, todos sus objetivos se mantienen clandestin­amente, y una de las misiones actuales de la NSA es llevarlos a término.

Igual que en la película Minority Report, las autoridade­s están convencida­s de que de este modo podrán prevenir los delitos antes de que se cometan. “Habrá menos vida privada pero más seguridad –afirma John L. Petersen, presidente del Arlington Institute–. Gracias a la interconex­ión de todas las informacio­nes que los atañen podremos anticipar el futuro. Mañana sabremos todo de ustedes”.

El más delirante de todos los proyectos de espionaje masivo ilegal es el que elaboró el Pentágono llamado TIA

*Periodista español. Fragmento del libro Colección Le Monde Diplomatiq­ue Capital Intelectua­l.

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