Prepotencia de futuro
Si la fotografía pretendió captar ese instante, plasmar la vida de lo animado e inanimado y retenerla en una placa para siempre, ser fiel a esa representación y cumplir el sueño del artificio realista, Laszlo Moholy-Nagy vino al mundo (del arte) para romper esa fantasía. Sin embargo, logró reemplazarla por otras, ya que creía que el arte nuevo tenía que establecer relaciones distintas entre el hombre y su entorno. Había nacido en Hungría en 1895; por lo tanto, en 1914 no tuvo otra opción que ir a pelear en la Primera Guerra Mundial y de paso participar en la contienda que dio inicio al siglo pasado. En tanto modelo de destrucción como potencia de futuro, la guerra le debe haber planteado esa paradoja a quien luego fue uno de los artistas más completos en el sentido más literal de esta palabra: pintor, fotógrafo, cineasta, escenógrafo, pedagogo, publicista, di- señador, tipógrafo y curador avant la lettre. Para MoholyNagy, la contemporaneidad implicaba un compromiso crucial en el uso de los materiales que ella podía ofrecer. Como otros, los hizo parte de sus obras y utilizó aluminio, plexiglás, acetato de celulosa. Sin embargo, con esto no es suficiente para dar cuenta de su originalidad como artista de vanguardia. Los fotogramas, esas piezas que toman los objetos como pretextos para poder alcanzar la utopía de fotografiar la luz, son su gran descubrimiento y su campo de experimentación. Más de 400 que tienen su origen en los años 20 en Berlín para continuar su derrotero artístico y vital, después en el grupo Bauhaus, en el exilio en Londres y, por fin, en Estados Unidos, más precisamente en Chicago. Allí dirigió el Instituto de Diseño entre 1937 y 1946, año de su muerte. Pintar con luz, ése fue su objetivo. Lo cumplió con creces.