Feminismo radical veinticinco siglos atrás según los griegos
Lisístrata es una comedia griega de comienzos del siglo V a.C. El texto, generoso en alusiones sexuales y chistes de alto voltaje, es un desopilante argumento erótico, una alegoría sobre la paz y/o un manifiesto feminista avant la lettre. La versión en Andamio 90 rinde homenaje a la genialidad de Aristófanes, pues permite esta variedad de lecturas. Mantiene los rasgos fundamentales de la historia y de la ideología y, a la vez, rejuvenece la batería verbal y la traslada al lenguaje contemporáneo rioplatense.
Una ateniense desbordante de convicciones y energía, Lisístrata, convence a sus conciudadanas de negarse a mantener relaciones sexuales con sus esposos y/o amantes, hasta tanto ellos no depongan las armas, erigidas contra su tradicional enemigo, la ciudad de Esparta. El éxito del plan radica en que las espartanas también aceptan participar de la huelga de piernas cruzadas, y se completa con el secuestro del tesoro de la Acrópolis. Así pues, sin sexo y sin dinero, los hombres acceden a la paz, y llega un final de feliz lujuria.
En manos del equipo de Andamio 90, estas acciones se cargan de juventud y picardía. Se trata de uno más de los proyectos de alumnos y egresados de la escuela teatral fundada por Alejandra Boero, de cuya muerte, en 2016, se cumplen diez años. La continuidad de su vitalista labor se verifica en Lisístrata, en una versión que realizó uno de los discípulos de Boero, Rodolfo Roca. Lejos de economizar recursos humanos, impacta la abundancia de actores. Son 27 intérpretes, en los que se advierten desiguales niveles de experiencia, pero con solvencia: actúan, cantan, baila, tocan instrumentos, hacen pequeñas acrobacias…
Con respecto a la obra original, hay transformaciones acertadas. Los coros son reemplazados por una familia de espectadores que comentan cada escena: los padres, conservadores, objetan la inmoralidad de la obra; la hija defiende las ideas pacifistas y las libertades individuales. Por otra parte, el lenguaje rústico que Aristófanes pone en boca de las espartanas aquí se lleva a una actitud corporal, grosera, grotesca, que contrasta con cierto refinamiento de las espartanas.
Y las metáforas fálicas que el autor no pretendió complejas se enfatizan con un recurso para la carcajada: los militares, personajes adustos, comprometidos con ese absurdo que es la guerra, por tan, por encima de sus uniformes, unos enormes penes de gomaespuma, rellenos con una linterna encendida que los ilumina, para destacar la abstinencia venérea, por encima de cualquier discurso pretendidamente patriótico.