La lección de los maestros
George Steiner piensa que determinadas producciones artísticas o que momentos puntuales de la historia del arte son imposibles de desvincular de una profunda convicción religiosa. Y pone como ejemplos a Miguel Angel y a Dante. En el caso de la literatura, una de ellas, la que propicia el encuentro con lo trascendente, se ejemplifica con los poemas de San Juan, y la soledad se asocia genuinamente a la poesía de Góngora, presente en la biblioteca de Spinoza. El recorrido es vasto y el libro del crítico francés Gramáticas de la creación es iluminador. Asimismo, parece decir que la soledad y la singularidad son esenciales para la creación artística, y aparentemente no se dan en términos favorables en la nueva cultura que, por otra parte, ya no tiene nada que decir. Después de un siglo mortífero parecen no quedar ya “más comienzos” y Steiner recupera el impulso apocalíptico de Karl Kraus cuando, al final de la Primera Guerra Mundial, anunció la “irreparable extinción de todo lo que había de humano en la civilización occidental”. ¿Algo así se podría pensar con respecto al arte contemporáneo? Seguro que no, si somos fieles a la reflexión del autor de La torre de Babel. Aunque Carlos Alonso encuentra pertinente esta idea para traer a colación su sorpresa ante los momentos finales de Antonio Berni y David Alfaro Siqueiros: “Los últimos cuadros de Berni son cristos: uno es el Cristo en el garage y el otro es el Apocalipsis. El otro caso es Siqueiros, que después de cuatro años de cárcel yo lo fui a visitar y me mostró sus trabajos. Eran todos cristos en ese momento final, en esa hecatombe del cielo, solos y despojados. Me llamó la atención que dos hombres profundamente de izquierda frecuentaran ese tema”.