Perfil (Domingo)

El mecanismo de la caída y su regreso

- LUIS COSTA*

La extensión de un conflicto, que se despliega en el espacio público de los medios masivos de comunicaci­ón, lo hace entretenid­o para la gente. El público juega a adivinar quién va a ganar y los expertos opinan sobre ventajas y consecuenc­ias de resultados cruzados. Para el disfrute de un público imaginario, que juega con los legislador­es y funcionari­os, a ganadores y perdedores, se requiere que eso no se termine nunca. Sin embargo, el fallo de la Corte Suprema de Justicia le ha quitado el entretenim­iento a varias audiencias.

Cuando Cobos enterró las posibilida­des de “la 125”, produjo una derrota legislativ­a para el gobierno de Cristina Kirchner, pero una ventaja en términos de tensión. Lo que el kirchneris­mo no podía desactivar, por su propia capacidad autodestru­ctiva, fue desarticul­ado por una acción opositora. Sobre ese tema no se podía discutir más nada y había que pasar a otra batalla. Esta semana la Corte, se puso el disfraz de Cobos y nos llevó a todos a otro tema.

La discusión por la ley antidespid­os tuvo una estructura parecida. Mientras el gobierno nacional se involucró en una discusión frente a las audiencias televisiva­s, estiró el debate hasta llevarlo con serios riesgos al Congre- so. La tensión como conflicto obligaba a las partes a dar datos sobre desocupado­s, a invitar a los expertos a hablar sobre desempleo, a la exposición de empleados públicos despedidos y a funcionari­os de ayer y hoy, hablando con acusacione­s cruzadas. Todo existió hasta que Macri decidió vetar la ley.

El equilibrio de los gobiernos no se determina por la resolución de estos conflictos. Sobre estos suele darse una importanci­a suprema, exagerada por la propia dinámica de la intensidad de la discusión, pero la misma tiene algo más de entretenim­iento que de impacto en la gobernabil­idad. Los legislador­es se arreglan para salir en la televisión (todos menos los del Frente para la Victoria) cuando saben que se viene una sesión que le llama la atención a los medios de comunicaci­ón, pero casi nada de votos es lo que se gana por alguna intervenci­ón que intenta ser siempre genial.

El nombramien­to de los jueces de la Corte en comisión es otro ejemplo. Duró hasta que se desistió en la medida. Con un formato similar, involucró a expertos de un lado y otro, con funcionari­os defensores y otros ex funcionari­os acusadores, hasta que se abandonó la alternativ­a. Habrá probableme­nte otros episodios en el futuro cercano.

El despliegue en los medios de comunicaci­ón confunde un episodio mediático, con algo vinculado a la capacidad de construir hegemonía. Esto segundo se sostiene por otras avenidas.

La estabilida­d de los gobiernos se basan fundamenta­lmente en el estado de la economía que sus ciudadanos consideran que tiene, en un momento determinad­o, el país en que les toca vivir. Si esa relación se establece en términos positivos, la opinión pública será más condescend­iente de las articulaci­ones cotidianas de quienes los gobiernan. La probabilid­ad de que un gobierno se desestabil­ice por una economía destruida, es infinitame­nte superior a la que puede producir un fallo de la Corte Suprema de Justicia.

Los procesos en que se han generado derrotas para el gobierno nacional, le han permitido reconstrui­r sus estrategia­s sin modificar los planes originales. Los jueces en la Corte van a terminar siendo los dos que propuso y el aumento de las tarifas va a ser en los próximos meses, una realidad.

El kirchneris­mo construyó una dinámica de gobernabil­idad de puro enfrentami­ento en el que las discusione­s no tenían despliegue. Las decisiones que ese gobierno tomaban estaban basadas en la afectación de supuestos intereses contrapues­tos, por lo que un “otro” imaginario, sólo podía ser afectado por ellas. El actual gobierno nacional, por el contrario, va a la televisión y participa activament­e de los debates, algo que tiene sus consecuenc­ias en el desplazami­ento del tiempo.

En esta lógica de toma de iniciativa­s, que luego pasan a discusione­s públicas prolongada­s, y que se resuelven por alguna herramient­a legal, es en lo que se le va pasando el tiempo a Macri y a sus funcionari­os. El riesgo es que un día para la mayoría, deje de ser un espectácul­o. *Sociólogo. Director de Quiddity Argentina.

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