Perfil (Domingo)

Liberen a Mauricio

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El secuestro Natasha Niebieskik­wiat Planeta Investigac­ión

En los doce días que estuvo adentro, Mauricio Macri no perdió la noción del tiempo. Por el agujero a través del que le bajaban la comida, también le alcanzaban un papel y grabador. El texto siempre contenía otro mensaje para su papá. A la 1 de la mañana del miércoles 4 de septiembre, Franco dormía pegado al teléfono. Pero era Gianfranco quien hacía la guardia de esa madrugada.

—Tenés que retirar el Peugeot alquilado, está al costado de la cancha de San Telmo.

Gianfranco despertó a Franco. Y el pánico los devoró cuando alguien del clan sugirió que había que ir a buscar el auto y que adentro del auto estaba el cadáver de Mauricio. Franco no debe ir. No hay que dejarlo. Eso es demasiado. Para entonces, la sensación de la familia era que habían agotado todas

Por el agujero a través del que le bajaban la comida también le alcanzaban un papel y grabador

las posibilida­des. Todas las alternativ­as. No les quedaba ni una bala. Estaban desarmados. Habían entregado el dinero, todo lo que pedían, y Mauricio seguía siendo de ellos.

Fue Mike quien acompañó a Gianfranco. Mariano Macri era chico y no le habían dado participac­ión alguna. La escena era un tanto bizarra: Gianfranco manejaba un Alfa Romeo con el ex agente del gobierno de los Estados Unidos. No iban a lucir el vehículo por Recoleta y Zona Norte, sino por Dock Sud y San Telmo. Gianfranco encontró el Peugeot con las puertas abiertas y el baúl vacío. Mauricio definitiva­mente no estaba muerto, al menos no habían tirado ahí su cuerpo. Mike revisó con una linterna el vehículo, tomó unos papeles que habían quedado de las postas que recorriero­n Pascual y Caputo y lo condujo de regreso a Eduardo Costa. La marcha se reanudó con el Alfa Romeo adelante y el Peugeot con Mike siguiéndol­o. Pero sería Ponzo, el jefe de Seguridad de Sevel, quien lo devolviera a Rentacar durante la mañana del 5. (...)

Por la noche Franco creyó morir. Ha-

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