Placer ante la música verbal de Mauricio Kartun
Mauricio Kartun, sin descuidar la trama ni la construcción de personajes, es ante todo un artesano de la palabra, un poeta. No poeta de lirismos edulcorados, sino un investigador con los juegos del lenguaje. Por eso, un espectáculo escrito por él promete. Pero desde hace tiempo sus textos son también dirigidos por él. La suerte de la fea implica una novedad, pues aquí Kartun cede este texto, nunca antes escenificado en la Argentina, a Paula Ransenberg, quien dirige a Luciana Dulitzky.
Durante menos de una hora, en un espacio de 2 m2, transcurre la historia de una mujer no particularmente agraciada pero con habilidad para tocar la viola, instrumento que su madre le asignó para estudiar desde pequeña. Ahora, esta solterona, virgen avinagrada, escupe toda la frustración acumulada mientras se dirige al empresario que la había contratado y maltratado, y que ella acaba de matar.
En el monólogo retrospectivo, que tiene lugar a comienzos del siglo XX, ella se presenta como la artista que ejecutaba en vivo frente a una orquesta de señoritas integrada por figurantas bellas. Ella, la fea, hacía las melodías desde el foso, mientras las lin- das, simulando tocar en instrumentos mudos, se ganaban las miradas ignorantes del público masculino. El cambio de suerte sobrevino cuando la protagonista fue asignada a hacer dupla con la figuranta Yolanda. En una especie de doble lésbico, juntas, aso- ciando imagen y sonido, crearon melodías procaces que estimulaban a masturbarse a todos los hombres presentes. Después de una breve temporada de éxito, Yolanda murió. De allí en más, la tragedia y la venganza.
El texto y la puesta en escena están plagados de duplicaciones, inversiones, ironías. La violista, condenada siempre a la invisibilidad subterránea, ahora concentra toda la atención; es la reina –fracasada y borracha, sí–, sentada en un sillón arriba del escenario que siempre se le negó. El empresario que la había despreciado desde las alturas ahora agoniza en el piso.
Y en el argumento, la menos deseada es la que es capaz no sólo de insuflar una lujuria irrefrenable, sino que ella misma, al contemplar su poder, las húmedas consecuencias de sus creaciones, se autoerotiza. Así, pues, La suerte de la fea despierta ayes de disfrute por el barroquismo del texto, por la precisa puesta en escena y por la estupenda actriz.