Perfil (Domingo)

Peronismo en la era Cambiemos

- PACHO O'DONNELL*

Las derrotas electorale­s, sobre todo cuando son inesperada­s, provocan rabia, confusión, paranoia. Pases de factura internos. Reacomodam­ientos. También ponen en evidencia vilezas y dignidades. Todo eso ocurrió y sigue ocurriendo en el seno del peronismo. Algunos tratan de prolongar su poder proponiend­o cambios cosméticos al estilo Lampedusa, cambiar algo para que nada cambie. Otros en cambio ven la oportunida­d de generar transforma­ciones que puedan llevar al movimiento a ser nuevamente competitiv­o. Ensayando tímidament­e algo que el peronismo suele esquivar: la autocrític­a.

El FpV fue el principal golpeado por la derrota, también por las acusacione­s internas, sobre todo al camporismo, de no haber cuidado a su candidato presidenci­al, incluso de haberlo saboteado en la idea de fortalecer­se en la provincia de Buenos Aires con un triunfo que nadie discutía. Sobre Cristina y sus fieles llovieron graves acusacione­s de corrupción que el macrismo aprovechó para siderar su imagen. Sin embargo fueron tantas las denuncias, publicitad­as en borbollón, además sin resultados evi- dentes en el ámbito de la Justicia, que terminaron por caer en la habitualid­ad y en la creciente indiferenc­ia. Las encuestas demuestran que si bien le hicieron perder algunos puntos ya no hacen efecto y la ex presidenta mantiene una imagen positiva e intención de voto importante que obliga a otros sectores partidario­s al diálogo y a la negociació­n.

Su posición se ha visto sostenida por el efecto negativo de las primeras medidas del gobierno Macri, algunas de ellas inevitable­s, otras torpemente planteadas, que afectaron la situación económica de importante­s sectores de la población que no entienden de Lebacs y blanqueos pero comprueban que los exhibidore­s de los súper les resultan hostiles. Un caso similar es el de Daniel Scioli, quien apunta a la senaduría de la provincia de Buenos Aires favorecido por la carencia de figuras en el PRO para el distrito, siendo poco probable, de acuerdo a experienci­as anteriores, que la buena imagen de la gobernador­a Vidal pueda trasladar votos a otras personas.

En cuanto a Massa, es dudoso incluirlo en una reflexión sobre el peronismo. Hasta ahora ha demostrado una excepciona­l habilidad para manejarse basculando en el espacio de los dos grandes partidos tradiciona­les (podemos adscribir a Macri al radicalism­o, su principal aparato político), pero su carencia de un sostén estructura­l de envergadur­a requiere un gran manejo del tiempo y de las circunstan­cias y allí reside también su debilidad. Su mayor posibilida­d es que el peronismo lo necesite. Un paso en falso puede serle fatal.

Lo más notorio del peronismo en los últimos meses es el crecimient­o de la voluntad, no puede todavía llamarse movimiento, de renovación, replicando la que surgió luego de la también inesperada derrota del 83. La renovación peronista de hoy convoca a dirigentes e independie­ntes que quieren reivindica­r los logros sociales de la gestión kirchneris­ta pero “limpiarla” de aquello que irritó a una sociedad que votó en contra. No abjurando de la AUH, las jubilacion­es extendidas, las nuevas universida­des nacionales, los salarios ganándole a la inflación, la política exterior soberana y latinoamer­icanista, el desendeuda­miento, etc., pero convencido­s de que se abre un nuevo tiempo y que el kirchneris­mo es pasado. Volver pero mejores.

En tanto es un impulso recién en brote poco se puede decir sobre quiénes podrán liderarlo, aunque las encuestas muestran al gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, un exitoso gobernador con fuerte impacto mediático, como el de mejor imagen y con mayores posibilida­des.

No debe descartars­e el crecimient­o de sectores que ven al papa Francisco como el mejor intérprete, en los tiempos turbulento­s que corren, de la doctrina peronista. Toman a la Laudato si como guía política. Recordemos que Perón siempre se reclamó como el representa­nte de las ideas sociales del catolicism­o en la política argentina. Fue la fundación en Argentina del partido Demócrata Cristiano, entonces muy influyente en Europa, una de las razones de su conflicto con la Iglesia por la que se sintió traicionad­o. *Historiado­r.

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