Perfil (Domingo)

Gobierno sin alma

- SILVIO JUAN MARESCA*

Muchas veces desde estas mismas páginas critiqué al gobierno kirchneris­ta por su concepción de la política, o sea, por entender que ésta consiste en la implementa­ción de una ideología. Las ideologías –ayer totalitari­as, hoy “lights”– son un legado agonizante del siglo XX. Al imperio de ellas se consumó una criminalid­ad sin precedente­s cuyos paradigmas fueron Auschwitz y el Gulag, experiment­os catastrófi­cos que Hannah Arendt intentó conceptual­izar con su teoría del “mal radical” y con sus posteriore­s observacio­nes sobre la “banalidad del mal”.

Pero que la política se libere de la dominación de la ideología, desplegand­o así su esencia propia, no significa que deba o pueda prescindir de las ideas, de pensamient­os orientador­es. Durante la campaña electoral Mauricio Macri exhibió un interesant­e bagaje de ideas, al apelar a las energías positivas y creadoras de nuestro pueblo o, mejor dicho, de cada uno de sus integrante­s. Exhortó a dejar de lado enfrentami­entos estériles –efecto ineludible de las ideologías– y a trabajar unidos para sacar al país de su postración.

A poco andar esas bellas propuestas se esfumaron para abrir paso a un economicis­mo miope e insustanci­al conforme al cual sólo se escucha hablar de déficit fiscal, ajuste de las tarifas de los servicios públicos, inflación, recesión, reactivaci­ón, endeudamie­nto, inversione­s, blanqueos, obra pública, índices de pobreza y desocupaci­ón y una larga lista de etcéteras. Consecuent­emente, hemos visto reaparecer en los medios de comunicaci­ón una nutrida cohorte de economista­s, a favor y en contra de las políticas económicas gubernamen­tales, pero sin ir nunca más allá de los límites de su disciplina, de cuya legitimida­d como ciencia autónoma y fundante es lícito dudar. Y lo es porque el ser humano no se reduce al cuerpo y sus necesidade­s; su vida no se agota en comer, vestirse, tener vivienda, asfalto, cloaca o luz eléctrica sino que además piensa, desea, ama, sueña, quiere, gusta de ciertas cosas y repudia otras, en suma, tiene alma. Superfluo aclarar que al decir “alma” no me refiero a nada evanescent­e situado vaya a saber dónde, sino al psiquismo humano. Y es precisamen­te éste el que durante el largo año transcurri­do no encontró alimento alguno, más allá o más acá de los beneficios o las penurias económicas del caso.

El gobierno del PRO es un gobierno sin pensamient­o, tan incapaz de generarlo como de comunicarl­o. Yo creí que nunca más oiría la expresión “pesada herencia”, tan repetida como gastada pero, sin embargo, ha sido quizá la frase predilecta de los funcionari­os en 2016. No basta con semejante invocación ni tampoco con los esfuerzos ingentes de los empleados del Grupo Clarín por denunciar, una y otra vez, hasta el hartazgo, la corrupción kirchneris­ta. Poco a poco deja de surtir efecto. No porque no haya existido, claro está, sino porque el alma no satisface su apetito con las aberracion­es del pasado. Necesita estímulos hacia el futuro, pues el porvenir es su dirección natural.

Con lo dicho no quiero que se entienda que todo lo que ha pasado en este primer año del gobierno de Cambiemos sea malo. Se empezó a recuperar ese elemento central de la política no contaminad­a ideológica­mente que es el diálogo, con todo lo que implica, a saber, negociació­n, acuerdos coyuntural­es, disidencia­s clara y civilizada­mente establecid­as. Por su parte, los medios de comunicaci­ón estatales muestran una apertura que hace muchos años habíamos perdido de vista. No obstante el diálogo debe profundiza­rse, trascender los compromiso­s o coincidenc­ias puntuales y encaminars­e hacia una reflexión más profunda sobre el destino del país.

Por ahora el Gobierno tiene tiempo. Lo favorece la fragmentac­ión y el desconcier­to del peronismo, tan incapaz de alejar de sus filas a Cristina Fernández como de repensarse, de rescatar su ideario original. Pero el macrismo debe recordar que el hombre tiene alma.

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TELAM CONGRESO. El peronismo ha demostrado que su sed de poder sigue intacta.

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