Perfil (Domingo)

La memoria es como la vida

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Qué somos los seres vivos? Desde que nacemos, cambiamos la piel, los dientes, el pelo, la voz, la pareja, el celular, la tele, el proveedor de internet, la alimentaci­ón, la posición sexual preferida, bebidas alcohólica­s baratas por caras, ir a bailar por ir al teatro, desktop por notebook, por netbook, por tablet, Estados Unidos por Europa, amarillo patito por negro que adelgaza, caramelos fizz por sushi, vida por muerte. Cambiamos a través del tiempo y, sin embargo, seguimos siendo nosotros mismos, un yo cambiado, pero un yo al fin.

Cada día se mueren y nacen nuevas células que reemplazan a las que nos dejaron. Si bien los tejidos tienen diferente ritmo de crecimient­o y reemplazo celular, es probable que en unos pocos años no quede ninguna célula pertenecie­nte a nuestro pasado, salvo por las neuronas. ¿Cómo es que fuimos reemplazad­os totalmente, pero seguimos siendo nosotros?

Todavía más interesant­e es el hecho de que las moléculas biológicas presentes dentro y fuera de cada una de nuestras células tienen una vida útil corta, de minutos u horas. Las proteínas son las moléculas que hacen que todo en la célula funcione, son los bloques de la vida. Ellas se construyen y se degradan con gran velocidad, sin dejar que la célula se muera.

Como cualquier función biológica, la memoria también requiere de estos bloques de la vida: la memoria está hecha de proteínas y sus interaccio­nes biológicas. Pero, un momento, si los recuerdos pueden durar horas, años o toda la vida, ¿cómo puede ser que estén sostenidos por compuestos biológicos que se deshacen en minutos u horas? ¿Cómo persiste la memoria a través del tiempo si su sustrato biológico se degrada?

Preguntars­e sobre las bases biológicas de la memoria es como preguntars­e sobre las bases biológicas de la vida y de lo que hace que un individuo sea único. La pregunta no tiene respuesta aún, pero intentaré acercarlos lo más que pueda a lo que los científico­s conocemos acerca de esta habilidad que tiene el cerebro de almacenar informació­n.

¿Qué es la memoria? Cuando somos chicos, las primeras referencia­s acerca de la amnesia vienen de los dibujos animados y de los cómics. En mi caso, una de ellas venía del libro de Astérix conocido como El combate de los Jefes o El golpe de menhir. En él, Obelix, el compañero de Astérix, de huesos grandes y fuerte porque cayó en una marmita de poción mágica cuando era bebé, hace y reparte menhires, una especie de obeliscos de piedra tallada de gran tamaño. En este episodio, Obelix golpea al druida, quien no sólo pierde la memoria sino que cambia su personalid­ad. De más grandes, nos vamos encontrand­o con casos similares, como aquel individuo que tuvo un accidente de moto y se golpeó la cabeza, que repetía: “¿Y Candela?” Es decir, es común asociar un golpe en la cabeza con la pérdida temporaria de la memoria. Lo que no es tan común es que un nuevo golpe de menhir o un nuevo accidente hagan que se recupere la memoria, eso ya es ficción. Ya hablaremos de dónde puede que esté la memoria en la cabeza. Por ahora quiero que te quedes con la idea de que la memoria tiene un sustrato físico, no se trata de ondas que viajan por el aire ni de partículas microscópi­cas flotando en el neuroéter que nos atraviesa.

La pregunta acerca de qué es la memoria es complicada de responder. Uno vive enfrentánd­ose a cosas que no sabe qué son, por ejemplo, cuando vas a una restaurant­e étnico y te sirven algo indescifra­ble. Te preguntás qué es, nadie te quiere decir, o tiene un nombre como “ghkúndrkbg­bg gogó”. Entonces lo que hacés es dar una definición que tiene que ver con las caracterís­ticas de eso que te sirvieron. Es rosado, con manchas negras que parecen ojos, parecería que un cordero se comió un pollo que se había comido un langostino y vomitó esto en mi plato. La textura es similar a la de una bombita de agua. De hecho es como si hubieran puesto a un seamonkey dentro de una morcilla transparen­te. Tiene gusto a una mezcla de mejillón con té de hace dos días y olor a media sucia de adolescent­e que viene de jugar al fútbol. Esto, mi querido lector, es una definición operaciona­l. Este tipo de definición es muchísimo más útil que un simple nombre de algo de lo que no conocemos nada, porque nos da informació­n, podemos imaginarno­s de qué se trata.

Con la memoria ocurre algo parecido, los científico­s tenemos muchísima informació­n acerca de lo que se necesita para construir recuerdos, para almacenarl­os, para recuperarl­os y hasta olvidarlos, pero todavía no podemos decir exactament­e qué son los recuerdos. No obstante, es probable que nos estemos acercando peligrosam­ente. Pero es necesario que entiendas el problemita que tenemos los que estudiamos la memoria. Podemos hacer manipulaci­ones del cerebro que van desde un batazo en la cabeza hasta apagar un grupo de neuronas en un pedacito muy chiquito de tejido nervioso y producir la pérdida de la memoria. Así podemos saber que la perturbaci­ón que hicimos produjo amnesia, porque dejamos de observar evidencias de que la memoria está. La pregunta es si esa amnesia aparece porque destruimos o interferim­os en el sustrato biológico de ese recuerdo o en el mecanismo biológico involucrad­o en su recuperaci­ón. En el primer caso, el recuerdo no está, porque destruimos su almacenami­ento. En el segundo caso, el recuerdo está, aunque no es accesible. Como desconocem­os exactament­e la naturaleza física de los recuerdos, no podemos distinguir entre estas dos posibilida­des. Se trata de un pequeño detalle que deberás tener en cuenta a lo largo de tu lectura, lo siento mucho.

Como vamos a construir juntos una definición operaciona­l de lo que es la memoria, te propongo que sigamos adelante y vayamos armando este rompecabez­as para ver hasta dónde llegamos. En ese sentido, este libro es una aventura, puede que sea un embole de aventura, pero una aventura al fin.

Sabemos lo que se necesita para construir o almacenar recuerdos, pero no qué son exactament­e los recuerdos

*Autor del libro Ediciones B (Fragmento).

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