Arthur Rimbaud: el ‘voyant’ de piel oscura
ne, Jean-Pierre Chambon y Steve Murphy que levantaron la capa de la lectura en superficie para descubrir los múltiples sentidos eróticos e incluso escatológicos implícitos en los términos utilizados por Rimbaud”. Además de la Correspondencia, por primera vez completa, la recuperación del Album zutista, que en España había sido omitido en traducciones de Poesías completas hechas incluso por poetas españoles como Martínez Sarrión. “Desconozco los motivos de esa omisión, quizá la extremada dificultad para sacarle algún sentido a esos poemas que utilizan la jerga, muy exclusiva, de la pandilla zutista”. Armiño además ha completado el mundo rimbaldiano con apéndices, con un breve Diccionario Rimbaud, situando su entorno personal y literario: “Estos clásicos necesitan un acompañamiento para una lectura seria: además de los poemas escolares y las traducciones latinas del colegio, prácticamente inéditas en traducción (me refiero a ediciones españolas) también incluyo un apéndice sobre el affaire Rimbaud-Verlaine en Bruselas, y con la anotación, he pretendido informar al lector de la situación crítica e interpretativa de la obra en este momento”.
En cuanto a la traducción, Armiño cuenta: “Descarté la rima, salvo en casos fáciles, porque en última instancia rimar en español sólo traduce el esquema preceptivo, pero no los rasgos propios de la rima francesa: masculina, femenina, rica, pobre, etc. He buscado un ritmo, el mayor posible, sin recurrir, para conseguirlo, a eliminar términos del poema francés, o a inventarlos para rellenar. La ya rica tradición del verso libre me ofre- Según Claude Jeancolas, autor de Le Nouveau Dictionnaire Rimbaud, el término “vidente” ( voyant) en Rimbaud deriva de las escrituras: “Venid, vamos al vidente; porque al que hoy se le llama profeta, antes se le llamaba vidente” (1 Samuel 9:9). El vidente es aquel que obtiene el primer lugar para hacer una exploración completa (extremo autoconocimiento): hace experimentos, rastrea las emociones puras, para ir más allá de las edades y los espacios que se adhirieron a la creación original, la única verdad. Este ascetismo, muy próximo al de William Blake, presupone una necesaria purificación: la eliminación de las escorias sociales y culturales que cubrieron las almas en los tiempos originarios (¿qué es, si no, La edad de oro o La eternidad para Rimbaud?). Sólo y de esa forma la luz dará finalmente un verdadero testimonio... Aunque Rimbaud se pregunta cómo hacerlo, sin utilizar las muletas propias de las reglas habituales del lenguaje: el desarreglo de todos los sentidos necesita de la invención de un nuevo idioma: “La poesía no ritmará ya la acción; estará por delante”, “¡libres los nuevos! de execrar a los antepasados: estamos en su casa y tenemos tiempo”, “exijamos a los poetas algo nuevo, ideas y formas”. La teoría del voyant en Rimbaud se desarrolla en dos cartas (13 de mayo de 1871 a Izambard y 15 de mayo de 1871 a Demeny), mucho antes de conocer a Verlaine, instalarse en París, y comenzar a escribir sus trabajos más reconocidos. El sufrimiento y desarreglo del poeta (“Imagine a un hombre injertándose y cultivándose verrugas en la cara”), o bien lo indicado para ser transformado en vidente, nunca resultó en vano... Exactamente un año después, en mayo de 1872, aparece firmado su poema La Eternidad. Aquí irrumpe un término que bien podría reemplazar a la figura del voyant: orietur (que textualmente significa “él nacerá”, y que se aplica a Cristo en Malaquías 3:20, y al significado de iluminación dado a la imagen del sol), palabra que se utiliza a menudo en el Antiguo Testamento y que se refiere a la promesa de Dios de enviar un mesías. Rimbaud escribe en el poema La eternidad: “No hay esperanza/ Ningún orietur”. ¿O es que acaso el voyant Rimbaud advirtió –finalmente– que no existirá tal orietur o mesías? Pruebas de sus visiones abundan en su trabajo: ningún lector de sus cartas dejará de sorprenderse al leer en Una temporada en el infierno, libro que escribió mucho antes de marcharse de Europa, su profético destino: “Mi jornada está cumplida; dejo Europa (…). El aire marino quemará mis pulmones; los climas perdidos me curtirán (…). Regresaré, con miembros de hierro, la piel oscura, la mirada furiosa: por mi máscara, me juzgarán de una raza fuerte. Tendré oro: seré ocioso y brutal. Las mujeres cuidan a esos feroces lisiados que regresan de los países cálidos”. Después de abandonarlo todo, después de irse a traficar a Africa y volver a Europa con ganancias extraordinarias, Arthur Rimbaud murió a los 37 años con una pierna amputada en un hospital de Marsella, junto a su hermana Isabelle Rimbaud.