Mi cultura enterrada
Semanas atrás se desarrolló en Lincoln –provincia de Buenos Aires– una singular residencia internacional de arte contemporáneo. Durante dos semanas, once artistas latinoamericanos trabajaron, en convivencia con los pobladores, en once localidades que conforman el partido. Un acontecimiento inédito hasta ahora.
Pasado el mediodía la temperatura alcanza los 35 grados. Las calles están desiertas, los autos recostados en los márgenes de los campos; sólo el viento, intermitente, arrastra el polvo que bailotea suspendido en la inmensidad monocorde. El bar del pueblo, que es a la vez dispensario básico de todo, está cerrado. Al igual que el club; al igual que la capilla, espantosa y omnipresente como un dolor de muelas. Triunvirato –24 km de Lincoln– ostenta 93 habitantes desperdigados en la funda verde del cuerpo rural. El pueblo no tiene farmacia ni sala sanitaria ni central de policía, pero alberga una casa embrujada que marca el pulso legendario del lugar. Dentro de la casa, aseguran, hay un muerto enterrado; un sujeto obeso y mezquino que reventó de tanto comer. La casa está abandonada desde hace décadas. Nadie se atrevió a traspasar el umbral descolado de la puerta. Hasta ahora. “Al entrar corroboré que jamás nadie había entrado: me topé con una cantidad enorme de documentos, fotografías, dinero y car tas, escritas en vasco (y francés) fechadas en su mayoría entre 1920 y 1930, enviadas desde Hasparren (Francia) y dirigidas a dos habitantes de la casa: Fernando y Mariana Jáuregui”. Ungido con pasaporte pagano, y desoyendo los consejos de todos, Simón retiró buena parte de ese material para indagar en la historia de la casa, de la familia, de Triunvirato, y dar comienzo así al trabajo para el que había sido convocado.
Simón Fuentes es un artista visual chileno. Uno de los once artistas latinoamericanos seleccionados para participar de una residencia (inédita en la región) de arte contemporáneo organizada por la Municipalidad de Lincoln. Hablamos de once artistas ubicados en once localidades del partido para trabajar durante dos semanas su proyecto, en sintonía con los habitantes del lugar. Comunitaria –el nombre del programa; www.comunitariaargentina. org– se propone promover un vínculo directo, sin intermediarios entre el artista y la comunidad. “Es interesante cómo se fue dando el proceso. Cuando le comentamos la idea a la gente de los pueblos le costó mucho entender qué es lo que queríamos hacer. Los delegados re-
Arriba, pobladores de Bermúdez caracterizados como miembros de la antigua delegación, hoy inexistente; en el medio, Simón Fuentes y su proyecto: refundar la (espantosa) capilla de Triunvirato –en desuso– y convertirla en un SUM. Abajo a la izquierda: obra afincada en Las Toscas, diseñada por Leonardo Remor (Brasil); a la derecha, la artista paulista Flavia Mielnik. marcaban que gastábamos dinero en algo artístico cuando hacen falta tantas cosas, como mejores accesos. Pero con el paso de los días comprendieron que alguien venía de otro lugar a escuchar, no desde la política en época de elecciones. De ese modo se gestó un sentido de pertenencia, se generó un vínculo entre ellos. Y por último se apropiaron del proyecto”. Quien lo dice es Rodolfo Sala, director general de Museos del Partido de Lincoln y uno de los promotores de la iniciativa.
A pocos kilómetros de Triunvirato desembarcó Flavia Mielnik, que al igual que Simón se hospedó en la escuela para hacer en una primera etapa lo mismo que todos sus colegas: reunir a la comunidad, presentar el proyecto y presentarse, para luego escuchar y contemplar. A diferencia de Triunvirato, en Bermúdez no hay siquiera un club, un lugar donde reunirse. Algunos –sólo hombres– se amontonan en el bar. Hablamos de una comunidad de ochenta habitantes y una página de Wikipedia que exprime con gotero la escuálida información guber namenta l. Cuenta Sala que cuando la ar tista brasileña llegó al pueblo, una decepción espontánea se propagó en la pueblada. En lugar de una corpulenta mujer de piel de ébano como la imaginaron, se encontraron con una muchacha diminuta, de piel muy blanca y pelo rubio como otros tantos exponentes de la gringada pampeana. Flavia es paulista (la plantilla de residentes se completa con una artista chilena, una uruguaya, tres argentinos y cuatro brasileños) y basó su trabajo en oficios y profesiones que ya no existen en la comuna: panaderos, carniceros, y así.
Como bien explica Sala, el arte contemporáneo no es acción social. Tensar el concepto, ponerlo en conflicto, interpelar, provocar en definitiva. Como sea, al visibilizar las propias manifestaciones culturales florece el germen de la identidad. En once pequeñas comunidades de una también pequeña localidad bonaerense se hizo el intento. Esperemos celebrar entonces una segunda edición.