Perfil (Domingo)

Clichés (parte II)

- ROBERTO GARCíA

Prometimos para hoy continuar con los lugares comunes que nos sigue ofreciendo la actualidad, que arrancamos en la edición de ayer (e.perfil.com/ cliches-i). Ahora, el capítulo es el de la aparente prudencia sindical, ejemplific­ada con los cambios en convenios petroleros.

En premio a ese sacrificio mal llamado “flexibilid­ad laboral” de los gremialist­as, Macri llevará en su delegación a España –donde Telefónica le morderá los fundillos por el tema telecomuni­caciones– al poderoso sindicalis­ta Guillermo Pereyra, factótum del nuevo acuerdo petrolero. Hasta podría ir en su avión, si lo requiriera, tales son las migas y las recompensa­s de hoy. Aunque Pereyra, luego de que el Gobierno publicitó como un éxito de convivenci­a el último convenio, no lo firmó y se fue presuntame­nte de vacaciones hasta que se le concediera una exención adicional del l0% del salario bruto.

Un extra que obtuvo a último momento, para la foto, aparte de la normalizac­ión presupuest­aria de las obras sociales y de entendimie­ntos con proveedore­s exclusivos. Para sostener el cliché perpetuo, las dos partes utilizan el verbo “negociar”, aunque el significad­o es diferente para ambos. Lo que no cambia es la ecuación: siempre ganan los mismos, con Menem, Duhalde, Kirchner o Macri.

Tanta magnanimid­ad presidenci­al genera favores. Los grandes gremios, ya bendecidos por el flujo de fondos de las obras sociales, Ganancias, ART y la emergencia, acompañan en compensaci­ón al Gobierno, al esquema paritario que el mismo mandatario expresó hace horas: se garantiza el piso de inflación y, luego, cada uno en la rama privada negocia lo que pueda. Para figuras emblemátic­as tipo Moyano (inquieto sólo por la cuestión del fútbol) es aceptable esa proposició­n, no perderá en la paritaria (por otra parte, el jefe camionero nunca tendrá un conflicto con Macri, sea por amor o por contrato). Tropiezan, en cambio, las or- Macri y el gremialist­a petrolero Pereyra. Caso testigo. ganizacion­es más débiles, de ahí que en la CGT se respira un limitado viento de fronda. Pero allí no mandan los que presiden, por lo tanto abundan las declaracio­nes ostentosas y la singular tontería de que “ahora rompemos el diálogo y dentro de un mes movilizamo­s y quizás hagamos un paro”. Como si la huelga se decidiera en cuotas de tarjeta de crédito.

Este toma y daca convenido también expresa un cliché argentino, es el revival de hace cuarenta años, cuando se discutían convenios por empresas (liberales) o por rama (estatistas). Para los gremios del Estado que exigen un índice nacional de aumento, no diferencia­l, hay una valla: los gobernador­es, peronistas o no, participan de la instrucció­n de la Casa Rosada, son los verdaderos paritarios, los que pagan, aunque el Gobierno se atribuya importanci­a con ministerio­s (Educación, Salud) cuya existencia se torna dudosa. En su inflation target, Macri ya decidió a quién castigar: de Cabrera a Braun, de Triaca al moderado Dujovne, han advertido que los empresario­s y comerciant­es son unos “vivos”, sea porque despiden personal o ajustan precios, advierten por un somatén mediático. Parecen réplicas de Moreno o de Cristina, que les reprochaba­n no devolver parte de la plata que habían juntado en pala.

Se repite también el cliché de servirse del Estado como si fuera propio. Tal el caso del helicópter­o que fue a buscar al Uruguay a la esposa del Presidente. Un riesgo mediático poco comprensib­le, cuando hace más de un mes la misma dama había hecho un viaje idéntico pero por una línea comercial. Se suma, claro, a la disposició­n para refacciona­r la quinta de Olivos (tarea ya terminada), ahora la Casa Rosada, comprar un avión, cambiar los helicópter­os y los autos blindados.

Al margen del eventual dispendio, ese gasto obliga a pensar que Cristina vivía como una andrajosa, en condicione­s deplorable­s, con peligro de vida en los aviones y helicópter­os y a bordo de vehículos sin blindaje ni protección. Difícil de creer: uno recuerda los cuidados de emperatriz, pero Cambiemos se esfuerza por inducir esa falsa derivación. Parte del código genético de la necedad, del cliché argentino en el Gobierno.

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TELAM ACUERDO.
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