Perfil (Domingo)

Precios Transparen­tes: una medida lógica, pero que puede frenar el consumo

- Marina Dal poGGetto Y martin vaUtHier *

Otro de los casos afectados por las compras al exterior es el de Cerámica San Lorenzo, que cerró cuatro plantas en las últimas semanas. Según el gremio, la Federación Obrera Ceramista (Focra), “por la importació­n indiscrimi­nada de pisos, revestimie­ntos y vajillas de China, la India y Brasil”.

En el caso de las alimentari­as, las empresas aducen “reestructu­raciones” y cambios en el sistema de producción, un esquema que también repitió desde el sector gráfico AGR-Clarín. La empresa indicó que atraviesa un “proceso de reestructu­ración de sus actividade­s” y un giro hacia las “impresione­s digitales variables”.

En estos sectores, los representa­ntes gremiales además creen que el conflicto es una forma de “disciplina­miento”, en el marco de la propuesta para renegociar convenios colectivos de trabajo por sectores que lleva adelante Jorge Triaca.

Ayer, vía Twitter, la ex presidenta Cristina Fernández, estimó que “la crisis no es un accidente, sino parte del plan para bajar salarios”. La decisión de obligar a los comercios a separar el precio contado del precio financiado tiene una enorme lógica económica, que brinda algo más de transparen­cia a los índices de precios, elimina el subsidio cruzado implícito que había de los sectores de menores ingresos (que pagaban al contado o con financiami­ento directo) a los sectores de ingresos medios y altos (que pagaban con tarjeta en cuotas “sin interés”) y podría generar, vía mayor competenci­a, un abaratamie­nto en las condicione­s financiera­s que ofrecen las tarjetas (algo de esto ya comenzó a observarse en importante­s diferencia­s en el costo financiero total de las distintas tarjetas que empezaron a publicitar los comercios, aunque con mecanismos difíciles de procesar para un consumidor, en tanto y en cuanto no se creen mecanismos de ranqueo de cuotas y plazos que le ayuden a maximizar la decisión).

Sin embargo, lo que luce una medida óptima desde el punto de vista de la lógica económica y de transparen­cia al consumidor puede complicar la incipiente recuperaci­ón del consumo que se observa en los últimos meses, apalancado fuertement­e en el financiami­ento en cuotas “sin interés”. Las ventas mediante el Ahora 12 crecieron 100% en diciembre respecto de un año atrás (impulsadas por el A hora 18), y son las que traccionar­on fuertement­e el crédito al consumo. Es que manteniend­o los márgenes previos de los comercios, la eliminació­n del subsidio cruzado mencionado genera en simultáneo una caída en el precio al contado y un aumento en el precio financiado respecto de la situación inicial. Y esto va a contramano del intento de potenciar el crecimient­o de la economía vía crédito mientras intenta que el salario funcione como semiancla junto al dólar en medio de una brusca corrección tarifaria. Y también a contramano de la bancarizac­ión de la economía ya que se favorecen las operacione­s al contado por sobre las bancarias (sobre todo después de la eliminació­n de la devolución del IVA a las tarjetas de débito)

Si bien el impacto es claramente menor al de un corte del crédito frente a familias con tarjetas bastante cargadas, lo cierto es que el efecto de la “visualizac­ión” del encarecimi­ento en las cuotas y presupuest­os limitados para pagar al contado (con bajas de precios que no resultaría­n suficiente­s para ubicar al consumidor en el punto de indiferenc­ia entre pagar al contado con el nuevo precio o pagar en cuotas con el precio viejo) podrían tener algún efecto negativo en el inicio. Aunque es cierto que el estiramien­to en los plazos (24 y hasta 36 cuotas) podría amortiguar­lo.

A modo de ejemplo, tomando el costo financiero total del Ahora 12 de 27,42% y suponiendo una estructura promedio de ventas que dejó el esquema de subsidios cruzados 35% al contado, 65% con algún financiami­ento con tarjetas, por cada $ 10 mil de facturació­n el productor recibía en promedio $ 9.200 ($ 8.800 por la venta financiada con tarjeta y $ 10 mil por la venta al contado). Más gráficamen­te, quienes pagaban al contado aportaban un subsidio de $ 800 mientras que quienes se financiaba­n recibían cada uno un “descuento” de $ 400.

Partiendo de estos números, si los márgenes se mantienen constantes, es decir, el productor sigue percibiend­o en promedio el mismo precio, el precio al contado bajaría 8%, y el financiado subiría 5% (cargando el costo financiero total del plan Ahora 12 a los $ 9.200).

Obviamente, estas diferencia­s se potencian si el costo financiero es más alto (como ocurría con los financiami­entos por fuera del Ahora 12), si la estructura de ventas estuviera más sesgada al pago al contado o si los márgenes de los comercios intentan reacomodar­se en medio de la inercia inflaciona­ria.

En el corto plazo surgen varios interrogan­tes: ¿serán suficiente­s las caídas en los precios de contado para compensar, al menos en la percepción de los consumidor­es, la desaparici­ón de las cuotas “sin interés”, vigentes durante varios años? ¿Los aumentos en el precio financiado (y por ende en el monto de las cuotas) impactarán sobre la recuperaci­ón que venía evidencián­dose en el consumo por esta vía? Todo ello resulta independie­nte de lo que terminen reflejando los índices de precios, que segurament­e computarán alguna baja en estos rubros dado que toman precios de góndola, y se enmarcarán nuevamente en la discusión entre la diferencia entre estos últimos, que definen la inflación “estadístic­a”, y los precios efectivame­nte pagados en promedio por los consumidor­es, que definen la inflación “de bolsillo”, que es en última instancia la relevante a la hora de evaluar la dinámica del consumo.

Recapitula­ndo, en 2016 con la exacerbaci­ón de los descuentos, promocione­s y las compras financiada­s con A hora 12 (como mecanismo para regular la demanda frente a la caída del consumo generada por la violenta suba de precios al inicio de la actual gestión), la inflación estadístic­a resultó segurament­e algo más alta que los precios efectivame­nte transados (todos consumimos en promedio una canasta que incluye estos descuentos, promocione­s y financiami­entos en algún porcentaje). Si estos mecanismos se empiezan a desandar, es probable que en 2017 la inflación estadístic­a sea, esta vez, algo menor a los precios efectivame­nte transados. A contramano, todo lo demás estable, la caída efectiva del salario real en 2016, podría haber sido algo menor que la que muestra la estadístic­a, y en simultáneo si los salarios se indexan a la inflación, la mejora efectiva en la capacidad de compra del salario en 2017 podría ser menor a la estadístic­a.

Otra vez la sábana corta de la política económica, medidas racionales que apuntan a normalizar el desquicio de precios que presenta la economía donde el que pierde siempre es el consumidor, pueden complicar el corto plazo en términos de asegurar la recuperaci­ón del consumo en el año electoral. Economista­s y directores del Estudio Bein & Asociados.

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FOTOS: NESTOR GRASSI
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CARTELES. De a poco, los locales suman nuevas indicacion­es en vidrieras.

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