Culpan al presidente de ee.UU. de fortalecer el relato de estado islámico
Analistas de seguridad internacional sostienen que sus medidas contra refugiados e inmigrantes musulmanes alientan al califato a reclutar milicianos. temen más atentados.
Donald Trump está haciendo a Estado Islámico grande otra vez. Su polémico decreto que prohibió la llegada de inmigrantes y refugiados de siete países de mayoría musulmana –suspendido este viernes por la Justicia– es música para los oídos de Abu Bakr al-Baghdadi, el líder de la organización terrorista. No sólo les cierra las puertas de Estados Unidos a los refugiados que huyen de sus garras en Siria e Irak, sino que también provee argumentos a su “narrativa yihadista”, destinada a captar “lobos solitarios” para reaccionar ante una supuesta guerra de Occidente contra el islam.
Estados Unidos y el mundo están menos seguros tras la llegada del republicano a la Casa Blanca. A esa conclusión llegó el profesor de Ciencia Política de la Universidad de Chicago, Robert Pape, experto en terrorismo y seguridad
trump cerró las puertas de su país a los que huyen de las garras del yihadismo
internacional. En un artículo publicado en Boston Globe, el analista explicó cuál es la motivación de los terroristas suicidas: “La razón número uno es la propaganda contenida en los videos, en las cintas y en las revistas de estos grupos. Está inspirada por la noción de reaccionar ante la amenaza occidental a las comunidades musulmanas”.
Para Estado Islámico, A l Qaeda y otras organizaciones, la retórica islamófoba de Trump es el mejor argumento para captar a jóvenes marginados de las periferias de Nueva York, París o Londres. “Desafortunadamente, la prohibición de inmigrantes y refugiados de países de mayoría musulmana les hace el juego a los grupos extremistas. En Medio Oriente, algunos afirman: ‘Estado Islámico nos dijo que los norteamericanos odiaban a los musulmanes y al islam. Esto prueba que tenían razón’”, confió a PERFIL Michele Dunn, directora del Programa de Medio Oriente del Carnegie Endowment for International Peace.
En su decreto, Trump apuntó contra ciudadanos de Siria, Irak, Irán, Yemen, Libia, Sudán y Somalia, argumentando que su ingreso amenazaba la seguridad de los Estados Unidos. La medida, sin embargo, no buscó individualizar a potenciales atacantes, sino que trató a todos como sospechosos. Cada musulmán detenido en un aeropuerto estadounidense, cada inmigrante al que le revocaron su visa, aquel trabajador o turis- ta que fue enviado de regreso a su país se convirtió, según Pape, en una potencial víctima del canto de sirenas de los terroristas.
Los extremistas, de uno y otro lado, se retroalimentan a sí mismos. Por eso, para Estado Islámico es negocio que Trump persiga con decretos y leyes a los musulmanes que viven y viajan a su país. Esas medidas le facilitan reclutar y activar células dormidas, que podrían atacar en Estados Unidos, Europa y cualquier otro punto del globo.
El Califato, al igual que Al Qaeda, busca liderar la “yihad global”, la guerra santa contra los enemigos del islam. Se trata de una red internacional, carente de centro, que busca la reunificación de la Umma, es decir, de la comunidad de creyentes del islam.
Tras los reveses militares en Siria e Irak, donde Estado Islámico perdió control territorial, la apuesta del Califato es sembrar el terror en Occidente. “Estados Unidos mató a mujeres, niños y ancianos durante su ocupación de Irak. Familias musulmanas fueron asesinadas bajo la amplia de- finición de daño colateral. Pero si un muyahidín mata a un hombre con un cuchillo, es un asesinato atroz de un inocente”, embistió EI en su revista Dabiq, hablándoles a sus potenciales “lobos solitarios”.
Trump prometió hacer grande a Estados Unidos, pero sólo está fortaleciendo a sus enemigos. “Sospecho y temo que será más facil para Estado Islámico reclutar personas para atacar dentro del país y en el exterior”, se lamentó Dunn. La guerra del republicano contra el terrorismo promete cobrarse más bajas.