Perfil (Domingo)

Los países de la región, estrictos con los emigrantes argentinos

- CAROLINA SALVATORE

Quienes deciden ir a vivir a Perú, Bolivia o Paraguay desde Argentina encuentran exigencias que incluyen desde informes de Interpol y declaracio­nes juradas hasta análisis de HIV cuando solicitan la residencia.

Hay situacione­s que se explican mejor saliendo de ciertas convencion­es que impone la práctica periodísti­ca –por caso, la tercera persona– y relatando la propia experienci­a. Quien esto escribe es periodista. Y argentina. Y vive en Perú. Por eso, lo que pasaré a relatar, sirve como un caso. No es un “autor” que opina, sino una periodista que brinda su testimonio. Sí, gran parte de lo que leerán es casi el resultado de haberme entrevista­do casi, si se me permite, a mí misma. Amanecer de un lunes agitado. El lunes me levanté temprano como todos los días. No bien abrí los ojos, y como parte de esta obsesión profesiona­l que tenemos los periodista­s, lo primero que hice fue mirar mi celular y encontrar infinidad de mails y mensajes de WhatsApp de colegas argentinos. Todos querían consultar acerca del cambio migratorio, de cómo lo habían vivido los peruanos, cuáles eran las repercusio­nes y si había causado la misma polémica que allí.

La verdad que no, no pasó nada de eso. Es más, a nadie le importó la noticia. El problema era que a mí tampoco me llamaba la atención, ni me alarmaba, ni me parecía polémico puesto que hace cinco años cuando había llegado a este país me habían pedido no sólo los antecedent­es penales sino, también, los judiciales, un contrato de trabajo que sustentara mi intención de obtener la residencia temporaria y otros documentos junto al pago de tramitació­n.

Confieso que fue extrema- damente tedioso realizar los trámites ya que cada papel se obtenía en una oficina distinta y recuerdo haber estado dos días recorriend­o Lima con la intención de conseguirl­os con rapidez. Quedaba la última parte, la más larga y agotadora: hacer la fila en Migracione­s y presentar todos los documentos. La verdad que a pesar del cansancio fui paciente porque entendía que era este país, Perú, que me estaba dando la posibilida­d de establecer­me y poder trabajar o realizar actividade­s económicas durante dos años y que para ello debía demostrar que mis antecedent­es e intencione­s eran buenas.

Declaració­n jurada. Durante esos dos primeros años trabajé en un programa de investigac­iones, Reporte semanal, con el que viajaba por el mundo y salía al menos una vez al mes. En cada oportunida­d a lo largo de ese período, debía presentar mi declaració­n jurada firmada por el gerente del canal de televisión, donde se detallaban mis ingresos y aportes a la Sunat, que vendría a ser la AFIP peruana. Esto se presentaba en el puesto de Migracione­s del aeropuerto, sin ella segurament­e podría salir pero no volver a entrar hasta poner en orden mi situación. Después de esos dos años pude cambiar mi calidad migratoria y otra vez presentar documentos que declararan que no tenía antecedent­es, ni fuera ni dentro del país, para finalmente obtener mi residencia permanente e indefinida. Ahora sólo realizo mi pago de tasa anual en extranjerí­a.

Es importante saber que cualquier alteración a la ley peruana significa la expulsión inmediata del país y ésta es una práctica muy utilizada por sus autoridade­s. Si se comete un delito, si no se puede sustentar un sueldo del cual se vive, entre otras cuestiones, es probable que se abra un sumario, se lo investigue y se lo expulse, ya sea provisoria­mente o de por vida.

Pasión de multitudes. Los argentinos en Perú hemos tenido grandes oportunida­des laborales y muchos, incluso, trabajamos en nuestras profesione­s. Rodrigo Verdera tiene 36 años. Llegó desde Argentina hace tres y hoy es entrenador del selecciona­do peruano de talla pequeña además de dar clases personales de fútbol. Vivía en Necochea y trabajaba de lo suyo pero tenía que obtener más recursos económicos haciendo horas como conserje en un hotel. “Llegué acá sin trabajo ni nada, a la buena de Dios, a ver qué onda. Vi varias opciones pero nadie me tomaba porque tenía que tener mi carnet de extranjerí­a que conseguí después de dos meses. Si no estás legalmente es muy difícil. Todo cambió una vez que pude regulariza­r mi situación y hoy estoy agradecido de las oportunida­des que me da este país. Me parece perfecto que se pidan antecedent­es penales, es una forma de demostrar que somos personas de bien y queremos ser parte de la construcci­ón de esta sociedad de manera positiva”.

En Perú nadie trabaja si no obtiene previament­e su residencia temporal, nadie, es ley y se cumple. Y el pedido de antecedent­es penales como requisito para obtenerla no se da únicamente aquí, también lo hace Bolivia, que tiene una acuerdo de bilaterali­dad con A rgentina. Incluso los trámites son similares a los de Perú y la documentac­ión la misma: antecedent­es penales, judiciales, ficha de Interpol, una declaració­n jurada cuyo formato se encuentra en la página de Migracione­s de ese país, contrato de trabajo, pasaporte o cédula de identidad y el pago de la documentac­ión. Estos acuerdos permiten establecer­se dos años con la residencia temporaria y luego de eso presentar nuevamente los documentos para obtener la residencia permanente.

Caldo de cultivo. Alejandro Sciscioli (ver recuadro) pade- ció en Paraguay un entramado complejo.

“Actualment­e soy Country Manager y socio local de una empresa regional de monitoreo de medios, con sede en Argentina, que se llama GlobalNews Group y sobre mi experienci­a en este país, más allá de los engorrosos trámites migratorio­s, ha sido altamente positiva. Me casé, me divorcié y me volví a casar. Hice carrera profesiona­l e incluso tuve la oportunida­d de representa­r a Paraguay en un par de oportunida­des, aún siendo extranjero. Amo este país y no volvería” dice Alejandro Sciscioli.

El problema no terminan siendo los requisitos migratorio­s que se piden, sino cómo son utilizados por sus autoridade­s. Los inmigrante­s, aquellos que llegan con mucha ilusión, no tienen temor en mostrar sus antecedent­es puesto que se trata de una especie de CV para el país que los acoge.

El problema está en querer usar estos requisitos para frenar la migración, o parte de ella. En discrimina­r por raza, color, cultura o condición social. En que, como pasa en muchos países mencionado­s, a veces tantos documentos resultan una telaraña abrumadora para un inmigrante que recién acaba de llegar y no tiene a nadie de confianza a quien consultar, y ahí surgen los pedidos de coimas por parte de los propios funcionari­os, o un sistema irregular de tramitador­es que les prometen facilidade­s y lo único que hacen es estafarlos con la poca plata que tienen.

Muchas veces he escuchado: “Vienen a robar el trabajo aquí”; “volvete a tu país” o cosas por el estilo. Una sola de estas expresione­s estando fuera de “casa” puede lastimarte como un puñal.

Está claro que la gente de mal vivir no entra a documentar­se, ni a tener sus papeles en regla, sino que atraviesan las fronteras como coladores, las mismas que están sin seguridad y por donde no sólo se trafica sino que pasan los delincuent­es más peligrosos como narcotrafi­cantes o asesinos. En Perú se dice: “Quien no la debe no la teme...”.

“El problema está en querer usar todo este papelerío para frenar la inmigració­n, en discrimina­r por raza, color, cultura o clase social.”

Mañana, lunes 6, escuchá en perfil.com el relato de Carolina Salvatore.

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FOTOS: CEDOC PERFIL BIENVENIDO­S. En Perú, el requisito de presentar antecedent­es legales existe desde hace varios años. La discusión allí es qué hacer con los refugiados venezolano­s.
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SALVATORE. La autora es periodista y vive en Perú. Vivió la experienci­a en carne propia.
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HITOS. Si bien las leyes migratoria­s son muy estrictas, las fronteras, como las de Bolivia y Perú, o la de Paraguay, son muy permeables. Arriba, la embajada argentina en Lima.

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