“Una huida hacia la propia frontera”
Luis Gnecco es un prestigioso actor en su país: ha hecho teatro y cine, pero sin duda su interpretación de Neruda lo está haciendo conocido en más países. La película, que fue nominada al Globo de Oro como Mejor Película Extranjera, está dirigida por Pablo Larraín, uno de los directores latinoamericanos con más nominaciones y premios en los últimos festivales de cine. En Neruda actúan Mercedes Morán como la esposa del poeta y Gael García Bernal como el policía que lo persigue. Pese a que usa datos de la vida de Neruda, la película no tiene un tono documental.
—Si bien “Neruda” quedó fuera de camino de los Oscar y no ganó los Globos de Oro, Pablo Larraín se ha convertido en un director mimado por la Academia. ¿Cómo fue trabajar con él?
—Larraín, más allá de las relaciones públicas –que las tiene–, ha caído por su propio peso, su mirada es muy política y de una gran sensibilidad. En general sus películas no han sido muy bien recibidas por la crítica local, quizá porque no son fáciles, pero también por cierta mezquindad: hay personas que no se han cansado de restregarle en la cara que es hijo de un senador de derecha, cercano a Pinochet. De hecho, alguien dijo que nadie que se apellidara Larraín podía hacer una película sobre un poeta popular y comunista como Neruda.
—Una crítica en tu país trató a este Neruda como “fastidioso y poco creíble”, sin tener en cuenta que el propio Neruda hizo de sí un personaje. ¿Por qué cree que cuesta ver a Neruda como ese personaje que hizo de sí?
—Neruda en un momento tenía 20 años, vivía en el sur de Chile y decidió convertirse en un gran poeta: se vino a Santiago, se dio cuenta de que le quedaba chica la ciudad y se fue a Indochina a fumar opio, tomar whisky, conocer el mundo y escribir su obra. Después de la Segunda Guerra Mundial ya era un tipo muy importante. Lo genial de la película es que se presume que a Neruda sólo le faltaba convertirse en un mito, de hecho cuando recibió el Premio Nobel habló de esta huida. Es difícil entender el mundo nerudiano desde el hoy. ¿Cómo entiendes que un noble comunista como él fuera a la vez un noble hedonista? La dificultad de este papel fue que todo el mundo en Chile tiene su visión de Neruda, por lo tanto, hiciera lo que se hiciese, iba a ser criticada igual. A mí el guión, cuando lo leí, me pareció genial: no era una visión histórica; era y es una elaboración.
—¿Cómo ve a Neruda como intelectual?
—Neruda no era un teórico. No se sentaba a hacer sociología o antropología, él se desplegaba esencialmente en las áreas del lenguaje misteriosas que llamamos poesía. Era un tipo sensible e inteligente y sabía qué lugar ocupaba. Era un intelectual en una época donde era más necesario un intelectual activista que teórico. No teorizó sobre la Guerra Civil Española, subió a unos catalanes a un barco y los trajo a Chile para salvarles la vida.
—¿Aprendió algo después de hacer esta película?
—Aprendí que el mandato de ser artista es una búsqueda permanente de la libertad, de la reinvención. Esta película reinstala la idea de reinventarse a través de la ficción. Si tú me preguntas con qué Neruda me quedo, si con el Neruda real o con el de la ficción, me quedo con el de la ficción. La película está llena de metáforas narrativas. ¿La huida a la Argentina es otra metáfora narrativa? Creo que es una huida a la ficción. Y sólo hay que ir hacia esa dirección como artista. No es una ruta hacia la frontera con la Argentina: es una ruta hacia tu propia frontera.