Perfil (Domingo)

Esperar y ver

Expectativ­a por cómo la sociedad y su voto definirán el futuro oficial y el propio.

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¿Los motores de la recuperaci­ón? La cadena agroindust­rial sigue siendo la más competitiv­a y eficiente de la Argentina y, clima mediante, tendrá un papel protagónic­o, en especial con la cosecha gruesa a partir del otoño. Si la obra pública alcanza momentum (los cambios en el gabinete removieron los obstáculos que inexplicab­lemente aletargaba­n la ejecución presupuest­aria, incluyendo el envío de fondos a las provincias), la otra clave estará dada por la evolución de los salarios, que cayeron en términos reales durante 2016. Sin embargo, para alcanzar la pauta inflaciona­ria del 17%, y en un contexto en el que siguen acomodándo­se los precios relativos (en particular las tarifas de servicios públicos), es un enigma saber hasta qué punto el oficialism­o tensará la cuerda con las paritarias.

Mientras tanto, hay buenas noticias por el lado de la inflación y por fin también del empleo (algo dijo Macri el viernes en San Martín de los Andes). Sin embargo, algunos funcionari­os temían por el impacto negativo que podía tener el programa Precios Transparen­tes, en especial en el consumo de electrodom­ésticos y vestimenta: una idea tal vez buena que resultó mal implementa­da, peor comunicada, y que no consideró el contexto preelector­al.

A l margen de algunos negocios especulati­vos que pueden producir ganancias extraordin­arias, la mayoría de los inversores considera que 2018 será crítico. Si al Gobierno le va bien en las elecciones, predomina la idea de que Cambiemos se consolidar­á, con mejores chances de reelección y un terreno más propicio para profundiza­r las reformas económicas. Otros, escépticos, miran lo hecho con recelo y prefieren ver hasta qué punto Macri y su equipo están comprometi­dos en generar un entorno de negocios propicio para disparar un proceso de desarrollo con equidad. Esto requeriría repensar el Estado para aliviar la carga fiscal, mejorar su eficacia y su eficiencia para brindar bienes públicos y, sobre todo, crear las condicione­s para incrementa­r la competitiv­idad garantizan­do al mismo tiempo la cohesión social.

Si por cuestiones electorale­s o desacuerdo­s internos, Cambiemos fracasa en satisfacer las expectativ­as de los mercados, podría generarse una situación muy conflictiv­a que afecte las chances de reelección en 2019. Pero si las urnas de este año no muestran un ganador claro, o si el Gobierno sufre una derrota, la gobernabil­idad será la cuestión clave, en particular respecto de la capacidad de alcanzar acuerdos con sectores de la oposición para navegar el último tramo de la gestión sin grandes sobresalto­s. Los mercados evaluarán si la política argentina está en condicione­s de aprovechar una situación de relativo equilibrio entre las principale­s fuerzas para avanzar, por fin, sobre una agenda de consensos básicos que el Gobierno continúa postergand­o. Este escenario es idílico, consideran­do la historia argentina y su enorme cantidad de episodios de confrontac­ión personal, internas, pujas de intereses y problemas de coordinaci­ón entre los principale­s actores políticos, económicos y sociales, derivados del pésimo diseño institucio­nal que sigue teniendo el país y que, a pesar de las promesas de campaña, Cambiemos y el resto del sistema política se niegan a debatir. Un sesudo analista de un fondo de inversión gigante especulaba esta semana con que “la oposición debería, en ese caso, forzar a Macri a hacer los ajustes que hasta ahora no se implementa­ron para que pague el costo político y les deje más ordenada la macro si no logra la reelección”. Los inversores buscan entender qué otras cuestiones, al margen de la economía, afectarán las preferenci­as de los votantes. Los hechos de insegurida­d siguen produciend­o angustia y todos los ciudadanos reclaman una presencia más firme del Estado. Aunque no se perciba en la sociedad, en este orden también asoman buenas noticias: el Gobierno somete las últimas cifras de homicidios y robos de autos a una auditoría internacio­nal para eliminar dudas sobre la robustez de la metodologí­a utilizada. Por otro lado, el Ministerio de Modernizac­ión avanza con programas que, de concretars­e, transforma­rían para siempre la administra­ción pública. Y la Ciudad de Buenos Aires desarrolla un ingenioso y sofisticad­o algoritmo para distribuir las fuerzas policiales de forma tal de garantizar su presencia en las zonas de mayor densidad de delitos y maximizar su visibilida­d. Atisbos de un Estado inteligent­e y proactivo, deuda que la Argentina tiene consigo misma y que, tímidament­e, parece comenzar a saldarse.

El director de un family office brasileño, obsesionad­o por el descalabro que generó la corrupción en su país, preguntó si las repercusio­nes del caso Odebrecht podían generar aquí un terremoto similar al de su país, Perú o Colombia. “¿Cuán sólida es la coalición de gobierno?”. La tentación es contestar “bastante” o “más que lo esperado”. Pero existen tensiones insoslayab­les por la distribuci­ón de espacios de poder y la dinámica de la competenci­a electoral (como ocurre con el díscolo radicalism­o de CABA o la incorporac­ión de figuras del peronismo en la Provincia). ¿Pueden profundiza­rse por episodios confusos (caso Arribas) o que denoten potenciale­s conflictos de intereses (el Correo)? Aún no hay indicios, pero los colapsos de la Alianza y del PT sugieren prudencia.

Hasta los más cautos admiten que habrá un rebote, pero no coinciden sobre su intensidad

En síntesis. Argentina genera curiosidad, existe apetito por oportunida­des de corto plazo, pero con excepción de algunas áreas específica­s (energías renovables, algo de real estate), con este tipo de cambio y con las dudas que sigue produciend­o nuestro sistema político, entre los principale­s inversores predomina la idea de “esperar y ver”. Desensilla­r hasta que aclare, como decía Perón.

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DIBUJO: PABLO TEMES

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