EL PODER DE LA CAJA
A propósito del libro sobre Néstor Kirchner de Mario Wainfeld, un buen columnista político, en uno de sus principales puntos (el que trata sobre la recuperación del país a partir de 2001), incurre en un error común a varios opinadores (aun con diferentes visiones) en cuanto mencionan que es el presidente quien “levanta” o “recupera” un país; no, son los economistas. Sucedió con Menem-Cavallo y se repitió con Kirchner-Lavagna, sin olvidar a Remicov, quien fue el iniciador. Casualmente, y por los mismos motivos, se repitió el final en ambos casos. El mérito del primer mandatario siempre es brindar el apoyo político. Nunca hubo estrategia ni visión de largo plazo en Néstor Kirchner, pero mientras el ciclo internacional acompañaba la recuperación de la economía le hizo creer que podía improvisar decisiones con costos acotados. De este modo, dispuso el control de precios, el incremento de los subsidios, la manipulación de las cifras oficiales de inflación, los cambios en el sistema de jubilaciones, el incremento de las retenciones al agro, la colocación de bonos a Hugo Chávez, el eventual uso de reservas del Banco Central para pagar los vencimientos de la deuda y después la depredación del mercado de capitales mediante el saqueo del sistema de jubilaciones y pensiones. Como consecuencia de estas medidas, el país quedó en 2008 otra vez con un pie en el abismo. Lejos de afianzar un modelo de desarrollo en que el Estado jugara un papel fundamental, consagraron un capitalismo de amigos en el que Kirchner elegía quién ganaba y quién perdía. La clave era política: lo único que ofrecía el ex presidente a quienes lo apoyaban era dinero. Hacer política de este modo, sin tener ideología, proyectos, carisma, ni partido, lleva a que si un día se termina el dinero, finaliza su autoridad. Llámese Kirchner o quien fuera. Carlos A. Ferrer carlosferrer4010@hotmail.com