La obra mucho antes de la obra
En ocasiones los escritores suelen tener libros que desearían no haber escrito, y de los que incluso se avergüenzan. Generalmente pasa con las primeras obras de juventud. Es conocido, por ejemplo, el aborrecimiento de Borges a El tamaño de mi esperanza (1926), o el de Lugones a su Lunario sentimental. En el caso de B i o y, c o n frecuencia sostuvo que su obra empezaba en 1940, con la publicación de La invención de Morel. Pero lo cierto es que antes, durante la década del 30, publicó seis libros que están entre los incunables que aparecieron en su biblioteca de la calle Sarmiento, y que esconden algunas anécdotas curiosas. Uno de ellos, 17 disparos contra lo porvenir —que firmó como “Martín Sacastrú”—, es sintomático de cómo a veces funcionan las cosas para los escritores que pertenecen a algún tipo de aristocracia. Según cuenta Silvia Renée Arias en su Bioygrafía, el pequeño Adolfito le dio para leer estos cuentos a su padre y éste le recomendó entusiasmado que los llevara a la popular editorial Tor. Así lo hizo y, al poco tiempo –resumamos–, Torrendell, el editor, terminó publicando el libro en la reciente colección Cometa. Ahora bien, el problema –si es que esto lo es– es que, en realidad, la publicación no se debió a los méritos del libro, como creyó Bioy durante mucho tiempo, sino a los mér itos del bolsillo: su padre llegó antes que él a la oficina del editor y puso la plata sobre la mesa. Eso fue todo. Y algo similar había sucedido unos años antes con su primer libro, Prólogo, publicado en la imprenta y editorial Biblos. Después, por supuesto, advirtieron que el dinero no alcanzaba y lo llevaron a Villa Ocampo para que Victoria lo orientase. Pero ésa es otra historia.