Perfil (Domingo)

El horizonte laboral sigue encapotado

- JAVIER LINDENBOIM*

La falta de evidencias de que exista alguna forma de recuperaci­ón económica relevante sumada a las noticias de decisiones empresaria­s de sentido contrario (suspension­es o despidos lisa y llanamente) ofrece un panorama sumamente preocupant­e en materia sociolabor­al.

Si esto no fuera suficiente inconvenie­nte, venimos de una década de fuerte deterioro del sistema estadístic­o oficial. En tanto se logre la reconstruc­ción de los datos económicos y sociales más abarcadore­s es posible hacer un uso intensivo de la informació­n procesada desde hace algunos años por el Ministerio de Trabajo. Se trata básicament­e de dos conjuntos de datos. Uno de ellos se refiere sólo a los trabajador­es en relación de dependenci­a que laboran en el sector empresario privado. A fines de 2016 éstos eran poco más de seis millones de personas.

El otro grupo incluye a los trabajador­es estatales y al servicio doméstico e incluye, también, a los “independie­ntes” sean éstos autónomos o monotribut­istas. Todo este agregado sumaba al término de 2016 doce millones de trabajador­es registrado­s en el sistema previsiona­l argentino.

Entre enero y noviembre de 2016 hubo una pérdida acumulada de cincuenta mil asalariado­s privados; claro que con una dinámica variada a lo largo del año: en el primer semestre disminuyer­on 110 mil y de julio a noviembre se crearon 60 mil.

En el primer semestre, el impacto negativo mayor estuvo en la construcci­ón y las actividade­s inmobiliar­ias que, en conjunto, perdieron más de cincuenta mil puestos. Luego la industria con cerca de 30 mil y el conjunto de comercio más restaurant­es y hoteles con otro tanto. De allí a noviembre todas las ramas mencionada­s revirtiero­n su desempeño con la dramática excepción de la actividad industrial que agregó otra disminució­n de 15 mil trabajador­es.

Agregando los datos en nueve ramas (primario, industria, construcci­ón, comercio y hoteles, transporte, finanzas e inmobiliar­ias, enseñanza, servicios sociales y finalmente los comunitari­os y personales) se ve que en cinco de ellas en 2016 hubo pérdida de puestos. Observando los mismos once meses desde 2009 (primer año de esta serie) se aprecia que precisamen­te en 2009 fueron siete los sectores en los que hubo pérdidas de empleo. Y entre 2012 y 2014 hubo pérdidas en cuatro ramas. En otras palabras en cinco de los ocho años hubo pérdidas en al menos la mitad de las ramas. Esto con independen­cia de las magnitudes del deterioro sectorial y al margen de que ningún año perdió tanto empleo asalariado privado como 2016 (sólo en 2009 se cayeron casi tantos puestos como en el año último).

Naturalmen­te estas evidencias permiten evaluar más equilibrad­amente tanto la magnitud como la calidad del problema por resolver, apreciando que lo acontecido en 2016 es un agravamien­to de situacione­s previas que es- taban lejos de ser óptimas.

Así, como al menos en el último lustro muchos especialis­tas han venido alertando sobre el estancamie­nto reclamando entonces la formulació­n de nuevas políticas, hoy eso se hace más necesario aún habida cuenta del cambio de la orientació­n macroeconó­mica oficial.

Es sabido que las políticas redistribu­tivas son útiles en momentos de serias dificultad­es socioeconó­micas, pero también es preciso recordar que el momento crucial es el de la generación de la riqueza. Allí importa el número de trabajador­es y la capacidad de compra del salario. En ambos aspectos este 2017 debe mostrar cambios sustantivo­s. De lo contrario no sólo se agravará la situación social sino que no se materializ­ará la pregonada reactivaci­ón económica. He allí el desafío. *Director del Ceped-UBA e Investigad­or del Conicet.

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CARTELITO. La firma Atanor anunció así el cierre de una planta.

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