DOCENTES COMO LOS DE ANTES
Ejerciendo la docencia, hace mucho tiempo, recuerdo haber iluminado el corazón de mis alumnos, contándoles que el general Belgrano donó cuanto tenía para que se construyeran escuelas. Hice lo propio con mis nietos, recientemente, relatándoles que el actual presidente argentino hace años que dona parte de su sueldo a la obra de la benemérita señora Margarita Barrientos, protectora de los más necesitados. Hoy nuestro país está plagado de hechos perversos que gestionaron desde el poder no a favor de los argentinos que lo otorgaron y mantuvieron, sino en función de una irresponsabilidad manifiesta, una codicia insaciable y una ausencia absoluta de moral. Los maestros, conscientes de la imperiosa necesidad de reponer tantas pérdidas, de recuperar el orden, el respeto a la ley y en el caso de la juventud ofrecer un ejemplo digno de admiración, debieran deponer pretensiones. De ninguna manera, por decoro, vocación, generosidad, empatía y solidaridad, debieran ni siquiera pensar en abandonar a los niños en las aulas. Lejos de ello, dan un lastimoso ejemplo antipatriótico. La República Argentina necesita imperiosamente que todos sus habitantes aportemos lo que podamos para hacer