Perfil (Domingo)

Una tumba de agua

- LAURA ISOLA

Ofelia, que se había vuelto loca, ha muerto. Se ahogó, cuando la rama del sauce cedió ante su peso. Cayó al río. Sus ropas mojadas y su angustia fondearon su vida, a la que no le encontraba sentido. Gertrudis, la madre de Hamlet, lo cuenta antes de que las demás tragedias se consumen. La imagen de Ofelia y su corona de flores anticipa que la muerte vendrá a raudales en la obra. “Hay un sauce de ramas inclinadas sobre el arroyo/que en el cristal del agua deja ver sus hojas cenicienta­s./ Con ellas hizo allí guirnaldas caprichosa­s,/y con ortigas, y margaritas, y esas largas orquídeas/a las que los pastores deslenguad­os dan un nombre grosero,/pero nuestras doncellas llaman dedos de muerto./Cuando estaba trepando para colgar su corona de hojas/en las ramas sesgadas, una, envidiosa, se quebró,/cayendo ella y su floral trofeo/al llanto de las aguas”. El monólogo de la reina en la escena 7 del acto 4 es lujoso de detalles y perfecto en el devenir de la acción. Continúa con el vestido desplegado que le permite “flotar un tiempo, tal como las sirenas”, mientras entonaba viejos himnos que le dictaba su mente enferma. Ella es la infeliz, la enajenada, la bella doncella que arrastra su muerte al barro. Con esas palabras que están en Hamlet, muchos pintaron cuadros. El óleo de Alexandre Cabanel de 1883 puede ser el más fiel a lo que cuenta Gertrudis. La mirada perdida de la muchacha y la rama rota. Las flores en su pelo que empezaron a caerse al agua. La muerte que se derrama por todo su cuerpo.

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‘OPHELIA’. El óleo, de 1883, de Alexandre Cabanel.

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