Borges y Walsh
— En su ensayo “Las novelas policiales del pobre”, Angel Rama dijo que la literatura de Walsh era descendiente de la de Borges. ¿Cuál sería la continuidad actual de esa línea? —Daniel Link: Bueno, esa afirmación de Rama tal vez pueda matizarse. El lo planteaba en relación con cierta práctica (el periodismo) y ciertos géneros (el policial) que en su momento representaban la modernización del campo intelectual. Habría que ver por dónde pasan hoy esas variables. Pero el panorama es hoy bastante conservador, en ese sentido. Ricardo Piglia hubiera sido un buen ejemplo, para lamentablemente ya no está con nosotros. Pienso en María Moreno, cuyos libros tienen una potencia bestial de desestabilización de todos los prejuicios. Y pienso en ella, sobre todo, porque por lo general estos “problemas” se dirimen en un universo de varones. El problema hoy es precisamente vaciar a la institución literaria (el canon, la crítica, etc.), del sexismo que fue su fundamento. —Carlos Gamerro: Desde un punto de vista superficial se podría pensar a Walsh y Borges como opuestos, y en algún momento Viñas lo planteó como dicotomía. Pero la preocupación por el estilo y la exigencia formal de Walsh eran comparables a las de Borges. Incluso se ve, y me exaspera que a veces se pierda de vista, en la Carta a la Junta. Walsh estudia a Cicerón, su modelo eran las Catilinarias, es decir textos políticos que han durado más de dos mil años y siguen leyéndose cuando a nadie le importa la política puntual de la época de Cicerón. La tensión que atraviesa su obra no sólo se ve en la división entre textos de denuncia y de ficción sino en el interior de los mismos textos; Operación Masacre y la Carta, por ejemplo, están trabajados con parámetros y exigencias literarias que habitualmente son consideradas superfluas dentro de ese tipo de producción. No veo que después de Operación Masacre haya en la literatura argentina una serie de textos donde se combinen el rigor investigativo del trabajo no ficcional con la elaboración literaria.