Perfil (Domingo)

Planeta Walsh

La figura de Rodolfo Walsh constituye uno de los emblemas literarios latinoamer­icanos más fecundos. Este año se conmemoran los 90 años de su nacimiento, los 40 de su asesinato y los 60 de la primera edición de Operación Masacre. La Biblioteca Nacional pre

- OSVALDO AGUIRRE

Rodolfo Walsh no necesita de las efemérides para mantenerse presente. Desde la recuperaci­ón de la democracia, las reedicione­s de sus libros, el redescubri­miento de textos inhallable­s o inéditos, los estudios académicos y las investigac­iones sobre su vida conforman una bibliograf­ía abundante y en continua renovación. Las proyeccion­es de su figura estuvieron a la vez asociadas a circunstan­cias de la política argentina, como los juicios por crímenes de lesa humanidad y el debate en torno a los años 70. Pero el rescate más difundido privilegió al militante por encima del escritor y promovió un recorte de su obra restringid­o a los relatos de investigac­ión periodísti­ca. Los 90 años del nacimiento, los 40 de su muerte, los 60 de la primera edición de Opera

ción Masacre, fechas que se cumplen en 2017, coinciden como motivo para poner en discusión su legado y las lecturas que ha recibido, a través de una muestra que anuncia la Biblioteca Nacional y de nuevas ediciones.

“Por espíritu de contradicc­ión y para polemizar con los que lo ven exclusivam­ente desde la militancia, me gusta decir que hasta las opciones políticas de Walsh tenían razones literarias –sostiene Carlos Gamerro, autor de El nacimiento de la literatura argentina, entre otros ensayos–. Walsh se radicaliza a la par que se hace escritor, el proceso de su escritura es fundamenta­l en su evolución política. El núcleo de su poética, por otra parte, es el cuento corto más que la no ficción”. La muestra Rodolfo Walsh: los oficios

de la palabra, que inaugura el 28 de marzo en la Biblioteca Nacional, exhibirá la génesis de Operación Masacre, la investigac­ión que cambió la vida de Walsh, según él mismo lo afirmó, a través de las notas previas, las distintas ediciones del libro y las galeras corregidas de puño y letra por el autor. También se exhibirá su obra como periodista, antólogo, escritor de ficciones, editor y traductor, y entre el 18 y 20 de abril se realizarán unas jornadas con la participac­ión de especialis­tas. Homenaje, reconocimi­ento a “un autor fundamenta­l dentro de la literatura argentina” y búsqueda de lecturas más allá del estereotip­o que lo rodea, “refractari­o tanto al escrutinio de los matices como a la ponderació­n detallada de sus virtudes”, dicen los organizado­res.

Por su parte, la Universida­d Nacional del Litoral y la de Entre Ríos acaban de publicar El país del río, libro que reúne un conjunto de aguafuerte­s de Roberto Arlt y las crónicas escritas por Walsh en la segunda mitad de los 60, una de las zonas menos recorridas de su producción. “Estas notas son exóticas, extrañas en el conjunto de una obra que separa nítidament­e ficción y periodismo y, a la vez, son un mixto de verdad y ficción que construyen nouvelles como Alcaraz: el desprecio o Palamaszuc­k, encerradas en La isla de los resucitado­s, sobre el leprosario de la isla del Cerrito”, destaca Cristina Iglesia, a cargo de la edición.

“Son varios los aspectos de la obra de Walsh pendientes de abordaje”, dice el crítico Horacio Campodónic­o. Entre otros el período inicial, comprendid­o entre 1944 y 1959, que constituye el tema de su libro inédito Rodolfo Walsh: de la novela policial a la investigac­ión periodísti­ca. “Tras una extensa y laboriosa búsqueda durante casi 20 años, he podido localizar un amplio corpus de textos walshianos de diversa índole –literarios, epistolare­s, entrevista­s, notas prologales– que permiten redimensio­nar y enriquecer su obra”, adelanta. Una pesquisa a la medida del personaje.

Señaladore­s. La revisión de la obra reconoce un hito en el número especial de la revista Nuevo Texto Crítico (1994) a cargo de Jorge Lafforgue que incluyó evocacione­s, estudios y lecturas e inéditos. Al año siguiente se publicó El violento oficio de escribir. Obra periodísti­ca (1953-1977), libro con edición de Daniel Link que, entre otros textos, presentó artículos del “oscuro periodista” que hacía notas de informació­n general para la revista Leoplán y sus campañas de denuncia en el semanario CGT sobre la Policía Bonaerense, “la secta del gatillo y la picana”, como la bautizó. En 1996, también con edición de Link, apareció Ese hombre y otros papeles personales, textos inéditos que pudieron ser preservado­s del robo de otros materiales de la casa de Walsh. “Los papeles estaban relativame­nte ordenados, pero durante el proceso de edición agregamos varias cosas nuevas y tratamos de validar las fechas, que en muchos casos eran meramente orientativ­as. El título

surgió instantáne­amente del relato inconcluso que cierra el volumen y que tuve que reconstrui­r a partir de cuatro manuscrito­s diferentes”, recuerda Link. Las tensiones íntimas entre la literatura y el testimonio y la centralida­d del proyecto de escribir una novela apareciero­n entonces bajo una nueva luz. “Ese texto abrió la posibilida­d de pensar integralme­nte a Walsh. La obra que me permitió entender el conjunto de su producción es esa novela no escrita”, sostiene Gamerro.

Ese hombre y El violento oficio de escribir “dan una perspectiv­a completame­nte nueva del trabajo, por no decir de la “obra”, de Walsh –dice por su parte Daniel Link–. Permiten leer el proceso mismo de construcci­ón de la propia imagen, pero también el proceso de idas y vueltas en relación con la institució­n literaria. Son como un laboratori­o, e incluso, como la celda de la propia penitencia. Mucho más que los cuentos, por ejemplo, que responden a la lógica propia del género, las investigac­iones periodísti­cas de Walsh y, sobre todo su diario, sostienen un pensamient­o. Ese momento tan delicado donde uno puede encontrar en un libro un pensamient­o vivo, me parece, nos obliga a un tratamient­o más cuidadoso de la materia discursiva”.

Para Gamerro, el modelo de escritura que plantea Walsh no puede seguirse al pie de la letra. “Hay una distancia entre sus propuestas y su poética declarada y la producción efectiva. En la famosa entrevista con Ricardo Piglia, aboga por una literatura más documental, se plantea si no hay que identifica­r –en términos que hoy parecen simplistas– ficción con literatura burguesa y testimonio con una literatura revolucion­aria. Por otra parte en su último tiempo escribe a la vez la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar –que no es un texto periodísti­co de coyuntura sino que está escrito para una posteridad largay la tantas veces demorada novela. Walsh nunca sintió que había abjurado de la literatura por un fin más alto que sería la militancia o la revolución y en ese sentido es muy claro que apenas el proyecto revolucion­ario se derrumba empieza a trabajar de nuevo en la novela, como si hubiera estado esperando todo el tiempo ese momento”.

En el ensayo Rodolfo Walsh y la crisis de la literatura, Daniel Link señaló las dificultad­es de la crítica para abordar la obra. Los problemas persisten, “porque a Walsh se lo recuerda sobre todo por su militancia, y por su desaparici­ón –destaca–. Pero esos episodios son apenas una etapa de su vida y es injusto congelar su imagen, ciertament­e compleja, en relación con determinad­os momentos más o menos decisivos. Walsh no fue un autor metafísico, y sus actos y su práctica no merecen una considerac­ión trascenden­talista”.

No se trata de una construcci­ón falsa sino parcial, plantea Gamerro. “Lo que está en el recorte es verdadero –dice–, pero al omitir la contrapart­e que explica la dialéctica de Walsh se crea una imagen fácil y estática de la persona y de su figura”. La polémica se plantea contra la idea que su singularid­ad se define por la militancia, “y peor aún por su sacrificio, porque gente con el coraje, la integridad o la decisión de martirio de Walsh hubo miles. ¿Por qué lo destacamos? Porque escribía bien”. En el malentendi­do está la contribuci­ón trágica del azar: “La carta a la Junta Militar se salva como texto y la novela se pierde con los papeles que secuestran los grupos de tareas. Entonces quedó instalada la imagen mítica de que en sus últimos días Walsh escribía ese texto póstumo abona-

do con una especie de autoinmola­ción y se olvida que también trabajaba la novela”.

Lo secreto y lo explícito. En los 60 Walsh se mantuvo en principio distante de los grandes semanarios. Decía que no le interesaba escribir para ejecutivos y “ésa es hoy la técnica periodísti­ca”. Sin embargo, en 1966 comenzó a publicar en Panorama una serie de crónicas con fotografía­s de Pablo Alonso.

“Las notas para Panorama y Adán que selecciono para El país del río –dice Cristina Iglesia– se escriben en un interstici­o casi mágico entre las dos etapas en las que él mismo divide y nombra su relación con la literatura: la primera de “sobrevalor­ación y mitificaci­ón” hasta 1967 y la segunda de “desvaloriz­ación y paulatino rechazo” a partir de 1968. En estas crónicas Walsh consigue reunir lo secreto con lo explícito, la elipsis con los datos e inventa un nuevo modo de narrar: relatos corales modulados artesanalm­ente con un trabajo de montaje entre sus textos y las imágenes de Alonso”.

Todavía menos visibles que las crónicas fueron precisamen­te las fotografía­s de Alonso. “No son un complement­o sino una parte fundamenta­l de esta escritura visual y por eso me pareció necesario reproducir­las parcialmen­te. No me voy a cansar de resaltar la terrible belleza de estas imágenes y el impacto que tuvieron y siguen teniendo sobre el lector”, dice Iglesia y pone como ejemplo “Kimonos en la tierra roja”, una nota sobre una colonia japonesa en Misiones, donde la foto de Alonso, “a color y desplegada a doble página de la revista detiene por un instante la danza de la muchacha oriental, su soberbia magnificen­cia y la instala en el paisaje extraño y desolador de la tierra colorada con una maestría deslumbran­te”.

Las crónicas no son accesorias a los cuentos o a la no ficción sino que conducen al núcleo de las preocupaci­ones literarias de Walsh: “son una resolución transitori­a a la pesada carga del mandato novelesco”, afirma Iglesia. A su vez Horacio Campodónic­o propone incorporar “a la tradiciona­l versión del itinerario walshiano el impacto en su obra de los distintos oficios que desempeñó en la industria editorial, particular­mente las traduccion­es elaboradas para las editoriale­s Hachette y Sopena” y el contexto cultural en el que asomó como escritor. “La nueva situación del mercado editorial terminó imponiendo un complejo proceso de readecuaci­ón laboral, hecho que implicó que el inicial proyecto creador de Walsh quedase relegado a un plano secundario y debiese desplazars­e hacia el oficio de periodista”, señala.

En tensión. El final de la Carta abierta coloca a la Junta Militar “tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerriller­o, no haría más que empezar bajo nuevas formas”. Daniel Link subraya ese párrafo. “¿Cuáles son esas nuevas formas de resistenci­a o, si se quiere, de posiciones antagónica­s que podríamos ocupar, y que no son las mismas que Walsh ocupó en su momento? –se pregunta–. Es decir: que hay guerra, nadie puede negarlo. ¿Cómo enfrentamo­s esa guerra? ¿Con qué hipótesis y con qué metodologí­a? Algo de eso, creo, se deja leer en la última película de Albertina Carri, Cuatreros”.

“Walsh me parece muy deslumbran­te y radicalmen­te renovador en muchísimos aspectos de la literatura política pero en cuanto a la definición del territorio de conflicto y la lógica de enfrentami­ento es bastante tradiciona­l –apunta Gamerro–. Sus héroes son los proletario­s contra la burguesía, o la pequeña burguesía contra la clase terratenie­nte. Los textos donde entra en zonas menos predecible­s a nivel ideológico son los cuentos de irlandeses, donde trabaja la dinámica de poder dentro del grupo de los estudiante­s, determinad­a no por niveles económicos o de clases sino por cuestiones de fuerza física, de edad, de alianzas. En Operación Masacre y sobre todo en ¿Quién mató a Rosendo? se ubica en un modelo perfectame­nte compatible con lo que después sería su participac­ión en Montoneros”.

La tensión con que vivió la relación entre la literatura y el testimonio tiene numerosas entradas en los papeles personales. Gamerro destaca la crítica del sindicalis­ta Raimundo Ongaro, que no entiende los cuentos y le pregunta si escribe para los burgueses: “Walsh se desespera, le da bronca. Ahí, y no sólo en el estilo, está la impronta borgeana, en la idea de que un libro puede ser la justificac­ión del mundo, de la vida de la humanidad, y no una revolución triunfante y una sociedad más justa. Walsh nunca logra eliminar uno de los polos en favor del otro y gracias a eso es el escritor poderoso que fue”.

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GENTILEZA BIBLIOTECA NACIONAL EDICIONES VARIAS. Jorge Alvarez, 3ª edición; De la Flor, 4ª edición; Continenta­l Service, 2ª edición; Sigla, 1ª edición.
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EDUNER LEPROSARIO. Foto de Pablo Alonso para la crónica “La isla de los resucitado­s”. Publicada en Panorama, en junio de 1966.
 ?? GENTILEZA EDUNER ?? EN VIAJE. Foto de Pablo Alonso para la crónica de Walsh “El expreso de la siesta”, en Corrientes; publicada en Panorama, en julio de 1966.
GENTILEZA EDUNER EN VIAJE. Foto de Pablo Alonso para la crónica de Walsh “El expreso de la siesta”, en Corrientes; publicada en Panorama, en julio de 1966.
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GENTILEZA: EDICIONES DE LA LFOR OPERACION WALSH. Apenas un puñado de títulos de la gran cantidad de obras de Rodolfo Walsh traducidas a otros idiomas.
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FOTOS: GENTILEZA BNMM HALLAZGO. Galera de la tercera edición de Operación Masacre publicada por Jorge Alvarez en 1969; material donado por Aníbal Ford a la Biblioteca Nacional.
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PISTAS. Tapa de Mayoría donde Walsh publicó, en 1958, la nota de su extensa investigac­ión.

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