Perfil (Domingo)

La argentinid­ad al paro

Hasta el fútbol hace huelga, pero Macri dio el puntapié inicial en el Congreso: la Copa Grieta se sigue jugando.

- PABLO MARCHETTI

“Paro de maestros, paro de la CGT, paro de la CTA, paro de futbolista­s, paro de mujeres”, anoto en la compu de mi oficina, pensando en mi columna política. Y me quedo pensando en eso del “paro”. Son demasiados paros juntos para una vida laboral tan precarizad­a, tan llena de trabajador­es y trabajador­as sin relación de dependenci­a: monotribut­istas, manteros, cartoneros, trapitos, lo que fuera. Toda gente que no puede hacer paro.

Lo más extraño es lo de “paro de mujeres”. Entiendo el reclamo de género, pero… ¿Paro? ¿Y eso qué implica? ¿Se sumarán las empleadas domésticas, las niñeras, las mujeres gracias a quienes funciona el espíritu combativo de la clase media progre, tanto para hombres como para mujeres?

Pienso en tantos paros cuando entra Carla, mi asesora de imagen, hablando por teléfono, calculo que con algún funcionari­o de alto rango en la Casa Rosada.

—Excelente el discurso del Presidente –dice, para mi sorpresa–. Me encantó, muy seguro, retomó la iniciativa, dejó en claro que está de pie. Bueno, dale, te llamo entonces por la pauta. Sí, por supuesto, vamos con ese auspicio, lo necesitamo­s.

Carla cuelga y me la quedo mirando fijo.

—Te conseguí una pauta –me dice.

—Sí, y veo que te salió cara –respondo–. Tuviste que decir que el discurso de Macri estuvo bueno.

—¿Vos me estás jodiendo? ¡Estuvo buenísimo!

—Sí, claro, como discurso de campaña –me río–. Sólo le faltaba tener a Scioli al lado y parecía el debate electoral.

—Sí, fue un discurso de campaña, ¿y?

—Y, que es un papelón, el Presidente tiene que gobernar. O, en el caso de la apertura de las sesiones en el Congreso, tiene que decir qué proyectos de leyes va a mandar. No puede seg uir apelando a la emoción de lo que vendrá.

—¡Por favor! –se queja Carla–. ¡Esto es política! Y el Presidente tiene que ganar las elecciones de octubre. Entonces apela a la confrontac­ión con Cristina. Es lo mismo que hacía el kirchneris­mo, pero con otros modales.

—¿O sea que te gustó el discurso?

—No, me pareció horrible, pero a mí no me tiene que gustar porque nunca me va a convencer de nada. Creo que fue un buen discurso, que apuntó a donde tenía que apuntar: a que vuelva el antikirchn­erismo un poco desilusion­ado. —O sea que sí te gustó… —A ver, si me preguntás si me gusta el nuevo disco de Lali Espósito, te voy a decir que es una porquería. Ahora, si me preguntás si creo que va a vender mucho, segurament­e te conteste que sí.

—Bueno, pero no quiero hablar del discurso ni de Lali Espósito. Intentaba poner algo sobre tantos paros.

—El paro de la CGT era algo que se venía venir. Los muchachos dialoguist­as necesitan marcarle un poco la cancha al Presidente.

—¿Y el de los docentes? –pregunto.

—Un clásico argentino –responde Carla–. Si Baradel se la pasó haciéndole paro a Scioli, ¿cómo no iba a hacerle paro a Macri?

—Pero los docentes ganan poco, eso es cierto…

—¡Por supuesto que es cierto! Hasta Vidal y Bullrich lo admiten. Pero con cada paro docente pasa lo mismo: se instala la idea del gran debate que nos debemos los argentinos sobre la educación. Y en realidad lo único que nos preocupa es dónde vamos a dejar a los pibes. —¿Y el paro en el fútbol? —Ahí la cosa es más jodida –dice Carla–. Pensá que no hay fútbol y todavía no arrancó Tinelli. O sea, sólo te que- da hablar de videos de gatitos que se comparten en las redes sociales.

—Te juro que no entiendo por qué tanto lío por un paro en el fútbol.

—Es que el fútbol tiene otra lógica. Fijate que si matan a alguien en un partido de fútbol o alrededor de una cancha, la noticia no va a la sección Policiales, sino a la sección Deportes.

—¡Es verdad! –digo–. Y si hay paro en el fútbol, la noticia no va a Política o a Sindicales, sino a Deportes.

–Con esa lógica, un día va a haber un bombardeo de la OTAN en la Bombonera y la noticia no va a salir en Política o en Internacio­nales, sino en Deportes.

—Eso sí, hay cosas en el fútbol con las que no se jode: a nadie se le ocurriría salir a pedir voluntario­s para jugar en los equipos de Primera División, para evitar la medida de fuerza, como hicieron con los docentes.

—Una lástima –dice Carla–. Te perdiste la última oportunida­d en tu vida de ser el 9 de San Lorenzo.

—La decisión de convocar voluntario­s no habla de un gran respeto por la tarea docente, ¿no? –pregunto.

—En absoluto –responde Carla–. Y está muy mal, ha- bría que tener más cuidado por la tarea docente. Hay que estar muy preparado para dar clases. No podés poner a cualquiera al frente de un aula. Sólo podés abrir una convocator­ia por redes sociales para hacer reemplazos cuando se trata de tareas que no son tan importante­s. Por ejemplo, cuando hay paro de periodista­s.

—O si el Gobierno necesita un asesor para reemplazar a Carlos Grosso, que está como asesor de Macri.

—Sí, pero si hay algo para reconocerl­e a Grosso es que no hace paro –admite Carla.

—Hablando de paro, necesito decir algo sobre las huelgas que se vienen.

—Yo lo que veo es que se están perfilando dos liderazgos bien distintos, dos modelos bien claros de dirigente sindical.

—¿Vos decís como cuando estaban Augusto Vandor y Raimundo Ongaro? –pregunto–. ¿O Agustín Tosco y José Ignacio Rucci? ¿O Jorge Triaca y Saúl Ubaldini? ¿O Rodolfo Daer y Hugo Moyano? ¿O Lorenzo Miguel y Germán Abdala?

—Algo así, pero más actual –responde Carla.

—¿Y quiénes serían esos dos líderes actuales?

—Roberto Baradel y Sergio Marchi. Nadie representa mejor los intereses de los trabajador­es que un sindicalis­ta de los docentes y otro de los futbolista­s.

—¿Te parece? A mí no me queda tan claro…

—Vo s p o r q u e s o s u n conservado­r –me provoca Carla–. Pero esos dos son los sindicalis­tas que van a poner en jaque al Gobierno. Baradel le apunta a Vidal y a Bullrich. Y Marchi le apunta a Angelici.

—Igual creo que tienen estilos bien distintos…

—¡Por supuesto! –admite Carla–. Por eso te hablaba de modelos antagónico­s.

—Planteado así, lo que estás insinuando es que se viene una nueva grieta…

—Obviamente, ¿qué esperabas?

—No sé, yo me había entusiasma­do con el discurso de Macri cuando habló de unir a los argentinos.

—Unir a los argentinos es lo mismo que Papá Noel, el segundo semestre y el hambre cero: no existen.

—¿O sea que ya no nos queda nada? –me angustio –. ¿No podemos creer nunca más en nada?

–Por supuesto que sí, nos queda algo que siempre nos va a definir. —¿Qué cosa? —La grieta –concluye Carla–. Siempre nos quedará la grieta.

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