Fantasía moral
El Purgatorio ya no es lo que era. Eso se puede decir a partir del siglo XVI, cuando en Inglaterra, por ejemplo, las autoridades religiosas cambiaron el modo de interacción entre la vida y la muerte. Según Stephen Greenblatt, en ese momento lo declararon como un “falso poema”. También abolieron las instituciones y pusieron un poco difícil las cosas para que los cristianos transiten ese pasaje al cielo o al infierno, en cada caso. Esa pequeña historia de ese gran sitio que la Edad Media construyó para asistir a los deseos y la incertidumbre sobre la muerte fue realizada por el académico inglés en Hamlet en el Purgatorio, un delicado ensayo sobre la obra de William Shakespeare. Ese gran método de negociación con la muerte que tuvo la Iglesia Católica fue dinamitado por los protestantes y el Purgatorio; para esa tradición religiosa todo quedó reducido a una especie de biblioteca de literatura de fantasmas y almas en pena. Uno de esos textos, el poema Visio Tondalii ( La visión de Tondal), del siglo XII, fue el que inspiró al Bosco para el cuadro con ese mismo nombre realizado en el siglo XV, cuando el pasaje entre la tierra y el más allá estaba despejado. Allí se lee lo que el caballero Tnugdalus (o Tundalus, o Tondal) le contó a Hermano Marcus, un monje irlandés, al regreso de su viaje. Tormentos y mortificaciones, visiones infernales de ese immran, un género irlandés antiguo que relata el viaje del héroe y sus peripecias y que el religioso utiliza para este fantasy avant la lettre.