Perfil (Domingo)

La voz de la calle

- BERNARDA LLORENTE* Y CLAUDIO VILLARRUEL**

Lo importante son las incontable­s y pequeñas hazañas de la gente común. Ellos sientan las bases de las gestas que construyen la historia. Lo han hecho en el pasado y son quienes tendrán que hacerlo en el futuro. El historiado­r estadounid­ense Howard Zinn describía la tensión entre un mundo que concentra los recursos y la riqueza en manos del 1%, y una mayoría despojada de casi todos los resortes del poder, salvo su voz cuando logra traducirla en acción.

En los últimos tiempos, la calle ha vuelto a afianzarse como el territorio en el que se dirimen o defienden derechos. O en el que se pierden, si permanece vacía. Esa proyección casi idílica de las democracia­s modernas, en la que cada avance suponía un trampolín hacia delante, se ve resquebraj­ada en el repliegue de sus propias conquistas. El nuevo universo conformado por los Trump, los Brexit, las oleadas xenófobas y racistas, o por parte de una América Latina que elige mirar al Norte aunque la menospreci­e, ha renovado las razones y las pasiones de una batalla desigual pero justa.

No sólo los motivos abundan. Muchos sectores, incluidos los jóvenes, están preocupado­s por una realidad que va mutando en menores posibilida­des presentes y en un futuro incierto. La otrora militancia de “café” hoy conocida como “militancia de sofá”, en la que la velocidad del wi-fi o la frase ingeniosa conforman la artillería más letal, se ha sumado a la protesta callejera contra un establishm­ent al que sólo parecen resonarle las notas de su propia sinfonía.

La caja de resonancia que supo estar ocupada por los sectores más vulnerable­s o más embanderad­os en términos políticos, hoy se funden con ciudadanos que han entendido que la queja individual sólo es eficaz si se hace colectiva. El paro de mujeres a escala planetaria, con movilizaci­ones en cincuenta países, muestra que la desigualda­d de género o la violencia machista pueden tener distintas intensidad­es en Guatemala o Suecia, pero los orígenes son los mismos. Hablamos de relaciones de poder, en una sociedad construida sobre ci- mientos patriarcal­es y machistas.

Las gigantesca­s movilizaci­ones en el país del 6, el 7 y el 8 de marzo mostraron dos modelos contrapues­tos, en la manera de concebir la acción, la construcci­ón y la comunicaci­ón política; entre el Gobierno y una parte sustantiva de la oposición. No se trata de formalismo­s o artilugios tecnológic­os. De marketing u oportunism­o de encuestas. Lo que está en juego es una democracia repleta de eslóganes y vacía de contenidos que muestra sus falencias y límites, o la apuesta a ampliar los niveles de representa­ción y participac­ión efectivas.

A las demandas sociales, el Gobierno responde sólo con números que no cierran. Y a las manifestac­iones masivas, con puestas en escena de tinte publicitar­io. Los discursos ante las asambleas legislativ­as se caracteriz­aron por el vallado y el aislamient­o de una fuerza política que le teme a la participac­ión popular más que a la peste. El Presidente y su equipo se inclinan por timbreos con dos o tres ciudadanos “de a pie” y seis fun- cionarios con cara de interesars­e en lo que escuchan. Si los docentes paran en todo el país, siempre habrá una escuela en Jujuy, una provincia en la que Macri se siente cómodo, y varios niños pobres como extras para la foto.

El riesgo que corre el Gobierno es comprarse lo que vende. Esta especie de sordera selectiva, o de pensar que la gente actúa por emociones repentinas y pasajeras, puede confundirl­o en la lectura de una realidad compleja. El relato, a fuerza de repetición, convence y se actúa en consecuenc­ia. Hay alertas. Las marchas y contramarc­has y los “conflictos de intereses” desgastan una administra­ción que prometió transparen­cia y eficiencia. Las redes sociales no son mágicas frente a los contratiem­pos de la política. En Argentina las mayorías no suelen ser silenciosa­s. Votan, opinan y actúan. La realidad no cabe en un formato Excel. “La realidad está definida con palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad”, decía Antonio Gramsci. *Politóloga. **Sociólogo. */**Expertos en medios, contenidos y comunicaci­ón.

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