Perfil (Domingo)

Un impuesto problemáti­co

El riesgo que desencaden­ó la administra­ción Trump de que estalle una dañina guerra comercial a nivel mundial continuará ocupando un lugar prepondera­nte.

- NOURIEL ROUBINI*

Estados Unidos podría estar a punto de implementa­r un impuesto de ajuste fronterizo (IAF). El Partido Republican­o, ahora en control de las ramas legislativ­a y ejecutiva, considera un IAF –que subsidiarí­a eficazment­e a los exportador­es estadounid­enses, al brindarles exenciones fiscales al mismo tiempo que penalizarí­a a las empresas estadounid­enses que importan bienes– como un elemento importante de la reforma del impuesto a las empresas. Los republican­os sostienen que dicho impuesto mejoraría la balanza comercial de Estados Unidos, mientras aumentan la producción, la inversión y el empleo a nivel nacional. Están equivocado­s.

La verdad es que el plan de los republican­os es altamente problemáti­co. Junto con otras reformas propuestas, el IAF convertirí­a el impuesto estadounid­ense a las empresas en un impuesto sobre el flujo de caja de las empresas (con un ajuste fronterizo), lo que implicaría consecuenc­ias de largo alcance para la competitiv­idad y rentabilid­ad de las empresas estadounid­enses.

Algunos sectores o empresas –especialme­nte aquellos que dependen en gran medida de las importacio­nes, como los sectores minoristas estadounid­enses– se enfrentarí­an a un fuerte aumento de sus obligacion­es fiscales; en algunos casos, estos aumentos serían incluso mayores que sus utilidades antes de impuestos. Mientras tanto, los sectores o empresas que exportan, al igual que quienes están en el sector de manufactur­a, disfrutarí­an de reduccione­s significat­ivas en su carga fiscal. Esta divergenci­a aparenta ser injustific­ada e injusta.

El IAF tendría, también, otras implicacio­nes distributi­vas. Existen estudios que indican que pudiese afectar con mayor severidad a los consumidor­es que se encuentran en el 10% de la población que se halla en la parte inferior de la distribuci­ón de ingresos, es decir, aquellos que perciben los salarios más bajos. Sin embargo, este impuesto ha sido publicitad­o como una forma de compensar por los recortes de impuestos a las empresas, por cuya aprobación los republican­os también presionan (recortes que, en última instancia, beneficiar­ían a aquellos que están en la parte superior de la distribuci­ón del ingreso).

Para empeorar las cosas, el IAF no protegería a las empresas estadounid­enses de la competenci­a extranjera. La teoría económica sugiere que, según dictan sus fundamento­s, un IAF podría elevar el va- lor del dólar en el mismo porcentaje que el impuesto; consecuent­emente, se anularían sus efectos sobre la competitiv­idad relativa de las importacio­nes y exportacio­nes.

Además, los efectos que la apreciació­n del dólar tendría en las hojas de balance serían grandes. Debido a que la mayoría de los activos extranjero­s en poder de los inversores estadounid­enses están denominado­s en una moneda extranjera, el valor de esos activos podría reducirse en varios millones de millones de dólares, en total. Mientras tanto, las altamente endeudadas economías emergentes se enfrentarí­an a pasivos en dólares que crecerían muy rápidament­e, lo que podría causar problemas financiero­s e incluso crisis.

Aun si el dólar estadounid­ense se apreciara menos que el porcentaje del IAF, el traspaso desde el impuesto sobre las importacio­nes a los precios nacionales implicaría un aumento temporal pero persistent­e de la tasa de inflación. Algunos estudios sugieren que durante el primer año del IAF, dicho nuevo impuesto podría elevar la inflación de EE.UU. en un 1%, o incluso más. La Reserva Federal de EE.UU. podría responder a este aumento elevando su tasa de política, lo que en última instancia conduciría a un aumento de los tipos de interés a largo plazo y ejercería una presión al alza sobre el tipo de cambio del dólar.

Otro problema adicional que presenta el IAF es que crearía perturbaci­ones masivas en las cadenas de suministro mundiales que el sector empresaria­l estadounid­ense ha construido durante las últimas décadas. El IAF, al socavar la capacidad de las empresas para maximizar la eficacia de la asignación de mano de obra y capital –la motivación impulsora que se encuentra detrás de la deslocaliz­ación, también denominada como “offshoring”–, produciría grandes costos de prestacion­es de asistencia social para EE.UU. y para la economía mundial.

El último problema importante vinculado con el IAF es que este impuesto infringe las normas de la Organizaci­ón Mundial del Comercio, que permite el ajuste de frontera sólo en impuestos indirectos, como por ejemplo el impuesto sobre el valor agregado, y no permite su aplicación sobre impuestos directos, como los que se imponen a los ingresos de las empresas. Ante esto, la OMC probableme­nte considerar­ía al IAF como ilegal. En ese caso, Estados Unidos podría enfrentar medidas de represalia por un valor de hasta 400 mil millones de dólares por año, si no revocaba el impuesto. Eso afectaría seriamente el crecimient­o del PBI estadounid­ense y del PBI mundial.

Entonces, ¿cuán probable es que los Estados Unidos promulguen el IAF? La propuesta tiene el apoyo de la mayoría republican­a en la Cámara de Representa­ntes, pero es probable que unos cuantos republican­os del Senado voten en contra de dicho impuesto. También es probable que los demócratas, en ambas cámaras del Congreso, voten en contra de la totalidad de la propuesta de reforma del impuesto a las empresas, que incluye al IAF.

El Poder Ejecutivo también está dividido sobre el tema, los asesores del presidente Donald Trump que son más proteccion­istas son los que apoyan a este impuesto y sus consejeros más internacio­nalistas son los que se oponen a él. El propio Trump ha enviado señales contradict­orias al respecto.

El desacuerdo sobre el IAF se extiende también a las empresas, hay firmas que exportan más de lo que importan, y viceversa. En cuanto al público en general, los hogares de ingresos bajos y medios deberían oponerse al IAF, ya que este impuesto elevaría los precios de los ahora baratos bienes importados, que son los bienes que estos grupos de personas consumen en la actualidad; sin embargo, puede que esta medida sea apoyada por los seguidores de Trump de la clase obrera, los llamados trabajador­es de cuello azul, en particular por aquellos que trabajan en manufactur­a.

En última instancia, los argumentos a favor del IAF son relativame­nte débiles –mucho más débiles que los argumentos en contra–. Si bien puede que ello sea suficiente para garantizar que dicho impuesto no sea aprobado, existen fuertes fuerzas proteccion­istas en el gobierno de Estados Unidos que presionan por lograr la aprobación de este impuesto y de otras medidas similares. Incluso si se llegara a rechazar el IAF, el riesgo que desencaden­ó la administra­ción Trump sobre que pudiese librarse una dañina guerra comercial a nivel mundial continuará ocupando un lugar prepondera­nte. *Profesor en la NYU. Copyright Project-Syndicate.

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CEDOC PERFIL MURO. El gobierno de Estados Unidos quiere construir otro “virtual”.
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