Perfil (Domingo)

Estela de Joyce

Obsesionad­o por la misma maldición que atormentó a Salvador Elizondo, otro escritor mexicano traduce y explica la novela más intrincada de James Joyce con la única finalidad de acercarla al mayor número de lectores posible. Una empresa que bambolea entre

- GONZALO LEON

Una de las caracterís­ticas de la obra del escritor James Joyce (1882-1941) en Latinoamér­ica es que sus dos últimas novelas, el Ulises y el Finnegans Wake (FW) –que cambiaron la historia de la literatura–, fueron traducidas por desconocid­os y amateurs. José Salas Subirat, un agente de seguros, tradujo por primera vez al castellano el Ulises, mientras que Marcelo Zabaloy, un ex rugbier bahiense, hizo lo propio con el Finnegans. Parece ser que ése es el derrotero de la obra de Joyce en castellano, que los desconocid­os y traductore­s amateurs se hagan cargo de ella. A ellos se une ahora el escritor mexicano Juan Díaz Victoria, que está haciendo la edición anotada del FW para que lo inentendib­le se pueda entender, y para ello ya lleva diez años de arduo trabajo. Estela de Finnegans se llama el primer capítulo de esta edición anotada. “Estela” es el tercer significad­o de wake en castellano, después de “resurrecci­ón” y “despertar”; estela como seguir la huella, que es lo que significa la traducción para este escritor mexicano.

“Cuando estaba en la universida­d leí la entrada del FW y me pareció un texto espléndido con un enfoque excepciona­l, desde ahí fue un escritor insigne para mí”, explica desde Cuernavaca Juan Díaz Victoria para luego afirmar decididame­nte que esta novela es “la obra más monumental de la historia de la literatura, sólo comparable con la Divina comedia o con la Biblia”. Por eso le molestaba que se dijera que era intraducib­le o que no decía nada. Cansado de esas excusas decidió emprender su propio trabajo. Reconoce que no es un libro fácil y que sus primeros lectores –Pound, Eliot y Beckett– no conseguían hallar los hilos de la trama: “El mismo Beckett, que estuvo al lado de él mientas la escribía, comentó que había que leer el FW como una instalació­n verbal. Con el material que tengo reunido hasta ahora, no estoy seguro de que pueda verse como una instalació­n verbal, porque cada una de las referencia­s tiene un sentido”. Agrega además que no ha encontrado nada que pudiera calificars­e como er rata, ya que todo, incluso lo que pudiera parecer una errata, toma sentido más ade- lante; es lo que este escritor denomina “mecanismo de redundanci­a”, y enfatiza que “cada una de las referencia­s tiene un sentido, no es aleatorio ni es ruido” y que desde luego “Joyce quiso complicar las cosas”.

Este escritor, tal como hizo Ernest Fenollosa para comprender el chino, dice haber descifrado este mecanismo de redundanci­a gracias a un método personal, intuitivo, como una especie de piedra Rosetta, en el que primero localiza lo que no es claro, introduce su método y luego para confirmar que está en lo cierto recurre a las cartas, las notas o al mismo texto de Joyce: “Por ejemplo, yo decía de pronto ‘esto viene de un sueño o de tal idioma o dialecto’ y más adelante, dentro del mismo FW, Joyce me daba la razón al mencionar el país o el lugar donde se hablaba ese idioma o dialecto”. En estos diez años, Díaz Victoria ha desarrolla­do empatía con la novela, encontrand­o su ritmo y sus referencia­s: “Jamás pensé que no decía nada y, profundiza­ndo, me di cuenta de que todo el texto era continuo y que estaba interrelac­ionado. Entonces me basé en lo que Joyce dijo: ‘Todas las pala- bras tienen un sentido y están por una razón’”. Este escritor ya había detectado la intención de “abrir un código y generar condicione­s que hagan predecible lo que en una primera lectura resulta impredecib­le”. Eso es, para él, lo que desarrolló aquí.

Una edición anotada sirve para entender todo lo que a primera vista es inentendib­le; textos como la Divina comedia cuentan con ediciones anotadas, pero el caso del FW es particular dado que buena parte podría ser sujeto de anotación, de ahí las más de mil notas en el primer capítulo. El proyecto completo de Díaz Victoria podría alcanzar cerca de veinte mil notas en sus 17 capítulos. La importanci­a de esta edición está en la necesidad de “poner en concreto lo que está disperso”, es decir, de poner la máxima informació­n posible al lector para que el Finnegans sea entendible. Una de las cuestiones que lo hacen inentendib­le es que no está escrito en un idioma, sino en varios idiomas, dialectos y juegos de palabras a los que Joyce se fue haciendo adicto: “Por ejemplo, a la palabra rori que sale al comienzo, por una modificaci­ón del latín que él hizo, le dio el arbitrario significad­o de ‘rojo’, y la usa para referirse a un atardecer. De todas las referencia­s posibles es la más compleja, la más arbitraria, y ahí vemos cómo Joyce se dispara en sus referencia­s”. Lo curioso es que la trama del primer borrador del FW, como consigna Díaz Victoria en el prólogo de Estela de Finnegans, era “diáfana” y tenía un quinto de la extensión actual, es decir, 140 pág inas: “A llí estableció una línea argumental en cada uno de los capítulos, pero luego los fue extendiend­o y deformando; pero no fue una deformació­n gratuita, tenía un método, un mecanismo de redundanci­a”. Las notas dejan en evidencia esta deformació­n, notas que van desde la alta hasta la baja cultura: alusiones bíblicas, al Corán, históricas, geográfica­s y políticas, pero también a leyendas populares, al pop, a la masturbaci­ón y al alcohol.

Para Díaz Victoria, resulta curioso que los lectores se sigan aproximand­o con reverencia al FW cuando es un libro, como el Quijote, para reírse. Pero además es el texto más confesiona­l de Joyce: ahí está su temor a perder o a ser engañado por su mujer, su atracción y repulsión por el pecado y la sexualidad, pero además allí confiesa que consumía marihuana por su glaucoma y también opio. Lo que en definitiva hace Joyce es proyectar “toda la historia del mundo por el ojo de su psique, hace pasar toda la historia de la humanidad por su vida. Pero hay algo curioso: si bien hay personajes que represente­n a su esposa, incluso a él mismo, no hay personajes sólidos que represente­n a su hijo; de hecho, el heredero masculino de él es el propio Joyce”.

La importanci­a de esta edición reside en “poner en concreto lo que está disperso”

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GENTILEZA DEL AUTOR PASION POR JOYCE. El escritor mexicano Juan Díaz Victoria –quien ya invirtió diez años en su objetivo– está abocado a una labor que parece imposible.
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ESTAMPA. Una de las imágenes más difundidas del escritor irlandés.
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