Un catálogo de rarezas y exquisiteces
El pensamiento de Hans Magnus Enzensberger sobre las vanguardias europeas y el surrealismo, en particular, es muy amargo. Decepcionado de estos modelos artísticos, escribe Las aporías de la vanguardia, donde con este término de raigambre socrática ejerce el poder de develar el falso saber. En ese artículo clásico recorre los contenidos y programas de varios movimientos y concluye, no sin aflicción, que en el origen está el problema. Más precisamente, se podría decir que el manifiesto que toda vanguardia que se precie de tal debe tener alberga su fracaso. “Cuando la palabra vanguardia se construye en tiempo presente, resulta una proposición de carácter doctrinario”, sentencia el crítico alemán. En el tiempo presente y en la necesidad de sujetar la libertar creadora se restringe la idea de futuro, la incertidumbre de lo que se hará. Los manifiestos son, al modo de ver de esta teoría, la tumba de la vanguardia. Allí se escribe desde el principio todo lo que se debe hacer como quien redacta una sentencia de muerte. Para poder pasar de esto, justamente lo contrario que la palabra “aporía” indica en su etimología “no puede ser concebido”, “no aclarado”, tendríamos que imaginar un manifiesto tan futuro como el deseo en su forma más inacabada e inalcanzable. Nadie, excepto Xul Solar, hubiera podido haberlo escrito. No sólo el artista nacido como Oscar Alejandro Schultz Solari en 1887 en San Fernando quiso sacarse de encima el modelo europeo para pensar el arte sino que fue un poco más allá. Tanto en la tierra como en el cielo, sus creaciones se desprendieron de lo más ex nihilo que se sugiere para un pensamiento de vanguardia. “Nadie sabe qué es ‘delante’, y menos que nadie quien ha llegado a un terreno ignoto. No hay forma de protegerse contra esta incertidumbre. Sólo puede meterse con el futuro el que esté pronto a pagar el precio del error. El avant de avant-garde encierra una intrínseca contradicción: sólo puede establecerse a posteriori.” Se equivoca Enzensberger; no conoció a Xul. Pintor, escultor, músico, astrólogo, artesano, visionario, inventor son las facetas de esta personalidad múltiple pero unívoca. Y sólo por un criterio de orden metodológico, la muestra Xul Solar. Panactivista, curada por Cecilia Rabossi, deslinda estas disciplinas en varios módulos: “Arte y literatura. Amistades”, “Músico visual”, “El mundo de las lenguas”, “Espacios habitables”, “Lo místico, lo esotérico y lo oculto” y “Grafías plastiútiles”, para luego, con el título y un trabajo minucioso de investigación volver a reunir, armar y desarmar esa hipótesis iluminadora sobre su forma de hacer arte. Entender su obra como la obra total. El absoluto creador más el concepto moderno de “activismo”. Lejos de operar como impulso anacrónico, aplicar esta categoría en un tiempo anterior o fuera de campo, sería algo parecido el gesto borgeano de elegir a los precursores. Xul Solar en el centro de ese cosmopolitismo de periferia, en ese universalismo de los arrabales. Entre sus tantos juegos, el panajedrez, instrumentos musicales, títeres, Xul Solar inventó una panlengua: “Soy campeón del mundo de un juego que nadie conoce todavía, el panajedrez. Soy maestro de una escritura que nadie lee todavía”. Esta cita, que es un poco más extensa y continúa enumerando todas sus creaciones y habilidades únicas, en el sentido más literal del término, no es sólo una declaración de intereses. Es lo irrealizado de su potencia creadora. Ese manifiesto, de existir, de haberse podido escribir, debería haberse hecho en esta panlengua. “Padre de una panlengua que quiere ser perfecta y casi nadie habla y padrino de otra lengua vulgar sin vulgo, autor de grafías plastiútiles que casi nadie lee”. Esa radicalidad es indispensable para salirse de la trampa que acecha a toda vanguardia. Ese devenir imperceptible que tanto recomendaba Maurice Blanchot en El espacio literario: “El escritor pertenece a un lenguaje que nadie habla, que no se dirige a nadie, que no tiene centro, que no revela nada. Si escribir es entregarse a lo indeterminable, el escritor que acepta defender su esencia pierde el poder de decir Yo”. Al tiempo, la vanguardia se consolida, se institucionaliza, va ganando adeptos. Entra al museo y al mercado. Otras de las consecuencias menos buscadas. Un arte para pocos, y el caso de Xul Solar para los que todavía no han sido inventados. Por eso el neocriollo, ese monstruo que tan bien describe el astrólogo Schultze, su álter ego ficcional (¡como si hiciera falta esto en el caso de Xul Solar, casi él mismo un personaje inventado por él!) en Adán Buenosayres de Leopoldo Mare- chal: “En tal caso –prosiguió Schultze– los senti- dos del neocriollo serán así, aproximadamen- te: su ojo derecho estará signado por el sol y su izquierdo por la luna. Quiere decir que, por el uno, estará inclinado a la visión de la luz directa, y, por el otro, a la visión de la luz reflejada. O más fácil aún: el ojo derecho lo hará santo y el izquierdo científico. Los ojos no estarán en sus órbitas ya, sino fuera de las mismas, en la punta de los nervios ópticos que se habrán alargado unos veinte centímetros y serán como las antenas de un insecto, capaces de tenderse hacia lo alto y lo bajo, hacia la derecha y la izquierda, según el objeto de la visión. Además, cada ojo, en el extremo de su antena, podrá girar sobre sí mismo, periscópicamente, y llevará un parpadodiafragma ultrasensible a las variaciones de la luz”. Continúa describiendo los oídos como “grandes embudos microfónicos” hasta llegar a la lengua del neocriollo, donde superpone “el órgano del gusto y de la expresión a la vez, y estará dominada por Mercurio. Tendrá la forma de una cinta larga y flexible, como la de los osos hormigueros; y el neocriollo la meterá en todas partes, ávido de sabores. Eso quiere decir que su boca será un agujero apenas, y estará desprovista de dientes, ya que el neocriollo no se alimentará de sustancias groseras, ¡ah, no!, sino de todo lo sutil que hay en este mundo”. Que la lengua sea eso, gusto y expresión, es el magnífico desborde. El aparato digestivo como el órgano sensible del gusto; la lengua bifronte y bífida del neologismo que Xul Solar refina hasta convertirse el mismísimo Dr. Frankenstein de todas las artes. Así en el Cielo como en la Tierra.