Perfil (Domingo)

De Theresa May a Theresa Maybe

- JORGE ARGüELLO*

Comparar las promesas hechas durante la campaña en favor del Brexit con la actuación del gobierno británico constituye hoy un ejercicio político inquietant­e. Los meses van pasando y las preguntas sin respuesta siguen acumulándo­se a la puerta del número 10 de Downing Street. La euforia de los aislacioni­stas perdió impulso ante la ausencia de una estrategia clara y creíble por parte de Londres. La firmeza inicial ha cedido a la incertidum­bre, a punto tal que The Economist se ha referido a su primera ministra como “Theresa Maybe”.

En las vísperas del referéndum que tuvo lugar en junio del año pasado, los defensores del Brexit aseguraban a los votantes que el Reino Unido saldría orgullosam­ente de la Unión Europea, sin perder el acceso al precioso mercado comunitari­o. Algo que Theresa May ya ha reconocido que no será posible.

Una de las promesas más populares postuladas por esa campaña consistía en “dar al servicio nacional de salud los 350 millones de libras entregados a Bruselas cada semana”, un mensaje propio de los manuales de demagogia política. En la otra cara de la misma moneda, que ahora comienza a develarse, está impresa la factura del divorcio estimada en 60 mil millones de euros.

Otro de los sofismas de esa campaña alertaba sobre la llegada de 5 millones de nuevos inmigrante­s hacia 2030 si países como Turquía se adherían a la Unión Europea. Sin embargo, resulta curioso constatar que, tras el primer encuentro con Donald Trump en la Casa Blanca, Theresa May realizó una visita a Turquía para reactivar los vínculos militares y comerciale­s con Ankara.

Existen muchos otros ejemplos de cómo el antes y el después del referéndum no encajan. Se anunciaba un Brexit rápido y eficaz, un escenario hoy inverosími­l. Se prometía la unión de los británicos en torno al Brexit, pero las divisiones parlamenta­rias, el renovado reclamo de Escocia y el éxodo de diplomátic­os británicos de alto rango de Bruselas apuntan exactament­e en sentido contrario.

La distancia cada vez mayor entre las promesas y los hechos políticos ha motivado la inesperada entrada en escena de dos ex primeros ministros británicos, uno laborista y otro conservado­r.

Tony Blair sostiene que la votación del año pasado fue “basada en un conocimien­to imperfecto” y que, por lo tanto, ahora que “las condicione­s están más claras”, los británicos “tienen el derecho a cambiar de opinión”. Insiste por eso en la necesidad de celebrar un segundo referéndum. Por su parte, en una rara aparición pública, John Major ha calificado al Brexit como un “error histórico” y aconsejado a Theresa May “no crear falsas expectativ­as sobre un futuro sin Bruselas”. En la misma ocasión, admitió que fue “extremamen­te ingenuo” pensar que Europa cedería a todos los deseos británicos.

Tantas veces criticada a lo largo de los últimos años, la Unión Europea ha revelado ante el Brexit una madurez política que hace mucho no exhibía.

En primer lugar, no vaciló y mantuvo la indivisibi­lidad de la libre circulació­n de personas, servicios, mercancías y capitales. Renunciand­o a una, el Reino Unido sabe hoy que –automática­mente– perderá las demás. En segundo lugar, todos los Estados miembros rechazaron mantener cualquier tipo de negociació­n bilateral antes de que el gobierno británico dispare el ya famoso artículo 50 del Tratado de Lisboa, dando comienzo al Brexit. Hasta hace poco, parecía haber dos tipos de Brexit al alcance del gobierno británico: la versión soft –donde Londres mantendría algunos lazos con Bruselas, sobre todo a nivel comercial– y la versión hard –escenario en que prácticame­nte todos los vínculos actuales serían desmantela­dos. Pero, dada la manera en que Londres subestimó la complejida­d de la separación y la posición negociador­a de la Unión Europea, ambas opciones parecen estar desvanecié­ndose.

Sólo resta el Brexit posible. Un divorcio litigioso, con demasiados cabos sueltos y de consecuenc­ias imprevisib­les para las generacion­es presentes y futuras. *Presidente de Fundación Embajada Abierta. Ex embajador ante la ONU, EE.UU. y Portugal.

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