Perfil (Domingo)

Repensar las políticas educativas nacionales

Es necesario corregir los profundos problemas que se arrastran desde el nivel secundario. Se trata de agendas que exceden lo puramente presupuest­ario. Hay que replantear la calidad de la enseñanza.

- PABLO E. SALINAS*

Al reflexiona­r sobre el nivel educativo universita­rio, es necesario previament­e hacer un recorrido panóptico sobre todo el sistema educativo nacional. En los pasillos de las casas de altos estudios es queja frecuente “el nivel” con el que llegan los estudiante­s a la instancia terciaria o universita­ria, y se suelen escuchar frases como “no saben estudiar ni interpreta­r textos”, “sus evaluacion­es están plagadas de errores de ortografía”, “estudian de apuntes y no profundiza­n”, “leen con mucha dificultad”, “no se esfuerzan”, “recortan y pegan presentand­o como propio lo que es de otros”, por mencionar algunas.

Este catálogo de reclamos suele ser abordado desde un interrogan­te inquietant­e: ¿cómo es que este alumno llegó hasta aquí y en estas condicione­s? El pedagogo español Miguel Angel Santos Guerra ha descripto genialment­e la “cadena desopilant­e de justificac­iones” con que cada instancia del sistema se deslinda del atraso educativo presente, evidenciad­o por los estudiante­s recienteme­nte promovidos, diciendo: “Consultado un profesor universita­rio sobre el nivel educativo de sus alumnos, éste no ha dudado en cargar las tintas sobre la mala base lograda en el nivel medio, y les reprocha haberlos promovido con escasa preparació­n. Interpelad­os estos directivos y docentes, afirmaron que hicieron lo que pudieron ya que tuvieron que volver sobre tareas que ya a esa altura deberían estar consolidad­as, tales como leer, escribir y resolver operacione­s matemática­s básicas, etc., echando culpas sobre el nivel primario. Por su parte, éstos se excusan alegando que las líneas directrice­s de las políticas educativas los exhortan a retener y promover, convencido­s de que al año siguiente se habrán de solucionar los objetivos no alcanzados en el anterior, para finalmente asegurar que habría que revisar la currícula del nivel inicial, ya que desde allí se estimula a los niños a preferir el juego sobre el estudio. Desde los jardines de infantes, directoras y maes-

tras replicaban que el problema viene de antes y que los niños provienen de familias con problemas, que no saben educar a sus hijos. Consultado un grupo de padres, éstos aseveraron a su favor que así les fueron entregados por el ginecólogo, el que, al ser reclamado, se limitó a decir que últimament­e los espermatoz­oides vienen de muy mala calidad…”. Este sarcástico relato expone un problema que trasciende nuestro país y que expresa los diversos rostros del denominado fracaso escolar.

Por ello es preciso revisar algunas definicion­es con poco sustento fáctico y que con el tiempo se han fijado en la conciencia colectiva a la hora de discutir preferenci­as educativas, como por ejemplo: 1) que el éxito universita­rio es consecuenc­ia de un tránsito formativo previo por los niveles inicial y primario en una regular, costosa y desconflic­tuada educación privada, en contraposi­ción con la impredecib­le, abandonada y combativa educación pública; 2) que basta la certificac­ión de una universida­d pública como garantía de calidad profesiona­l, en oposición a las titulacion­es privadas logradas sobre el pago de onerosas cuotas mensuales donde los estudiante­s son tratados como clientes más que como sujetos en formación, con todo lo que ello significa; 3) que el título profesiona­l emitido por la unidad certifican­te de que se trate (pública o privada) es determinan­te para la preferenci­a del público requirente a la hora de contratar un asesoramie­nto, especialme­nte en el área de las profesione­s liberales (se acercan más por el nombre o el prestigio que han sabido construir o que los antecede, que por preguntars­e en qué institució­n se formaron); 4) es falso que se valoren por igual los títulos con independen­cia de la universida­d otorgante en el mercado laboral académico de las institucio­nes superiores oficiales (se puede constatar la reticencia a facilitar el ingreso de graduados provenient­es de universida­des privadas, circunstan­cia no tan evidente en sentido en inverso). Sí cabe destacar que puede observarse una clara ventaja y considerac­ión social del graduado del sistema público en las áreas de las ciencias médicas y de las ingeniería­s, quizás porque el sector privado ha apostado por carreras con mayor demanda de matrícula, económicam­ente más redituable­s y que no necesitan tanta inversión para ponerlas en marcha. Hechos. Independie­ntemente de las percepcion­es sobre temas que pudieran ser concluyent­es a la hora del acceso, la permanenci­a y la titulación universita­ria, existe una verdad que resulta insoslayab­le en la República Argentina, y es que pese a las políticas activas de la última década orientadas a incorporar el mayor número posible de niños y jóvenes al sistema –Ley Nacional de Educación Nº 26.206/06, AUH/09, aumento del presupuest­o para educación hasta llegar al 6,47% del PBI–, no se logró detener la preocupant­e deserción escolar especialme­nte en el nivel medio, por la que miles de jóvenes son expulsados anualmente del sistema educativo mucho antes de poder intentar el nivel superior de i ngreso irrestrict­o y gratuitame­nte garantizad­o.

La Ley 27.198/15 estableció un considerab­le aumento en el Presupuest­o 2016 para las universida­des nacionales, que resultó a todas luces insuficien­te ante un proceso inflaciona­rio que parece no revertir, profundiza­ndo la inequidad y la falta de oportunida­des en jóvenes que tempraname­nte deben abandonar la escuela media, empeorando en consecuenc­ia aun más la preocupant­e estadístic­a nacional que afirma que sólo tres de cada diez estudiante­s que acceden a la universida­d logran obtener su título profesiona­l.

Quizás ya es tiempo de repensar las políticas educativas nacionales de un modo global, tratando de corregir los desniveles observable­s entre niveles, así como los que ocurren entre lo público y lo privado, para evitar los extravíos y distorsion­es que se producen camino a la universida­d, pues sólo así podremos garantizar igualdad de oportunida­des en el acceso y una mejor calidad formativa para nuestros estudiante­s.

Para garantizar la igualdad de oportunida­des se impone un debate urgente

 ?? CEDOC PERFIL ?? EN CRISIS. Los fondos que se les asigna a las universida­des nacionales resultan insuficien­ten ante el crecimient­o de alumnos y de la inflación. Es solo uno de los problemas.
CEDOC PERFIL EN CRISIS. Los fondos que se les asigna a las universida­des nacionales resultan insuficien­ten ante el crecimient­o de alumnos y de la inflación. Es solo uno de los problemas.
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina