Orquestas femeninas
Es un acierto haber reflotado en el Teatro Buenos Aires la obra Orquesta de señoritas de Jean Anouilh, basada en una versión que Jorge Petraglia había dirigido en 1974 con un elenco integrado totalmente por hombres, y que ahora dirige Jorge Paccini.
Esta formación orquestal, que era común hasta los años 40, es hoy una curiosidad. Un lejano recuerdo nos remonta a la película Riachuelo, que protagonizó Luis Sandrini en 1934 y en la que aparece una orquesta de mujeres en un cafetín de La Boca. Mucho antes de la obra de Anouilh, una película con Nini Marshall dirigida por Luis César Amadori en 1941 acuñó el título Orquesta de señoritas y quedó como documento de estas agrupaciones y de los ambientes y las circunstancias donde brindaban su arte. La orquesta que integraba Delia Garcés en un tugurio en el film De padre desconocido era una pantalla para encubrir un trabajo paralelo como alternadoras. En una escena de La Patagonia rebelde se muestra también una orquesta femenina en un ambiente más refinado. La vida itinerante de una orquesta de mujeres en los Estados Unidos se refleja en Una Eva y dos Adanes, de Billy Wilder. Allí Marilyn Monroe toca el ukelele y canta, y de paso contribuye a la mala fama adjudicada a sus integrantes, a las que se atribuían vicios como el alcohol y las relaciones sentimentales pasajeras.
La visión más patética de una orquesta femenina se muestra en Compás de espera, la última película de Daniel Mann, protagonizada por Vanessa Redgrave con guión de Arthur Miller y Fania Fénelon (basada en el libro de esta última The musicians of Auschwitz, conocido en español como Tregua para la orquesta). El guión narra la historia de la orquesta femenina formada en 1943 por Zofia Czajkowska en el campo de concentración de Auschwitz para amenizar la vida de los prisioneros. Sus integrantes tenían algunos privilegios, sobre todo el de sobrevivir. La directora fue reemplazada por Alma-Rosé (la sobrina de Gustav Mahler), que murió misteriosamente en abril de 1944 a los 37 años, posiblemente por envenenamiento, y fue sustituida por la rusa Sonia Vinogradovna. La orquesta se fue desmantelando cuando tanto las prisioneras judías como las no judías fueron enviadas a distintos campos de concentración donde ya no tenían privilegios. Fania Fénelon, que se incorporó a la orquesta cuando la oyeron cantar un aria de Madama Butterfly, casi muere de tifus, pero sobrevivió.