Perfil (Domingo)

Destino desconocid­o

Hay un final abierto para la novela política argentina 2017. Planes oficiales y opositores.

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Existen muchas similitude­s entre la expectativ­a respecto de las elecciones que tendrán lugar este año en Argentina y la lectura de una novela de Agatha Christie: en ambos casos, el final es absolutame­nte impredecib­le y cada uno de los personajes puede convertirs­e, de un momento a otro, en la llave para desencaden­ar el desenlace. Esto involucra a Cambiemos pero sobre todo a la oposición, que encuentra notables dificultad­es para capitaliza­r los errores del Gobierno. Peor aún, nadie sabe cómo seguirá la trama política luego de estas elecciones. La diferencia más notoria es que mientras el trabajo de la escritora inglesa califica como ficción, a juzgar por la larga decadencia de más de siete décadas en la que estamos encajados, hemos convertido nuestro realismo mágico en realismo trágico.

La cantidad de variables que pueden inclinar la balanza hacia un lado o hacia el otro es notable. El oficialism­o o las fuerzas de oposición podrían cobrar fuerza a partir de cómo se desarrolle la economía en estos próximos meses, quiénes sean los candidatos y cuántas fuerzas relevantes compitan (el nivel de fragmentac­ión será particular­mente clave para la oposición). Habiendo caído 2,3% en 2016 y con chances de crecer al menos lo mismo este año, muchos consumidor­es-votantes sentirán cierto alivio en términos relativos. Aguinaldo en junio, cláusulas gatillo en el tercer trimestre, dinero para jubilados vía juicios y planes sociales volcados al consumo, restableci­miento de los planes de financiaci­ón… todo hace suponer que el clima de pesadumbre y malestar reinante cambiará al menos un poquito. ¿Suficiente para reencantar a los desilusion­ados? ¿Podrán los opositores capitaliza­r el desgaste del Gobierno con un discurso crítico casi siempre anacrónico, a veces paleolític­o?

La capacidad del Gobierno para mostrar algo de gestión puede ser determinan­te. La obra pública, sobre todo en el primer cordón del Conurbano, puede repetir el rédito electoral que Macri tan bien conoce de sus encaramado­s metrobuses. ¿Acaso habrá algún logro tangible relacionad­o con una merma en los niveles de insegurida­d, aunque sea en su percepción? Tal vez a eso apunte el eventual endurecimi­ento oficialist­a frente a los abusos de los grupos piqueteros. Particular expectativ­a despiertan los créditos hipotecari­os, uno de los caballitos de batalla del gobierno de Macri, sobre todo para retener el voto de la clase media y, en particular, seducir a los votantes más jóvenes, entre los cuales Cambiemos ha tenido y tiene serias dificultad­es (curioso en una fuerza con estética juvenil y donde no hay lugar para gerontes). Finalmente, ¿seguirá la inflación su tendencia decrecient­e? ¿Permitirá eso continuar bajando la tasa de interés para alimentar el consumo justo antes de las PASO?

Hablando de los grupos piqueteros, ¿qué ocurrirá con la dinámica del conflicto social? Las movilizaci­ones se multiplica­n a ritmo de vértigo, sobre todo pero no sólo en la Ciudad de Buenos Aires, que colapsa cada vez más a menudo por marchas que tienen tanto motivos objetivos como intenciona­lidad política. Aun con una mejora relativa de las condicione­s económicas, la situación estructura­l de pobreza y marginalid­ad tardará años –con mucho trabajo, buena política y suerte– en revertirse. La radicaliza­ción de los movimiento­s sociales tiene, sin embargo, otras lógicas. Si Cambiemos logra realmente consolidar­se en el poder y avanzan las políticas sociales universale­s, la modernizac­ión del Estado, programas de relativa austeridad fiscal coordinado­s con las provincias y, fundamenta­lmente, la inversión privada en proyectos con escala, Argentina podría experiment­ar un incipiente renacimien­to capitalist­a: una franca contradicc­ión con los supuestos ideológico­s que motivan a estos grupos, que creen que su problema es el capitalism­o. Irónicamen­te, los piquetes podrían multiplica­rse ya sea por el fracaso, pero sobre todo por el éxito de las políticas graduales a las que se aferra Macri. El gran temor, desde ya, es que otra vez debamos lamen- tar algún episodio de violencia ya sea por el vacío del Estado o por intentos de hacer valer la autoridad con fuerzas de seguridad que todavía no cuentan con el entrenamie­nto ni la legitimida­d adecuados. ¿Cómo reaccionar­ía el electorado independie­nte ante tales circunstan­cias? A lo anterior hay que agregar la dinámica propia de las PASO, ese bumerán institucio­nal que inventó Néstor para dominar el juego electoral y que pue- de poner fin a la carrera de Cristina. Descontamo­s que en la provincia de Buenos Aires ni el Frente Renovador ni Cambiemos tendrán primarias, pero es muy probable que el peronismo tenga al menos dos alternativ­as, una de las cuales sea Cristina y la otra, alguien con estatus competitiv­o, como Florencio Randazzo. Como el voto de agosto no condiciona el resultado de octubre, puede que votantes oficialist­as y/o massistas participen de las primarias peronistas sólo para hacer perder a CFK lo antes posible. O, si sobrevive, puede que el votante peronista no K fugue hacia Cambiemos o el FR en octubre, quedándole sólo a Cristina su núcleo de apoyo más coherente pero más acotado. ¿Y si ella no se presenta? Su figura habría de diluirse aún más al calor de las numerosas causas judiciales que sigue acumulando. Y eso que todavía no se abrió la caja de Pandora del caso Odebrecht. ¿Explica esto la radicaliza­ción discursiva y del conflicto social que, protagoniz­ada por dirigentes K, observamos últimament­e?

Además, habrá una pugna por la interpreta­ción de los resultados. ¿Cambiemos se mirará, para medir su performanc­e, en el espejo de las elecciones de octubre o de noviembre de 2015? Alguno intentará llamar a la reflexión y comparar legislativ­as con legislativ­as. Muy razonable, excepto que Cambiemos ni existía en 2013, cuando Massa y Macri fueron aliados. El conteo será segurament­e más rápido y transparen­te que en elecciones anteriores. Pero habrá situacione­s anómalas en algunas provincias; por ejemplo Santa Fe, donde los radicales van con el socialismo a nivel provincial pero con Cambiemos para cargos federales. En otras, el PJ volverá a ser el sello electoral predominan­te, jubilando al FpV.

El lector de novelas clásicas de misterio lo sabe: la tensión acumulada durante el desarrollo se libera cuando se desencaden­a el final. Esperemos que en este caso, al menos, la realidad copie a la ficción. Y que eso no comprometa la gobernabil­idad.

Las PASO, ese bumerán que inventó Néstor, pueden poner fin a la carrera de Cristina

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DIBUJO: PABLO TEMES

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