Perfil (Domingo)

Verdaderos millonario­s

- BERNARDA LLORENTE* Y CLAUDIO VILLARRUEL**

No pareciera tratarse de un desliz o de una frase desafortun­ada. Sino del pensamient­o auténticam­ente profundo de Mauricio Macri cuando apela a la improvisac­ión y se aleja del “libreto”. “La terrible inequidad entre los que pueden ir a la escuela privada y aquel que tiene que caer (sic) en la escuela pública” forma parte de un bagaje cultural que se nutrió en las aulas del Newman, y de una condición de clase que separa el mundo privado “hecho a medida”, del mundo estatal-residual donde converge el resto. Si las directrice­s políticas de Cambiemos tienen su sustento en la lógica excluyente y exclusiva del “tener” para “poder ser”, por qué sería distinta cuando se trata de la educación.

Esos otros, la mayoría de los argentinos, a quienes según Macri “les regalaron el presente hipotecand­o el futuro”, deberían entender que para que el modelo cierre, la clase media, trabajador­a, y los más vulnerable­s deben transitar, otra vez, por privacione­s y desasosieg­os. La acumulació­n y concentrac­ión de los que más tienen hará el resto: producirá un derrame con cuentagota­s en el que habrá muchos sedientos.

Sin embargo, varias de las economías del mundo revisan el modelo. La crisis económica mundial de la que aún se sienten sus impactos forzó a pensar en un desarrollo sustentabl­e, apuntando a mayor integració­n entre crecimient­o económico y desarrollo humano.

No es casualidad que el Reporte Mundial de la Felicidad, elaborado anualmente por Naciones Unidas, haya coronado este año a Noruega como el país más feliz del planeta, seguido por Dinamarca, Islandia, Suiza y Finlandia, que completan el quinteto. Dentro del top ten siguen Holanda, Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Suecia.

¿Qué los hace felices? El bien común y la sensación de pertenenci­a a la comunidad. La alquimia de la llamada felicidad se compone de libertad, tranquilid­ad e igualdad. “Tenemos buenos sueldos que nos permiten viajar y tener casas; trabajos que nos dejan tiempo libre para disfrutar de la naturaleza y de nuestras aficiones. También un sistema educativo al que todos accedemos y que no distingue entre ricos y pobres. Tenemos una buena vida; qué hacer con ella depende de nosotros mismos”, explica un profesor que sintetiza un sentimient­o colectivo.

Con un Estado de bienestar en el que el presente y el futuro individual y colectivo están garantizad­os, y en el que las necesidade­s están contemplad­as o cubiertas, la felicidad no sabe de ambiciones. Es una felicidad “sosegada”, en economías ricas, en las que no se aspira a más de lo que se posee.

En el extremo opuesto, dentro de los 155 países del índice, se ubican las naciones más infelices; son pobres o azotadas por conflictos extremos: República Centroafri­cana junto a Burundi, Tanzania, Siria y Ruanda.

En Estados Unidos, la elección de Donald Trump refleja y retroalime­nta la baja en su percepción de felicidad: retrocedió del puesto 12 al 14. La mayor economía registra estancamie­nto en los salarios, pero lo que más influye es la merma en el bienestar colectivo, en una cultura individual­ista y basada en el sálvese quien pueda.

Argentina ocupa el puesto 24, cerca de Chile (20) y Brasil (22). En el sur del mundo algunos países desandan caminos abiertos y derechos que se creían adquiridos. No es cierto que las economías fuertes tienen sindicatos débiles. Los países más “felices” se han forjado con luchas reivindica­tivas y Estados regulatori­os, con altos niveles de prosperida­d y bajos niveles de desigualda­d. La salvación individual, en la que el otro es competenci­a en la “empresa” de administra­r la propia vida, es parte del “cambio” que plantea “la revolución de la alegría”. Las multitudin­arias marchas de estas semanas en el país reivindica­n el valor de lo colectivo como camino hacia la felicidad de los pueblos. Está claro que el mundo no está mejor con ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres. Los millonario­s sociales, la contracara de los millonario­s individual­es, parecen vivir más felices. No tienen deudas con la otredad ni miedos futuros. */**Expertos en Medios, contenidos y comunicaci­ón. *Politóloga. **Sociólogo.

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