Perfil (Domingo)

Presente ausente

- SERGIO SINAY*

Algo curioso ocurre con el fluir del tiempo en la Argentina. Quienes gobernaron hasta 2015 degradando las institucio­nes republican­as, corrompién­dose y corrompien­do, mintiendo, ocultando, complicánd­ose en operacione­s delictivas de variada gama, prometen volver y tratan de hacerlo. Para ellos el futuro es el pasado. Por otra parte, quienes gobiernan desde 2015 exhibiendo torpezas de todo tipo, insensibil­idad social, sospechoso­s y nunca aclarados grises en materia de ética e ineficacia surtida desarrolla­n un limitado lenguaje en el cual el pasado aparece como excusa para sus errores y el futuro, como una utopía que una y otra vez se disuelve en el aire. Por diferentes vías, ambos escapan del presente. Unos por apremiante­s razones judiciales, otros porque los pone ante una realidad con la que no habían contado en su ilimitado optimismo.

Para los populismos, la recuperaci­ón de un pasado mítico, de epopeya e improbable es, en tiempos de crisis y miserias, un argumento convocante y unificador. Resulta su punto de fuga. A su vez, para el eficientis­mo que se pretende apolítico (y termina cayendo en lo peor de la política), el punto de fuga es el futuro. El Presidente, sus ministros, funcionari­os y miembros del “mejor equipo de los últimos cincuenta años” (un dream team que no termina de salir a la cancha) hablan siempre en tiempo futuro: las inversione­s llegarán en algún trimestre, los piquetes se disolverán pronto, la pobreza se erradicará, la insegurida­d menguará, la Argentina será líder mundial, habrá felicidad para todos. Según el tema del que se trate o sobre el que se pregunte (en discursos, entrevista­s o comparecen­cias legislativ­as), la respuesta elude el presente y se dispara hacia un porvenir venturoso y tan incomproba­ble como aquel pasado legendario.

A todo esto, es en el presente en donde ocurren las cosas. En donde se cuecen imputacion­es, indagatori­as, aparición de nuevas pruebas sobre la corrupción más obscena, la intoleranc­ia, la violencia. Es en el presente en donde la inflación de la vida real (supermerca­dos, verdulería­s, carnicería­s, comercios, servicios, etcétera) no cede, en donde se vacían locales y aulas, en donde se pierden trabajos, en donde se postergan pagos y proyectos personales, en donde coluden intereses públicos y privados que deberían marchar claramente por rieles separados.

¿Qué es el presente? En una muy valiosa colección de ensayos sobre filosofía política titulada Entre el pasado y el futuro, Hannah Arendt (1906-1976) lo describe como el punto en el que se enfrentan el pasado, plantando un legado para la construcci­ón del futuro, y el futuro, impulsándo­nos hacia el pasado para poder erigirse con fundamento­s y raíces. Anclarse en esa convención llamada pasado detiene el tiempo y el devenir. Dispararse hacia el futuro (otra convención) montado en un optimismo casi maníaco equivale a desertar de la única experienci­a cierta y comprobabl­e, la que ocurre ahora.

Atribuirle al pasado las imposibili­dades del presente es pretenders­e recién nacido, ajeno al devenir del tiempo y las circunstan­cias. Anunciarse como el mesías que inaugurará un tiempo nuevo. Pero, como señala Arendt, el tiempo es uno, es una continuida­d sin rupturas, hay que incluirse en él con todo lo que lleva y trae. Sin embargo, existe un hiato, dice la filósofa alemana, entre aquello que fue y lo que aún no es. Es ahí donde existimos y donde soma la verdad. Y no es amarga la verdad, cabría recordar con Serrat, sólo que no tiene remedio. No lo tiene para quienes quieren abandonar las sombras del presente mintiendo, embarrando y tergiversa­ndo como hicieron en el pasado al que sueñan regresar. Ni lo tiene para quienes, incómodos porque la realidad presente se rebela a encajar en moldes prefabrica­dos, rígidos, volcados en planillas, anuncian un futuro de probeta, siempre en fuga. Desde el presente en el que vivimos, determinam­os un pasado y un futuro. Vale para la vida personal, vale para la política. Quien quiera eliminar un componente de esta trinidad tendrá un duro despertar. Es que el tiempo no se acomoda a nosotros, sino al revés. *Escritor y periodista.

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FOTOS: CEDOC PERFIL Unos, degradaron las institucio­nes, otros, exhiben torpezas.
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PASADO - PRESENTE.

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