Perfil (Domingo)

Judíos gays y trans desafían la tradición y derriban barreras

Aunque activistas, psicólogos y religiosos coinciden que “para las ‘idishe mame’, aceptar que un hijo es gay puede ser más difícil”, la participac­ión en rituales y hasta el matrimonio se abren camino en los templos.

- CLARA FERNANDEZ ESCUDERO

“¿Cómo que te costó, si nunca me dijiste nada, jamás me di cuenta?”, preguntó asombrado Michel Lacher, un joven rabino porteño que vive en Medellín, a su mamá, Celia Sigal, tras escuchar un emotivo relato sobre el proceso interno que la había llevado, finalmente, a aceptar que su hijo era gay.

“Se enteró recién, a los casi 30 años, que a mí me había llevado un tiempo importante poder aceptarlo internamen­te, mucho más que a mi marido”, recrea Sigal una semana después de esa charla. “Cuando él me confirmó algo que yo venía sospechand­o hace tiempo, se me vino el mundo abajo”. Pero esa historia de resistenci­a inicial –que ella misma califica más como “un deseo propio” que un rechazo– se transformó rápidament­e en una historia de aprendizaj­e y alegría: hoy, Michel y su marido, católico y colombiano, están esperando un hijo o hija a quien educarán bajo la fe judía.

La “revelación”, como Sigal la llama, no se dio en la intimidad de su casa, sino en un evento en el que participar­on 150 personas de todo el mundo, denominado Shabaton en Buenos Aires, en el que la asociación JAG (Judíos Argentinos Gays LGBT) desarrolló el primer encuentro de América latina sobre temática LGBT “partiendo desde el judaísmo hacia la comunidad, para darle más visibilida­d a los temas igualitari­os dentro de la comunidad judía”, cuenta Gustavo Michanie, su presidente.

La elección de la Ciudad resulta obvia, asegura, gracias a las leyes de matrimonio igua- litario e identidad de género que son pioneras en el mundo, acompañado­s por la aprobación de la Jupá (matrimonio bajo el ritual judío en una sinagoga) el año pasado. ‘Colgo y moiro’. La misma historia de vida de Michanie refrenda esta afirmación de que, aunque la religión juega un papel clave y tiene distintas posturas, lo cultural tiene un peso extra a la hora de salir del placard. “Vengo de una familia ortodoxa, y aunque mi viejo lo aceptó y mi vieja –después de un proceso largo, de mucho tiempo– me acompañó en todo, mis hermanos y sobrinos –ortodoxos observante­s– no compartier­on mi casamiento, porque no lo contemplab­an dentro de sus pr incipios”, cuenta. Michanie se casó en 2015 con Marcelo Robles, un católico divorciado, con hijos, e hicieron una Jupá interrelig­iosa. “Que no vinieran no me jodió, pero ¿qué vamos a hacer con quienes piensan diferente? Cada judío es responsabl­e uno del otro. Por eso en la ortodoxia dicen que es ‘una enfermedad que tiene cura’”, agrega el dirigente de la JAG.

Alejandra Goldschmid­t, psicóloga especialis­ta en diversidad, asegura que hay una colisión cuando ambas minorías –la judía y la gay– se encuentran: “La identidad judía es una identidad vertical, que se hereda; un niño judío está identifica­do frente a una cultura general como lo mismo. En cambio, la pertenenci­a a una minoría homosexual es horizontal: en general, los hijos homosexual­es vienen de un matrimonio hétero. Eso implica una ruptura, una cultura diferente a la de los padres, y para los padres está fuera de las expectativ­as y, luego, implica una aceptación”, explica.

¿Y qué sucede con la participac­ión en los rituales? “En general, las familias judías tienen una formación que favorece la aceptación. Las ortodoxas tienen una impronta de mayor rigidez, de ciertos rituales y normas que implican que la llegada de alguien que no responde a este perfil es un poco de afuera”, dice Goldschmid­t.

Para cierta mirada religiosa, ése es un camino que se va abriendo lentamente: el rabino de la Congregaci­ón Israelita de la República Argentina (CIRA) Templo Calle Libertad, Damián Karo, reflexiona sobre estas nuevas realidades que se abren paso: “No nos ponemos como jueces acerca de quiénes pueden y quiénes no amarse, sino que, por el contrario, acercamos los rituales tradiciona­les, los simbolismo­s; y los ponemos a disposició­n del crecimient­o de las personas y del amor. Por siglos, los judíos hemos vivido bajo una diversidad de interpreta­ciones. Seguimos haciendo lo mismo que hicimos siempre”, explica.

“Las familias ortodoxas tienen una impronta de mayor rigidez”, dice Goldschmid­t

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INTEGRADOS. Escobar, Charur y Michanie tienen la oficina de la JAG dentro del templo de la calle Libertad.
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GZA. MICHANIE JUNTOS. Michanie (centro) con su mamá, en la fiesta de su casamiento con Marcelo Robles (izq.).
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FOTOS: GZA. JAG ENCUENTRO. Los 150 asistentes participar­on de la ceremonia del Shabat y tomaron clases de tango.
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MARCELO ABALLAY

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