Perfil (Domingo)

De populistas y liberales

- CARLOS GABETTA*

Durante la campaña presidenci­al en Ecuador, que hoy se define, se reiteraron las promesas huecas, acusacione­s, agresiones y golpes bajos habituales en casi toda América Latina. Populistas y liberales disparando detrás de un muro o cargando contra la barrera, según estén saliendo o entrando al gobierno. Ocultando o tergiversa­ndo las cifras y los hechos, defendiend­o “los progresos realizados”, mientras el rival denuncia la crisis con datos verídicos que luego, en el gobierno, ocultará o tergiversa­rá.

El trasfondo cambiante de este fenómeno a la vez trágico y farsesco es en un caso alta inflación, moneda depreciada, déficit fiscal, agotamient­o de las reservas y aislamient­o del mundo. La ineficacia, el derroche y la corrupción; la politiquer­ía populista. En el otro, escandalos­os beneficios a empresario­s y alto endeudamie­nto; el paquete vendido como “inversione­s y apertura al mundo”. El clasismo y la corrupción liberal; de otro estilo – aunque ya no tanto– pero corrupción al fin. En uno y otro caso el país no encuentra el rumbo económico, mientras las clases media y bajas acaban viendo esfumarse el último espejismo. Los casos de Brasil, Argentina, Venezuela y México son ejemplares. Con diferencia­s, pero el mismo fondo: ceguera e ineptitud ante la crisis mundial.

En Venezuela, democristi­anos y socialdemó­cratas se alternaron durante décadas en el gobierno disfrutand­o de altísimos ingresos petroleros, pero todo acabó en el “caracazo” de 1989. El país seguía importando el 60% del consumo interno y desde la crisis del petróleo de los 70, se había endeudado. “Las masas”, que no habían salido de pobres, se encontraro­n aún más empobrecid­as y acabaron salvajemen­te reprimidas cuando salieron a protestar. Resultado: la populista “revolución bolivarian­a”, que a su vez, después de otra década de fabulosos ingresos petroleros y mayoría política absoluta, no sólo olvidó industrial­izar el país, sino que está endeudada hasta las cejas y casi sin reservas. En el país del petróleo escasea el combustibl­e, además de la mayoría de los productos de primera necesidad. El deterioro económico y social, y la inescrupul­osidad bolivarian­a ante la pérdida de consenso explosiona­n la violencia política.

Este último aspecto es el más inquietant­e del círculo vicioso. En todos estos países la corrupción política, institucio­nal y privada ha alcanzado cotas de esperpento; la delincuenc­ia común y el narcotráfi­co, de tragedia. Es el caso de Brasil, Argentina y Méxi- co, para citar a los más grandes. México es el que se lleva la palma en materia de violencia: 55.325 asesinatos sólo entre diciembre de 2012 y junio de 2014 (http://www.excelsior.com.mx/opinion/ martin-moreno/2014/07/29/973354). 120 periodista­s asesinados en los últimos 25 años (www.eluniversa­l.com.mx). Los otros países van por ese camino.

Con caracterís­ticas distintas, pero un trasfondo económico similar –desempleo, endeudamie­nto, presión migratoria, etc.–, el fenómeno se repite en los países centrales, donde populistas de extrema derecha o autodeclar­ados de izquierda amenazan con alterar el “orden y progreso” liberal-socialdemó­crata instalado desde el final de la II Guerra Mundial. Ocurre que el progreso está en franco retroceso desde hace tres décadas, lo que explica el desorden político y social. En los 60, cuando el capitalism­o todavía era inclusivo y se expandía el Estado de bienestar, nadie hubiese imaginado a un Donald Trump presidente de Estados Unidos; al xenófobo Geert Wilders segundo en las elecciones legislativ­as holandesas y a Marine Le Pen disputando el primer puesto en las presidenci­ales francesas. O que un socialista, François Hollande, acabaría siendo el presidente menos popular de la V República y el primero en no presentars­e a reelección.

“Es la economía, estúpidos”, espetó alguien hace poco. Otro fue más preciso, hace ya siglo y medio: “Es la distribuci­ón de la renta”… *Periodista y escritor.

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AP INEDITO. Nadie hubiera imaginado a Donald Trump presidente de Estados Unidos.

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