DERECHO
grandes naciones, pasando a segundo plano lo personal y político, podemos concluir que las huelgas sin dictado de clases ni alumnos en establecimientos educativos perjudican a todos y no benefician a nadie. Por lo tanto, es bueno proponer que los padres se unan en defensa de la escuela pública y de la continuidad irrestricta de las clases, que el Estado aporte una alta proporción del presupuesto para hacer frente a los salarios docentes, que éstos se brinden con vocación y en periódica evaluación de perfeccionamiento para dar lo mejor de su profesión y que los gremialistas del sector, sin interrumpir las clases, se reúnan cuantas veces lo consideren necesario con los funcionarios estatales y hagan cuantas marchas consideren pertinentes, pero sin los docentes, cuyo lugar único, valioso e imprescindible debe ser al frente de sus alumnos en el ámbito educativo. G.G. Erbetta Macgrath erbemac@hotmail.com de oposición a esto es la “prioridad”, que se argumentará que el aeropuerto estaba antes de que se construyeran masivamente los barrios aledaños. Pero, en materia ambiental, existe hoy día bastante andamiaje normativo para encuadrar el tema y evitar el despropósito que viene anunciándose. Hay además en el país un código aeronáutico desactualizado, un puñado de normas de la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional) y las normas del Código Aeronáutico y las normas subsidiarias que éste incluso admite. Y sin duda existe un grado de improvisación y de desaprensión de distintas autoridades que no tiene dimensión y no deseo calificar. Eduardo Mario Mogni eduardomogni@yahoo.com La lectura de la noticia da pie a un debate que deberíamos hacernos como sociedad y me llevó a reflexionar sobre el derecho que le asiste a un condenado a la defensa, como también a capacitarse para, exámenes mediante, obtener una licenciatura en Derecho. La misma sociedad que condenó sus conductas le reconoce, con la entrega del título habilitante, el derecho a ejercer el Derecho. Cada disciplina persigue ideales supremos y quienes en gran número observamos terminan sus estudios (con todo el tiempo que ninguno de los estudiantes, que además trabajan, tienen en la facultad) cuentan con la posibilidad de que la misma sociedad los habilite a ejercer. No niego que quienes estudian salgan mejores personas de la cárcel, pero deberíamos ser justos al regular los premios. Suena parecido a la Biblia y el calefón, ¿no? Firmenich, Schoklender, Prellezo (el asesino de Cabezas), Ricardo Jaime –que hoy reclama su derecho a estudiar Derecho (cuando se defecó en el de las víctimas, que pagaron con sus vidas la falta de los más elementales valores éticos de un funcionario público)–. Juan José de Guzmán jjdeguz@gmail.com