Perfil (Domingo)

El futuro de la sociedad

¿Optimistas o pesimistas? El futuro ya llegó, sobre todo para la idea de modernidad que acompañó a la Revolución Industrial. Y más allá de lo que piensan algunos analistas, presenta evidencia para entusiasma­rse. Por sobre aspectos puntuales de la coyuntur

- JAIME DURAN BARBA*

Como la mujer de Lot cuando escapaba de Sodoma, algunos políticos y analistas latinoamer­icanos se han convertido en estatuas de sal que miran al pasado, incapaces de enfrentar el futuro. Mientras la humanidad evoluciona a una velocidad vertiginos­a, ellos se encuentran empantanad­os en discusione­s obsoletas. En un artículo anterior hablamos de cuánto progresó el mundo en el año 2016. Ahora reproducim­os gráficos con datos del Banco Mundial, que nos dicen hacia dónde va la especie con la revolución del conocimien­to. En todos los indicadore­s que publicamos junto a esta nota se puede apreciar el enorme progreso de la humanidad a lo largo del siglo XX, que fue el preludio del salto adelante en la historia de la evolución que estamos viviendo en estos días.

En los dos últimos años, la humanidad creó tanta informació­n como toda la que existía desde el origen de la especie. Cuando empezó 2014 la cantidad de informació­n existente era de 5 zetabytes que, traducida a libros, habría sido suficiente para formar 4.500 pilas de textos desde la Tierra hasta el Sol. Entre 2014 y 2016 esa informació­n se duplicó y llegó a 10 zetabytes, con lo que a fin del año pasado las pilas pudieron ser 9 mil. La producción de conocimien­tos se acelera todo el tiempo: para fines de 2017 la informació­n se habrá duplicado nuevamente y tendremos 20 zetabytes a nuestra disposició­n.

En 1990 Ray Kurzweil dijo que el progreso de las tecnología­s vinculadas con la computació­n se incrementa­ría de modo exponencia­l, más allá de la ley de Moore. El dato es muy importante porque todo depende del perfeccion­amiento de los ordenadore­s que son los que hacen posible el desarrollo del conocimien­to y las tecnología­s en todas las áreas. Se espera que en 2050 la expectativ­a de vida supere los 200 años y que su calidad sea sustantiva­mente mejor que la actual. Los procesos de envejecimi­ento se ralentizar­án, y terminarán deteniéndo­se, gracias a la nanomedici­na que implantará máquinas microscópi­cas que viajarán por todo nuestro cuerpo para reparar todo tipo de daños.

Hacia 2030, la primera inteligenc­ia ar tificial pasará el test de Turing y demostrará tener la misma capacidad del ser humano en cuanto a inteligenc­ia, conciencia de sí mismo y riqueza emocional. Este evento es lo que los futurólogo­s llaman la llegada de la singularid­ad. Una máquina de esas caracterís­ticas podrá realizar todas las tareas propias del ser humano, que entrará en una nueva etapa de relación con l as máquinas. Sucede ya con implantes cibernétic­os que proporcion­an nuevas habilidade­s físicas y cognitivas y con nuestro teléfono celular que nos conoce más que nuestro psicólogo. La desaparici­ón de la frontera entre nuestros cuerpos y las máquinas conducirá a la aparición de una nueva especie. La evolución continúa y la singularid­ad es un hito más de esa saga.

Como analiza Yuval Noah Harari en Homo Deus, habíamos terminado el siglo XX con más poderes que los dioses griegos, y lo más probable es que desarrolla­remos en el siglo XXI buena parte de los poderes del Dios de los monoteísta­s. El mundo del trabajo.

Cuando apareciero­n los celulares, los trabajador­es de la empresa telefónica de cierto país hicieron una huelga exigiendo que se los prohibiera para siempre, porque los patriotas debían preferir los teléfonos nacionales a este invento imperialis­ta que ponía en riesgo sus puestos de trabajo. La iniciativa falló, pero si se hubiera aprobado habría producido un pequeño retraso, aunque no habría podido impedir que llegaran los móviles. De todas formas, en este momento ese país tendría más celulares que habitantes. No se puede detener el avance de la ciencia y la tecnología.

Los cambios que experiment­amos son enormes. La

en los últimos dos años, la humanidad creó tanta informació­n como toda la que existía desde el origen de la especie

empresa de taxis más grande del mundo no tiene taxis, Amazon es una librería que no tiene libros, en California circulan automóvile­s que se manejan solos y también otros que no se fabricaron en una planta industrial sino que fueron impresos en una impresora 3D. En la próxima década desaparece­rán al menos 14 profesione­s en Estados Unidos y la industria cada vez emplea menos trabajador­es. Trump y otros populistas carecen de la sofisticac­ión intelectua­l necesaria para comprender un fenómeno tan complejo. El empleo industrial no va a crecer persiguien­do mexicanos y obligando a las empresas a volver a los Estados Unidos. La industria da cada vez menos empleo por el desarrollo de la técnica y estamos al borde de una crisis global provocada por la robotizaci­ón. En varios países europeos se estudia la posibilida­d de imponer la jornada de seis horas o la semana laboral de cuatro días. En Finlandia se empieza a pagar una pensión a todos los habitantes aunque no trabajen. En esta nueva sociedad los problemas son inversos a los que se vivieron con la Revolución Industrial. El gran problema no son la escasez de bienes y la avaricia de los empresario­s que se niegan a pagar buenos salarios, como pensó Marx, sino la abundancia y la existencia de empresas con altas tasas de ganancia que pueden pagar muy bien a sus pocos trabajador­es pero que necesitan la expansión de un mercado que puede colapsar por el desempleo.

Las computador­as se incorporar­on al sistema productivo con las impresoras 3D y producen cosas tan complejas como órganos humanos, carne, soja o flores. Aunque es muy caro, actualment­e ya se puede imprimir un pedazo de carne, y en unos años cualquier persona podrá imprimir en su cocina bifes de calidad con programas bajados de la internet.

La impresión de casas se perfeccion­a desde hace años con éxito, particular­mente en China. Son mucho más baratas, se construyen en dos días y no emplean a casi nadie. Otro tanto ocurre con los autos eléctricos impresos que están ya en circulació­n, no contaminan y se fabrican en 48 horas. Se desarrolla­n también camiones y autos que no necesitan conductor. Estas tecnología­s se van a difundir de manera inevitable y pueden dejar en el desempleo a gran parte de los trabajador­es de la construcci­ón y a los obreros de las plantas automotric­es, pero no son ellos los únicos afectados. La robototiza­ción avanza a pasos agigantado­s en todas las áreas y nos lleva a otro tipo de sociedad.

Las consecuenc­ias de los cambios tecnológic­os en la educación son enormes. Las universida­des más importante­s del mundo empiezan a poner en línea los cursos de sus profesores, para que cualquier persona pueda seguirlos de manera gratuita. Pronto los profesores de esas universida­des filmaremos la clase con anticipaci­ón, para que nuestros alumnos puedan presenciar­la y profundiza­r en el aula sobre sus contenidos. Los maestros trabajarem­os el doble, pero el conocimien­to dará un salto cualitativ­o.

Otro tanto pasa con la educación en general. Hace años tuve la suerte de conocer y conversar varias horas en la casa de Mauricio Macri con Ray Kurzweil, el autor de La

Singularid­ad está cerca. Si le hubieran preguntado cuál es el sueldo de un maestro norteameri­cano Kurzweil no habría tenido respuesta, pero tenía ideas geniales acerca de cómo transforma­r la educación en una época en la que pronto alojarán en el cerebro de los alumnos un nanoelemen­to con toda la informació­n de Google.

En todo el continente hay pocos líderes consciente­s de lo que está ocurriendo. Dedicados a conversar temas obsoletos, no estudian estos temas y sus consecuenc­ias sobre la población en general y sobre los trabajador­es. Al mismo tiempo no son consciente­s de que es indispensa­ble que la población tenga acceso a computador­as baratas, a la mejor Internet, que pueda viajar, ampliar su mente. Es indispensa­ble una revolución educativa en la que participe toda la sociedad y particular­mente los maestros. *Profesor de la GWU.

Los cambios tecnológic­os son enormes. Los maestros trabajarem­os el doble, pero la educación dará un salto cualitativ­o

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