Perfil (Domingo)

Experienci­a latinoamer­icana

- JAIME DURAN BARBA*

Algunos creen que la marcha del último sábado fue orquestada por la estructura de un partido o un acto de magia propio de internet. En la antigüedad, que terminó hace unos veinte años, los dirigentes hablaban, la gente oía y obedecía. La política funcionaba con una lógica militar: quien estaba arriba mandaba, sus subordinad­os le obedecían y tenían la misma autoridad sobre sus inferiores. Esa sociedad se desmoronó, la frontera entre el emisor y el receptor del mensaje se volvió difusa, todos opinan sobre todo, selecciona­n lo que les interesa del discurso y lo reconviert­en desde el horizonte de su vida cotidiana. Esto está en el fondo de la crisis de la democracia representa­tiva: antes el ciudadano se sentía inerme, necesitaba que hablaran por él los partidos, los sindicatos y otras organizaci­ones. Hoy ha tomado el poder con su celular y no siente la necesidad de que alguien lo represente.

Los espectácul­os políticos eran caros. Los nazis armaban escenarios fastuosos, fabricaban estandarte­s y uniformes, levantaban el brazo, cantaban himnos. Fueron también impresiona­ntes los espectácul­os del Partido Comunista en la Plaza Roja, con millones de trabajador­es que homenajeab­an a los grises dirigentes de PCUS. Fueron también impresiona­ntes las manifestac­iones peronistas en Argentina, las marchas del campesinad­o y los obreros que respaldaba­n al PRI en México, la celebració­n del cumpleaños de Víctor Raúl Haya de la Torre con el desfile de los sindicatos, la juventud y los bufalitos del APRA, niños uniformado­s que ingresaban al partido a los 5 años. Proliferab­an los estandarte­s, los carteles, las vestimenta­s emblemátic­as, los gritos, los mecanismos para estimular la histeria colectiva y el maniqueísm­o. Los líderes pronunciab­an discursos que todos oían y nadie escuchaba, los manifestan­tes producían sonidos rítmicos y aplausos, y realizaban esas acciones que maravillan a todos los primates, estudiadas por Desmond Morris en La naturaleza de la felicidad.

Las movilizaci­ones de la cultura post internet no reconocen liderazgos y son reacias a las consignas. En 2005 los jóvenes quiteños enfrentaro­n al gobierno del coronel Lucio Gutiérrez. Se conectaron a través de las redes, se movilizaro­n, cubrieron sus coches con papel higiénico para limpiarse de Gutiérrez, hicieron movilizaci­ones estrafalar­ias. No permitiero­n que ningún político se aproximara a sus concentrac­iones. Eran antisistem­a, querían derribar al gobierno sin que nadie los manipule. Su movilizaci­ón creció, superó a las fuerzas de seguridad y puso en fuga al presidente, sin que el Congreso, los partidos, ni nadie pudiese opinar nada.

Algo semejante sucedió en México en 2012, cuando estudiante­s de la Universida­d Iberoameri­cana se enojaron con el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, quien después de un incidente en el campus dijo que lo habían atacado algunos infiltrado­s que no eran estudiante­s de la Ibero. Como suele ocurrir en esos casos, cundió la indignació­n. Un estudiante colgó en YouTube un video casero en el que afirmaba que había participad­o del escrache a Peña Nieto y exhibía su carnet universita­rio. Decenas de jóvenes lo imitaron en Facebook o en YouTube. Quienes adoptaron esta actitud fueron 131 estudiante­s, y luego pidieron a los mexicanos que suban un video proclamánd­ose el estudiante “132”. Así se desató una ola compuesta por miles de ciudadanos de toda edad y condición que dijeron “yo soy 132”, y se formó el movimiento 132 que inicialmen­te fue virtual, pero inmediatam­ente llegó a las calles con decenas de miles de personas que rechazaban a Peña Nieto y a Televisa, y amenazaban con influir en las inminentes elecciones presidenci­ales. El movimiento creció mientras conservó su espontanei­dad. Cuando apareciero­n mezclados en sus filas militantes del PRD, el 132 perdió fuerza y terminó disolviénd­ose. Aunque los jóvenes simpatizab­an con los candidatos de izquierda, se sintieron manipulado­s para una campaña partidista. No querían que los dirigieran ni siquiera los candidatos por los que querían votar. *Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino.

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JUAN OBREGON #1A. Algunos creen que la marcha fue organizada por algún partido o acto de internet.

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