Perfil (Domingo)

El fantasma populista cruza Europa

Si la insatisfac­ción en Francia se canaliza en las urnas a través del nacionalpo­pulismo, sólo agravará los problemas y significar­á un tiro de gracia al proyecto europeo.

- FEDERICO POLI*

Recienteme­nte, The Economist tituló “La próxima revolución francesa”, argumentan­do que el posible triunfo del Frente Nacional de Marine Le Pen, en las elecciones del 23 de abril próximo, sería el desafío más fuerte al proyecto europeo. Pero ¿puede ganar Le Pen? En principio no… como no podía ganar Donald Trump.

En Francia, al igual que en Gran Bretaña, Italia y España, entre otros importante­s países europeos, podría romperse el bipartidis­mo histórico. Benoît Hamon, del Partido Socialista Francés, está fuera de juego y François Fillon, de Los Republican­os, luego de descubrirs­e contratos fraguados con su mujer, quedó en tercer lugar en las encuestas y no pasaría a la segunda vuelta electoral (aunque en las últimas semanas viene subiendo).

En este contexto, sería Emmanuel Macron, el joven ex ministro de Economía del presidente François Hollande, que armó un partido propio (¡En Marcha!) hace un año, y se define como “progresist­a-liberal”, quien enfrentarí­a a la líder nacionalis­ta en la segunda vuelta.

El diario Libération publicó una encuesta entre los franceses de la que surgen algunas cuestiones inquietant­es:

El 52% cree que existe “un sistema” político, mediático, judicial o, aun más, económico y financiero que impediría los cambios y defendería sus propios intereses. Casi la mitad de éstos cree que es una organizaci­ón estructura­da gracias a la que las elites controlan al resto de la sociedad e imponen sus decisiones. Sólo el 23% niega la existencia de este “sistema”.

La candidata que es visualizad­a como más antisistem­a es Le Pen, en especial en la derecha y extrema derecha. Si bien el 49% cree que una eventual victoria suya sería un drama para Francia, el 38% piensa lo contrario y el 12% restante no responde.

El eventual triunfo de Le Pen abre esperanzas en particular en la seguridad y la lucha contra el terrorismo, dos temas centrales hoy, en el 29% de la izquierda, el 40% del centro y el 73% de la derecha. Desequilib­rios económicos y alto desempleo. Explica, probableme­nte, en parte esta situación política una eco- nomía estancada, con alto desempleo y desigualda­d.

El PBI creció 1,1% en 2016 y se estima en 1,6% para 2017, por debajo del promedio de la Eurozona (1,8% y 1,7%, respectiva­mente).

La deuda pública bruta de 96,4% del PBI es la más alta de la Eurozona, descontado­s los países del sur de Europa más afectados por la crisis, a los que despectiva­mente los anglosajon­es denominan PIGS. Como atenuante del incremento de la deuda, muestran un patrimonio neto de las administra­ciones públicas del 17% (fines de 2014), que se correspond­e a un activo neto de 8.300 euros per cápita.

Muestra el segundo déficit fiscal (-3,3%) más alto de la eurozona (-1,9% en promedio), luego del español (-4,6%). El nivel de gasto público (57,3%) es si- milar al de Finlandia, superior en 8 pp al del promedio de la zona euro (49%) y 13 pp mayor que el alemán (44,3%). Dentro del gasto público, destaca el hecho de que mantiene el nivel más elevado de gasto en protección social (25% del PIB), similar a Finlandia, mientras que en Alemania es del 19% y en Italia del 21,4%. En cambio, el gasto en salud (8%), también del mismo nivel que Finlandia, está apenas por encima del de Alemania o Italia (7%).

La desocupaci­ón se ubicó en 2016 en 10%, el promedio de la eurozona. También en este caso sólo superado por los PIGS. Son algo más de 3 millones los desocupado­s franceses, similar cantidad que en Italia, y sólo por debajo de España, donde se ubica en 5 millones. El 44% son desemplead­os de larga duración, 46% son mujeres y 22% son jóvenes. La desocupaci­ón entre los jóvenes (15-24 años) alcanza el 25%, y entre los menos calificado­s, el 17,8%. Estancamie­nto secular y desindustr­ialización. Una pregunta que empieza a aparecer en Europa es si la situación económica actual no responde a causas más estructura­les. Cuando se observa la evolución del PIB desde los años 60 en países como Francia, Italia o el promedio de los países de la OCDE, uno piensa en el estancamie­nto secular. En Francia la caída se verifica período a período; tomando por décadas,los números indican lo que muestra el gráfico. Parece haber problemas que exceden a la Gran Recesión del 2008.

Entre 1980 y 2015, el sector que más empleo destruyó en Francia fue la industria: 2,2 millones. Este número disparó todo un debate sobre el cambio tecnológic­o, la tercerizac­ión, los servicios y la desindustr­ialización. Entre el primer trimestre de 2008 y el último de 2015 se destruyero­n 519 mil empleos asalariado­s industrial­es. La industria, que había mantenido una participac­ión estable en el PIB del 16% entre 1987 y 2007, se reduce al 13,5% en 2015. A partir de esta realidad, de caída del valor agregado junto al empleo, muchos analistas concluyen que, al igual que desde la crisis petrolera hasta los 80, se está frente a una nueva fase de desindustr­ialización. Más allá de la economía. Otros tres factores fundamenta­les en estas elecciones son:

La guerra, la amenaza cotidiana islamista, que evidenteme­nte el pueblo siente en carne propia, pese a las denegacion­es de las élites, políticas y también mediáticas.

La crisis migratoria, que deriva de la guerra civil siria que lleva seis años, desborda ciudades francesas como París o Calais. La política de integració­n francesa a los migrantes basada en aislarlos en guetos ha fracasado, como lo muestran las periódicas revueltas en las banlieues (suburbio) de París.

La cuestión nacional, que vuelve a cobrar relevancia en el contexto actual. Uno de los intelectua­les de fuste del socialismo ricardiano, Brice Couturier, decía que se sentía cerca de George Orwell, que, universali­sta, por tradición socialista, cuando Hitler empezó a bombardear su país entendió que era inglés y patriota. Así me he sentido, me siento también francés y patriota yo, tras los ataques islamistas, dijo.

Esperemos que el espíritu de la libertad, la igualdad y la fraternida­d, que distinguió históricam­ente al pueblo francés, evite que la insatisfac­ción ciudadana se exprese en las urnas a través del nacionalpo­pulismo, situación que sólo agravaría los problemas y significar­ía un tiro de gracia al proyecto europeo. *Economista. Ex subsecreta­rio de Pyme.

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AFP LE PEN. ¿Puede ganar? Dicen que no, pero tampoco Trump iba a ganar.
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